Reforma judicial: la culpa es de mi gato

  • Rodolfo Herrera Charolet
Entre dimes y diretes, una oposición en desatino y un poder popular absoluto

Me encontraba concentrado en escribir sobre la reciente reforma judicial, con trascendentales modificaciones constitucionales como nunca antes se hubiere intentado. Por si acaso, ese poder se ajustaba a los tiempos, pero nunca se pensó que se perderían sus privilegios. Pues bien, en esas estaba cuando mi gato saltó del lugar en donde escondido se encontraba y atrapó a una lagartija que se había escabullido del jardín. En su hazaña tiró una cerámica que en pedazos quedó en el suelo. Saqué al gato y su presa al pastó mojado por la lluvia, levante y tiré los pedazos del objeto a la basura para nuevamente concentrarme en mi tarea.

Por desgracia, mi deseo académico terminó al igual que ese objeto destrozado. Mi imparcialidad de juicio se esfumó como la lagartija entre las fauces del gato, que entre juego y aburrimiento, terminó como quedaron los partidos, antiguamente poderosos, que ostentaron el supremo poder en México.

Durante muchos años el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional, ocupando la Presidencia de la República, hicieron lo que les vino en gana, sin que las amenazas de una catástrofe de los agoreros de mal augurio intervinieran en las decisiones tomadas por el supremo gobernante. Callados muchos aceptaron sus preventas y en otras aplaudieron sus medidas, no faltaron aquellos que justificaron posteriormente sus fechorías.

Entonces, al igual que el gato que supo saltar en el momento oportuno para no terminar de tajo con la pequeña vida y aguardar para dar el golpe mortal. Sin duda fue una lagartija confiada y a la vez temeraria, pretendió explorar el interior de un hogar que no era el suyo. Error o simple circunstancia de lagartijas que no piensan en el futuro y no saben que existe un feroz gato. Terminó sus días como un juguete más del animal siniestro.

Creo, sin temor a equivocarme, que la aún presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, fue temeraria, soberbia y tonta, porque su erudición e independencia (que se pasaron por el arco del triunfo) no fueron capaz de lograr mantener la independencia del Poder Judicial, que de hecho ha servido a los intereses del dinero, además de las ominosas canonjías de las que disfrutaron durante décadas. Su cacareada independencia y sobrada soberbia, los creyó inatacables, impunes y absolutos. Una clase dorada en donde los privilegios ofensivos fueron restregados en sus caras, frente a los millones de mexicanos que esperan justicia.

En un Estado de leyes, pero no de justicia, el conocer las leyes y las componendas, llevaron a un Poder Judicial al cadalso de la historia; como aquellos reyes que terminaron en la guillotina, aun cuando su inventor, terminó también sus días en su siniestro invento, entre una insurrección del pueblo que linchó tanto gobernantes como revolucionarios.

Como ya se sabe, durante sexenios y décadas, la división de Poderes es mero formulismo protocolario, para no aceptar que ha existido la tiranía de un Poder y que recae en una sola persona, llamado Ejecutivo. En cuanto al Legislativo que se dice es elegido por voluntad y representación del pueblo, es como el gato que vive a mis expensas y reducido a mascota tiene algunas libertades, como atrapar y jugar con lagartijas. El Poder Judicial que se creyó independiente, reducido ahora en simples despojos, no puede ejercer el principio de equilibrio y contrapeso.

Cuando se promulgó la Constitución de 1917, los revolucionarios ejercieron durante ochenta años un poder absoluto y autoritario, de tal suerte que las presiones internacionales provocaron la recomposición de ese poder; primero los revolucionarios dejaron las armas para crear un partido que designó a sus 300 diputados y 64 Senadores de la República, para luego José López Portillo darle chance a la oposición de al menos tener una centena de legisladores, pero conservando el control de la mayoría, esos 100 se convirtieron en 200 pero fueron cargos de las cúpulas y componendas partidistas. La modificación del pacto federal en cuanto a la representación de las entidades llevó a las senadurías “pluris” y así se duplicó esa cámara a 128 legisladores.

