Marín está en el corazón, en el alma, en el pensamiento del candidato marrón, en su pensamiento, en su narrativa, en su discurso; ahí vive y permanecerá para siempre. Es más que una realidad. Es una triste condena.

Marín está en su estrategia político-electoral, en su coalición; está inmerso en lo más profundo de su trayectoria política. Son almas gemelas, inseparables, inconfundibles.

Marín está en todo su equipo de trabajo, en los nombres y apellidos, en los expedientes que los culpan, que los señalan; está en el círculo de poder más estrecho, en la burbuja de esos elegidos.

Marín está en el nacimiento, la confirmación, la primera comunión, en los pecados del que quiere sentarse en el trono; también en su redención, en su resurrección. Lo acompañará hasta que termine de crecer políticamente.

Marín está en la sombra, en el reflejo, en la opacidad, en el resplandor del candidato marrón; está sobre sus huellas, sobre sus pisadas, sobre su andar. Tienen el mismo camino, el mismo destino.

Marín está en las críticas, las denuncias, en las voces ásperas que no cesan, que no lo dejan descansar, que lo persiguen; está en el eterno escrutinio de Lydia, su peor pesadilla.

Marín está en este proceso con toda la enjundia, con sus claros propósitos de influir y ganar, de arrebatar el triunfo a través de su alumno preferido.

Marín está, en fin, en todos los mítines que recorre el candidato marrón, agrupando, llamando, convocando, reuniendo, invitando, dialogando… incluyendo; estará en cada palabra que pronuncie su pupilo.

Estará en toda la campaña, pero menos en el corazón de los poblanos, de los ciudadanos que exigen un gobierno diferente, un futuro menos incierto, un cambio de rumbo. Estará en todo, menos en el triunfo del 2 de junio.

@elmerando

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