El país, un cuadro de simulación preocupante

  • Xavier Gutiérrez
Es tiempo de reformas a fondo; es necesario que se diseñe para el país un nuevo sistema democrático

En vista del “éxito” obtenido, parece que se hace necesario que se diseñe para el país un nuevo sistema democrático.

Una reforma de fondo. Que toque todo, o casi todo.

Empezando en primerísimo lugar por los partidos. Luego, o en paralelo, los órganos de representación. Las Cámaras, congresos de los estados, incluso ayuntamientos.

La razón es una y prácticamente nadie la quiere ver:  el grueso de la ciudadanía no cree en sus mecanismos de poder, representación y de justicia.

El tema se aborda de soslayo. De lejos. Quienes ejercen el poder -o aspiran-  en todos sus niveles lo saben, lo sienten, lo palpan…

Cada vez son más débiles sus sustentos de poder. La representación es endeble, discutible, artificial en otros casos.

A escala nacional se vive un fenómeno excepcional. Un hombre popular y fuerte concentra un apreciable y sostenible grado de aprobación. En algunos estados el fenómeno se replica en cierto grado. Pero esto no es la característica general.

Este modelo no es satisfactorio ni da los resultados deseables. Lo excepcional no puede tomarse como lo normal.

Este peculiar estado de cosas así está y lo sostienen. Lo toleran o se sirven de él, funciona “a la mexicana”, pero no es lo saludable para el país.

Otras naciones andan igual o peor, pero ello será su problema.

Aquí hay pruebas elementales que ponen en duda el peso de nuestra democracia. Si uno pregunta a cualquiera no sabe quién lo representa como diputado a senador, menos conoce a sus regidores. Tampoco tienen claro quiénes aspiran al poder, para qué, con qué ofertas, mucho menos evalúan a los que por los puestos pasan, se alternan y renuevan cada tiempo. Tampoco cree en la justicia y el ciudadano común no resulta ejemplar si de cumplir la ley se trata.

Es obvio que los partidos se aprovechan de este clima y, sobre todo, de la inercia automática y de costumbre: la gente va a votar más por tradición cívica que por la convicción e interés mínimos.

Así, los partidos y la clase política multicolor procuran, estimulan y sostienen su zona de confort.

Esta especie de campo de golf, apuntalado por la apatía, la comodidad y el desdén por abajo, se anuda con la comodidad, bonanza, abuso y rapacería por arriba.

Y se conforma de este modo un escenario de “placer” y holgura. Es una estructura escénica enorme, con andamios de artificio, adornos y resultados nulos.

La sociedad tiene su parte, gran parte. Medio cree en sus representantes, medio cree en los partidos, medio cree en sus gobiernos, medio aprueba al poder.

Medio, medio, medio…así se construye un ambiente mediocre.

Flota, navega, consume, vive en su mundo… y deja vivir.

En ciertos niveles académicos o de estudios especializados hay plena conciencia de esto, pero no tienen el peso o la influencia para incidir en cambiar el estado de cosas. Otros estamentos de esta calidad son parte de la nomenclatura inamovible.

Otros más que quisieran actuar o presionar se topan con núcleos de poder que dan sustento al aparato que sostiene toda la estructura y ahí nada pasa. Están, por ejemplo, los sindicatos, los organismos empresariales, los poderes fácticos: medios, clero, las castas divinas de poder multimodal.

Los órganos responsables de procurar y hacer justicia están en la misma condición. El grueso de la ciudadanía no cree en la justicia y cada vez menos denuncia. La variedad delictuosa no se sanciona, por la enorme cantidad de transgresores en cada rubro, o por el dinero para evadir el peso de la ley.

Esto no obstante, de las corporaciones de justicia parten autoelogios, se erigen como figuras impolutas, gozan de privilegios y reaccionan con virulencia ante la sospecha, la crítica o los afanes de renovación. La realidad: una justicia entre las peores del mundo y un Ejército privilegiado de togados como del primer mundo.

Este paisaje casi idílico de simulación abigarrada, como cuadro pintado al gusto del cliente, cada vez tiene más grietas, tachaduras, descomposición del lienzo y mal olor.

Desde el poder y desde abajo, de todos lados, tiene que haber iniciativas y acciones de una reforma a fondo, gradual y programada.

El disimulo mal cosido no puede durar al infinito.

Pero, la mejor opinión es la de usted…

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xgt49@yahoo.com.mx

 

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.