Nuestra Señora, La Conquistadora
- Atilio Peralta Merino
Albergada por la Capilla de La Covadonga adjunta a la nave de la parroquia del Convento de San Francisco, y custodiando los restos incorruptos del Beato San Sebastián de Aparicio, olvidada tanto de la historia como de la devoción, se erige en un nicho de vidrio custodiada por el emblema en plata del “águila bicéfala” de la Casa de Habsburgo, Nuestra Señora, La Conquistadora.
La imagen fue donada a la orden franciscana por el cacique guerrero Acxotecatl, célebre en las crónicas de López de Gómara, Alonso de Zorita, y Diego Muñoz Camargo -al menos de las que en lo personal conozco-, por la ejecución de su hijo Cristóbal, dada la insistencia de aquel de constreñirle a dar muestra de verdadera conversión a la nueva fe, circunscribiéndose a vivir en matrimonio con tan sólo una mujer.
Martín Calahorra, como oficial del Santo Oficio, descubre el crimen del cacique que había sido aliado de Hernán Cortés en la incursión sobre Tenochtitlán que culminó con la caída de la ciudad el 13 de agosto de 1521, recibiendo, como una de los galardones por su participación en dicha gesta, la imagen misma de ‘La Conquistadora’ de manos del capitán extremeño.
Mariano Fernández de Echeverría y Veytia refiere que Cortés traería consigo la referida imagen, de la lectura de José Luis Martínez o de Carlos Pereyra, para citar tan sólo a algunos de sus principales biógrafos, o incluso abierto detractores como Fray Bartolomé de las Casas, puede colegirse que tal imagen no era traída desde España por el extremeño, seguramente es una imagen esculpida por manos indígenas, pero acaso no mexicanas, sino esculpida en Cuba o más probablemente en Santo Domingo por manos taínas.
Pese al episodio del peregrinar al Santuario de Guadalupe en su retorno a España, -santuario de cuya imagen era proverbialmente devoto Miguel de Cervantes Saavedra-, como al efecto se trasluce en la trama de “Los Trabajos de Persiles y Segismunda”, y lejos de la afirmación temeraria y carente de todo sustento de Beatriz Gutiérrez Müller: “Ni Cortés ni sus tropas mostraron devoción alguna a la ‘Virgen de Guadalupe’ durante el episodio de La Conquista, teniendo como exclusivo estandarte a la “Virgen de los Remedios”.
En consecuencia, ‘La Conquistadora’ encierra, por sí misma, un arcano digno de ser dilucidado por la antropología y por la historia y acaso, por qué no, también por el devocionario.
Encontrar en el frontispicio de la Parroquia de Santa María Acuexcomac la imagen magnificada de ‘La Conquistadora’ bajo la fecha asentada de manera expresa de 1666, abre, por su cuenta, otra incógnita para la cabal comprensión de toda una región, e incluso, de la vida misma del país.
Tlaxcala, ciudad de origen de Acxotecatl y asiento de la Orden Franciscana que brindó la instrucción en la fe a su hijo y a los demás “niños de Tlaxcala”, incluyendo a los “mártires”, entre los que se encuentra el propio “Cristóbal” y que fueron elevados a los altares por la Iglesia de Roma en los años noventa del presente siglo, observa actualmente una enorme cercanía con Cholula lo que incluiría a sus comunidades más alejadas como lo es la propia Santa María Acuexcomac.
Cercanía que, no obstante, es propia y pregonable tan sólo de los días que corren, más no así de 1531 o de 1666, ante lo que, acaso, nadie como Fernand Braudel en su estudio sobre “El Mediterráneo y el Mundo Mediterráneo bajo el reinado de Felipe II”, pudiera esclarecer hasta darnos el cabal sentido de la transformación histórica de la distancia.
Pienso en lo personal que, siempre aludida y jamás impresa por instancia alguna, la “Relación de Cholula” de Gabriel de Rojas pudiera brindarnos alguna luz sobre el misterio que implica la presencia de la imagen de ‘La Conquistadora’ en el frontispicio de la parroquia de Santa María Acuexcomac.
Experimentado en la filmación fue Alfonso Basaldúa quien llamó mi atención sobre la naturaleza de la imagen incrustada en la edificación de la parroquia de la comunidad cholulteca a las faldas del volcán, dándome posteriormente a la tarea de conversar sobre tal circunstancia con el párroco de la localidad, el “padre” Ezequiel.
Debo confesar que en un primer momento puse en duda la referida observación, ya que las crónicas por mí conocidas no arrojan relación alguna en tal sentido, no obstante, confesando de paso la ignorancia que me asiste respecto a numerosas fuentes, he pensado que, acaso, no pocas luces podrían obtenerse al respecto de aquellas.
En mucho se contribuiría con ello para entender los arcanos profundos de la historia y de la vida del país, cuyas sutiles huellas perduran pese a ser condenados al olvido y a la indiferencia del gran público general, sólo susceptibles de ser percibidas por miradas acuciosas. En consecuencia, y de cara a la ya no lejana celebración de los 500 años de la fundación de la Ciudad de los Ángeles, valdría la pena que la historia de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, en la que se refiere los intríngulis concernientes a la imagen de ‘La Conquistadora’ se editara por parte de alguna de las instancias culturales de la localidad o del país, y ni qué decir de la “Relación” de don Gabriel de Rojas.
Opinion para Interiores:
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De formación jesuita, Abogado por la Escuela Libre de Derecho.
Compañero editorial de Pedro Angel Palou.
Colaborador cercano de José Ángel Conchello y Humberto Hernández Haddad y del constitucionalista Elisur Artega Nava