Zapateo telefónico

  • Alejandra Fonseca
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Se acercó al teléfono público. Una muchacha, encaramada en la caseta telefónica, lo ocupaba y reía con libertad y frescura en la conversación que tenía con alguien al otro lado de la línea.

Anochecía. Llevaba un poco de prisa pero al voltear y no ver otro teléfono alrededor, decidió esperar guardando cierta distancia. Total, era el siguiente en la cola.

Pasaron los minutos. La joven, vestida con pants y tennis, continuaba en la relajada y alegre plática. El muchacho la observó: delgada y cabello largo sostenido en coleta, parecía muy divertida en la conversación, que se le antojó, interminable.

--El teléfono es público, dijo con amabilidad y forzada sonrisa el hombre.

La mujer viró la mirada, lo vio de pies a cabeza y lo repasó dos veces, sin dejar el auricular, respondió: “Sí, así es”, y sin inmutarse volvió el rostro al otro lado y continuó en su diálogo festivo.

El joven, un poco molesto por la desfachatez de la fémina, se acercó un poco más a la caseta telefónica y empezó a golpear el piso con la punta del pie derecho de un lado hacia el otro.

Después de un rato donde el golpeteo era insistente, puntual, evidente y hasta rítmico, la muchacha, sin dejar su habla y escucha en el teléfono, viró la cara hacia el suelo para observar esa punta del pie llevar el son, y al seguir el rastro del cuerpo, paso por paso, llegó al rostro adusto del joven.

--Amiga, ahorita te llamo, “alguien” quiere usar el teléfono, se le oyó decir a la joven por el auricular.

Colgó y el joven pasó a la cabina a marcar el teléfono al que le urgía llamar. Engarzado en su actividad, sintió a sus espaldas la presencia de una persona, y escuchó el golpeteo cercano de la punta de un pie, al mismo son y cadencia que él había realizado. De igual manera volteó la cabeza a mirar el pie, y de la misma forma siguió el rastro del cuerpo de la joven hasta toparse con una mirada forzada de hastío y voz atizada: “El teléfono es público”, dijo la mujer en calidad de reto.

El joven inhibió la risa. Volteó el rostro y realizó su llamada sin disimulo de contento. Al colgar se dirigió a la muchacha quien esperaba la respuesta a su reto, y sólo escuchó decirle al hombre: “Acabo de llegar a este lugar y tengo hambre: ¿quiere usted cenar conmigo?”

 

Lo que hace un zapateo...

 

alefonse@hotmail.

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes