Derrota a tus fantasmas

  • Alejandra Fonseca
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"Había dado comienzo y comenzado a fluir con espantosa rapidez una vida espesa, abigarrada, indescriptiblemente extraña. La recuerdo como un cuento terrible, bien relatado por un genio bueno, pero de una veracidad torturante... La casa del abuelo estaba llena del abrasador humo de la mutua inquina que se tenían todos; aquella inquina envenenaba a los mayores y hasta los pequeños participaban activamente en ella."

Máximo Gorki

Me dijo que ya era humilde. Le creí porque su anterior actitud era de soberbia y ahora actúa y reacciona diferente. Para ser sincera, no sólo menguó su soberbia, también su agresividad y sus impulsos. Antes le saltaba al cuello a quien la cuestionara, tuviera o no sentido. Pero ella tenía sus motivos. Algún día me los confió y tuve que concederle razón. Porque además, mucho de lo que la hizo ser quien era, lo viví junto a ella. Había porqués. Pero hoy ha cambiado. No sé cuánto tiempo la llevó darse cuenta que al seguir así ella misma se hacía daño. No sé si alguien se lo hizo ver. O fue la vida la que se encargó, como siempre se encarga de hacernos ver dónde nos equivocamos. Pero en dos años que la dejé de ver, ya es otra.

Nos conocemos desde niñas y nos queremos desde entonces. Siempre fuimos buenas amigas porque a esa edad admiras a quien enfrenta la vida con arrojo y coraje, con enjundia y valor. Además, a quienes estábamos cerca, siempre nos defendía de todo lo que nos pudiera afectar. Y era muy buena haciéndolo. Nos sentíamos cobijados, porque, textual, nadie podía hacernos daño cuando ella estaba cerca.

Pasó el tiempo y nos hicimos adolescentes. Ella creció en sus motivos de defenderse del mundo que la rodeaba. Era increíble escuchar sus razones porque siempre le atinaba. Siempre se nos escuchaba decir: “Tiene razón”. Su mente era muy avanzada y nunca dudamos de que su actitud justiciera fuera válida y conveniente. Pero la vida cambia y no se puede seguir siendo la misma. Te equivocas si el mundo cambia para que tú sigas igual.

Toda historia humana tiene sus sombras y sus luces. Hay oscuridades muy tenebrosas que sólo quien las lleva a cuestas sabe lo que duelen. Hay quien cubre esas sombras con soberbia, dolorosa e hiriente para la persona misma, porque la soberbia aniquila. A veces se cree que salirle al paso a lo que hace daño, atajándolo, no dejándolo respirar, y quizá, queriéndolo matar de una vez y enterrarlo para siempre, hará la vida más llevadera. Y se tiene la necesidad de sentirse  superior a todo lo que acecha para poder combatirlo y sentir que se triunfa sobre ello. De otra manera no se sobrevive.

En esos tiempos pensábamos que hacerlo por fuera era válido para lo que se lleva por dentro. No sabíamos la diferencia. Que como es afuera es adentro. Y no es así. No se puede enterrar por fuera lo que llevas vivo por dentro: eso que sigue pujante, vibrante.

La volví a ver el pasado fin de semana. Nos encontramos mejor que cuando nos dejamos de frecuentar. En la plática nos confiamos nuestras cuitas, como siempre. Ella noble, atenta, precisa en sus palabras con una claridad que asusta. Quizá un poco confundida y vencida por su propia batalla interior. Aunque tranquila y reflexiva.

En estos años comprendió de que el daño que se sufre por la historia familiar se requiere desactivar, no matar: la familia de origen se acaba, se desintegra: los padres se mueren, los hermanos se van. Todo se deshace. Es algo que ya fue. Pasó. Pero que terminado eso, al seguir en la lucha indiscriminada es porque el enemigo a vencer ya es una misma. Ya no es “lo que te hicieron”, no son los “otros”, es, “lo que tú te estás haciendo a ti misma”. Los demás ya no existen, ya no son. Creaste tus propios fantasmas a imagen y semejanza de aquellos que te hicieron daño, son una copia fiel de lo que ya fue y no es. Y la soberbia que te protegió y cumplió su función en su momento, hoy te impide darte cuenta que eres tú y no otra el enemigo a vencer.

Al verla y escucharla, tan en la derrota consumada de sus propios fantasmas que le dieron tanta vida en su lucha, le comenté: “Ten cuidado en no confundir humildad con falta de dignidad. Derrota a tus fantasmas, pero no te derrotes tú.”

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes