La democratización del éxito escolar

  • Juan Martín López Calva
La diversidad e igualdad son condiciones propias de una sociedad democrática y de toda educación

Hay mucho trabajo por hacer para democratizar no solo el acceso escolar, sino también el éxito. Es un trabajo que requiere la implementación de lo que denomino como «pedagogía diferenciada», que debe ser capaz  de identificar las necesidades de todos y cada uno de los niños de la mejor manera posible.
Debe conjugar el «derecho a ser diferente» y «el derecho a ser similar». Todos los estudiantes tienen el derecho a ser tratados por su singularidad, pero también deben sentirse llamados a compartir el conocimiento. En resumen, la escuela debe construirse para el aprendizaje y no para que cierto aprendizaje resulte imposible debido a su propia organización.
Philippe Meireu. La educación solo es aceptable si se articula desde la libertad.
Vicens Vivens Blog.

 

La educación en nuestro país vive tiempos críticos, en el doble significado con el que usamos este término. Por un lado, se trata de una etapa de crisis en el sentido de que nuestro sistema educativo padece desde hace décadas múltiples problemas de pésima calidad en los aprendizajes y de una gran desigualdad en la calidad formativa que reciben los sectores privilegiados y la que medio reciben las grandes mayorías empobrecidas y excluidas del desarrollo. Esta dimensión crítica se ha visto ampliada y profundizada por los efectos de la pandemia en la que debido al cierre de las escuelas, las generaciones actuales de estudiantes han sufrido enormes pérdidas en los aprendizajes.

Para completar este escenario crítico en términos de carencias y desafíos, estamos en el último tercio de un sexenio en el que, contrario a la prometida revalorización del magisterio y la mejora de las condiciones en las que se educa a las nuevas generaciones que expresó el actual Presidente en sus discursos de campaña y su programa electoral, la educación ha sido prácticamente olvidada y está totalmente fuera de las prioridades de este gobierno que paradójicamente, se anuncia como una gran transformación histórica pero olvida que sin una buena educación no hay cambio social posible.

Por otra parte, nuestro sistema educativo se encuentra ahora en una etapa crítica en el sentido etimológico, es decir, en una etapa de análisis para la toma de decisiones. En efecto, en términos de educación el país vive hoy en un momento de cambio en el que se ha anunciado una nueva propuesta curricular para la educación básica y media superior que ha tenido varias modificaciones y que aún no termina de definirse ni de fijar las reglas para echarse a andar ni siquiera en la etapa piloto que se había anunciado.

La intención de esta nueva propuesta y de la (contra) reforma educativa aprobada por los legisladores y parcial y deficientemente iniciada a nivel organizativo y operativo era atendible y pertinente, puesto que se anunciaba entre sus objetivos principales la democratización de los aprendizajes y de la vida escolar en general, para combatir las desigualdades y las visiones elitistas que se atribuyen -no sin cierta razón- a la llamada educación neoliberal basada en la meritocracia.

Hace ya un buen tiempo que se concibe y se ha incluido en la legislación el derecho humano fundamental a la educación, a la que deben tener acceso todos los niños y niñas de este país, sin distinción de clase social, ideología, raza, credo, situación económica o cultural.

Si miramos el desarrollo del sistema educativo nacional a lo largo del siglo veinte, en el período del viejo régimen post-revolucionario de partido único, podemos hacer críticas razonables y bien fundamentadas sobre muchos elementos que no se lograron desarrollar, pero si se mira objetivamente, en las prácticamente ocho décadas de hegemonía priista, resulta justo reconocer que se avanzó un buen trecho en una de las dimensiones de la democratización y del cumplimiento del derecho a la educación: el del acceso a la escuela.

En efecto, el sistema educativo mexicano a pesar de las dificultades geográficas, económicas, multiculturales, políticas y de desigualdad, logró avanzar bastante en términos de la cobertura, construyendo escuelas en prácticamente todo el territorio nacional y habilitándolas -de forma desigual pero casi total- para que la gran mayoría de los niños y adolescentes pudieran acceder al proceso de escolarización.

Sin embargo, queda mucho camino por recorrer. Las condiciones de las escuelas en términos de instalaciones, servicios básicos -como agua potable, luz, profesores suficientes para cubrir cada grado escolar, etc.- y de equipamiento -material didáctico, mobiliario adecuado y suficiente, conectividad y dispositivos tecnológicos para el aprendizaje- son claramente deficientes y aunque se tenga una cobertura aceptable en términos cuantitativos, no se puede hablar aún de democratización del acceso a la escuela en términos de equidad.

Si esto pasa con la democratización del acceso a la escuela, en el ámbito de la democratización del éxito escolar del que habla Meirieu en la cita que abre este artículo, los desafíos son mucho mayores y muy difíciles de enfrentar en las condiciones de prioridad y presupuesto que se otorga a la educación en nuestros días.

Como señala el pedagogo francés, hay mucho trabajo por hacer para avanzar en esta democratización del acceso y del éxito escolar. Para este trabajo se requiere como él dice, una “pedagogía diferenciada”, que detecte y atienda las necesidades concretas de cada niño y niña de la mejor forma que sea posible para un país de nuestro tamaño en términos de la economía mundial.

Esta pedagogía es necesaria hoy más que nunca, porque estamos en tiempos en los que a nivel planetario ha surgido la consciencia del respeto a la diversidad, por lo que se tiene que educar en el “derecho a ser diferente” pero al mismo tiempo en el “derecho a ser similar”, a ser tratado de forma igualitaria a todos sus compañeros y compañeras sin importar que no piense o viva como ellos.

Tratar a cada educando en su singularidad, educándolo también en el compartir el conocimiento con los demás y en la construcción de visiones, conocimientos, valores y significados en común, como parte de una comunidad escolar, local, regional, nacional y planetaria.

Por esta doble condición de diferencia e igualdad, propia de toda sociedad democrática y por lo tanto de toda educación que busque formar a los futuros ciudadanos con una visión y capacidades que promuevan el crecimiento y la consolidación en democracia en su comunidad, en el país y en el mundo entero.

Educar en las aulas en esta doble dimensión de diversidad e igualdad no es nada fácil. Los docentes tenemos que cambiar nuestra mentalidad homogeneizante que mira a los estudiantes como si fuesen todos iguales o bien individualiza, pero olvida los elementos de construcción en común que son parte inherente de nuestro ser estructuralmente comunitarios. Democraticemos el éxito escolar.

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).