Hasta 1997 puede decirse que la división de poderes fue una ficción, voluntad escrita que en los hechos era manoseada con distintas argucias. El poderoso presidente de la República concentró y ejerció el poder, aquel que en sus últimos días de sexenio era olvidado y relegado al juicio de la historia, una autocrática que posiblemente el contrapeso era el mismo, cuando el sentimiento profundo lo llevaba a comprender que era necesaria una democracia, de un pueblo que requería pan y circo, además de los mentados programas sociales.

Todo esto fue posible gracias a los diputados a modo. En la época revolucionaria era el equilibrio de las fuerzas beligerantes, en la modernidad los acuerdos cupulares con los partidos de oposición simulada de ideologías chapuceras, que únicamente se concretaron en satisfacer a sus dirigentes. El Poder Legislativo en la práctica no ejerció el principio de equilibrio y contrapeso, porque fue conformado de representantes subordinados al Presidente y a las dirigencias partidistas, en donde acataron disposiciones de quien los puso.  En la época del poderoso PRI, los jerarcas de los sectores fueron convidados de la representación popular en las cámaras, caciques y hasta empleados de medio pelo, se encumbraron desde el Legislativo, en donde sin reelección encontraron el modo de estar al servicio del presidente y/o gobernador de su estado.

Así que no existe nada nuevo, en el hecho de que diputados y senadores voten todas las iniciativas presidenciales, en donde la ocurrencia individual legislativa es únicamente una forma de simular la democracia. Durante décadas, fueron los legisladores quienes aprobaron las ternas para la designación de los ministros y magistrados que el titular del Ejecutivo les impuso. Así que el mentado Poder Judicial, ha estado integrado por jueces a modo de la voluntad del presidente en turno, dejando de ser un equilibrio y contrapeso del poder.

Así que durante ochenta años el Presidente de la República fue también el presidente de facto del partido en donde el reparto de curules federales y locales, gubernaturas y presidencias municipales, fueron decisión de un solo hombre.

Las reformas de los años noventa dieron pie a los árbitros electorales y los entes públicos autónomos, como parte de los acuerdos de cumplir una agenda internacional que demandó mayor apertura en el país, propiciaron un fortalecimiento de la democracia nacional, aun cuando la costumbre de servir al poder ha sido lo cotidiano en la clase política, que ahora se reelige quien se porta bien con sus dirigencias en algunos de los casos, y de lo que adolece la actual oposición a través de componendas de sus cúpulas.

Así que no resulta extraño que, en el Senado de la República dos senadores del extinto PRD se sumaran al tren de la 4T y se alejara de sus antiguos aliados que los llevaron al poder, sabedores de que son barcos partidistas que se hunden. Mucho menos es de asombrarse, que un senador panista que ve por sus propios intereses y los de su familia, encuentre la oportunidad de negociar con su voto las fechorías cometidas.

Así que la Presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en ese afán protagónico de creerse el cuento de la división de poderes, demostrara su desprecio manteniéndose sentada en un evento protocolario sin la cortesía hacia la investidura presidencial; luego llevarle las contras en decisiones coyunturales, para finalmente enfrentarse a los dos poderes. Así que el gato jugó y mató a la lagartija sin remordimiento y en simple demostración de poder.

La realidad de la oposición que se resume en las siglas del PAN, PRI y MC en el Congreso de la Unión no tienen los votos requeridos para recurrir a la SCJN para que declare inconstitucionales las reformas y leyes como lo hicieron las LXIV y LXV Legislaturas. Para hacerlo, requieren tener 33 por ciento de legisladores de una u otra cámara del Congreso.

Todos los presidentes al final del sexenio se encuentran solos. Los aduladores dirigen sus pasos hacia el nuevo gobernante, mientras que al mermado mandatario que va de salida es el momento preciso para el cobro de facturas.

¿O no lo cree usted?

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Rodolfo Herrera Charolet

Licenciado en Administración de Empresas. Escritor, articulista, periodista, pintor, exdiputado del H. Congreso del Estado y exfuncionario público del Gobierno del Estado de Puebla. Autor de más de veinte libros, en su mayoría sobre temas de corrupción y denuncia pública.