La ética profesional y la religión del éxito

  • Juan Martín López Calva
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“Las universidades de nuestro tiempo están produciendo profesionales exitosos para sociedades fracasadas” afirmó en un discurso de graduación el Dr. Xabier Gorostiaga S.J. siendo rector de la Universidad Centroamericana de Managua, Nicaragua.

Una afirmación muy dura para un momento en el que se espera escuchar solamente cosas bonitas, agradecimientos, felicitaciones y buenos augurios para los jóvenes que egresan de una institución universitaria y esperan incorporarse al mundo laboral con la idea de progresar y ser “alguien en la vida”.

Sin embargo es una realidad que nuestras universidades tanto públicas como privadas están en esta sociedad centrada en el mercado y en esta cultura cuya religión es el éxito entendido como acumulación de riqueza, poder y prestigio, totalmente orientadas a la capacitación de profesionistas que respondan a las exigencias de competitividad y productividad del mundo, sin importar lo que está produciendo socialmente este modelo global deshumanizante.

Los resultados están a la vista: crisis ecológica porque el éxito tiene que ver con maximizar las ganancias sin importar el cuidado de la naturaleza, crisis de empobrecimiento de millones de personas porque el éxito implica obtener el máximo beneficio personal sin importar la equidad o la justicia, crisis social porque el éxito se entiende como ascender en la escala distinguiéndose y excluyendo a los que fracasan en el intento, crisis política porque el éxito se relaciona con obtener el poder a toda costa y sin importar los medios, crisis de violencia porque el éxito se obtiene quitando de enmedio a los que estorban sin importar la vida, crisis espiritual porque al final el éxito lleva a la insatisfacción permanente, a la soledad y a la nada.

Nunca como hoy, en esta sociedad fracasada en términos de humanidad, es decir, incapaz de aportar elementos para que las grandes mayorías de la población puedan cumplir con el deseo básico humano de vivir para vivir y no tener que luchar cada día por la simple supervivencia, ha hecho tanta falta un señalamiento crítico como el de Gorostiaga. Porque: ¿Qué sentido tiene una educación universitaria orientada a formar a los mejores profesionales del mundo –entendiendo esto como los más capacitados para el “éxito”- si no se forman profesionales humanos orientados  hacia la transformación del mundo en un espacio más humano y justo?

En este sentido se puede entender y apoyar la creciente necesidad de volver a incluir el tema de la ética profesional en los planes de estudio de las universidades. Se trata de una tendencia que empieza a generalizarse y es un signo de esperanza en medio de tantas señales de desesperanza de la sociedad y el sistema educativo en que vivimos.

¿Qué significa la ética profesional en el proceso formativo de los estudiantes universitarios? ¿Se trata de la inclusión de asignaturas que enseñen determinados preceptos morales o que intenten llenar de buenos sentimientos y deseos positivos a los universitarios?

De ninguna manera, la ética profesional es por definición una parte estructural inseparable de la formación profesional y por lo tanto nunca debió dejarse de lado en los currículos de las instituciones de educación superior. Porque la ética profesional implica simplemente el planteamiento y estudio sistemático de la finalidad o misión para la que fue creada la profesión.

Como afirman los teóricos más reconocidos de esta disciplina como Augusto Hortal o Adela Cortina, una profesión no es simplemente un conjunto de actividades remuneradas que sirven para ganarse la vida. Una profesión es una serie ordenada de actividades que nació y tiene como finalidad aportar un determinado bien a la sociedad, un bien del que la sociedad se perdería si no existiera la profesión. Es así que la Medicina no es solamente el medio para que los médicos tengan un ingreso sino un conjunto de actividades producto de saberes organizados, legitimados y controlados por un gremio, que proporcionan a la sociedad el acceso a la salud tanto en lo preventivo como en lo remedial. Sin la profesión médica, la sociedad no tendría este bien concreto.

El bien social que aporta cada profesión es llamado por los autores “bien interno” de la profesión –como la salud en el caso de la medicina o la justicia en el caso del Derecho- en contraposición a los bienes externos que pueden obtenerse ejerciendo cualquier actividad como son el dinero, el prestigio y el poder.

El problema de la formación profesional en nuestra cultura del culto al éxito es que cuando orientamos a nuestros hijos para elegir una carrera, cuando diseñamos un currículo universitario, cuando enseñamos a los universitarios, cuando evaluamos lo que es una “buena universidad” nos fijamos en los bienes externos –qué tanto dinero, prestigio y poder se obtiene de una carrera o de una universidad- y no en el bien interno que muchas veces se encuentra desdibujado y totalmente ausente de nuestra conciencia.

Seguiremos sobre este tema, abordando los principios de la ética profesional  en la próxima entrega.

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).