Energías renovables, máscaras verdes

  • Rafael Alfaro Izarraraz
La ONU dió “cheques en blanco” para la explotar los recursos naturales con mentiras

La tierra vive constantemente transformaciones de su clima, en tanto que se trata de un mundo asociado a la vida del cosmos, con las particularidades que puede tener cualquier objeto estelar en algún rincón del fluir eterno en el que vivimos y que la modernidad científica e imperial llama universo. La transformación del fluir eterno de corte filosófico en universo significó un cambio en razón de que el mundo que nos rodea fue vestido con un ropaje adecuado para iniciar la “odisea” humana de “conquistar” naturaleza y cosmos.

Dicho sea de paso: lo bueno es que no encuentran vida en ningún lugar de lo contrario imaginemos lo que ocurriría con estos aprendices posmodernos de conquistadores. Si buscan encontrar vida, deberían de abstenerse de aventuras estelar imperiales.

Con el término cambio climático se quiere decir que el clima en el planeta tierra puede ser extremoso o de elevadas temperaturas y que siempre está en constante cambio. Una muestra de ello son los resabios que quedan al observarse el hecho de que existan polos cubiertos de hielo y lugares extremadamente desérticos, combinados con temperaturas promedio. Junto al anterior concepto, existe otro: el calentamiento global. Este término comprende, lo que ahora ocurre en el planeta, como el deshielo de los polos, el incremento del caudal de los océanos y el aumento de su temperatura que incide en cambios de la temperatura global promedio. La causa de acuerdo a la ciencia oficial mundial es que se trata de un fenómeno antropocénico.

Este término se ha orientado a cargar la responsabilidad del daño ocasionado a la naturaleza debido a su presencia en el planeta de los seres humanos, en abstracto y sin especificar responsables. El daño al planeta proviene de la actividad capitalista y sus élites y su propuesta de convertir los bienes de la naturaleza en mercancías y ganancia, del capitaloceno.

El antropoceno generaliza y universaliza como si todos fuésemos responsables de ello. Es un término moralizante que nos induce a un tipo de acciones ordenadoras de comportamientos como dominación, cuyo castigo es ahora no uses bolsas de plástico ni popotes que en el fondo no llevan a ningún lado, solamente pretenden cargar sobre la humanidad una culpa que no le pertenece. Son acciones que permiten medir a las élites la influencia tienen en la sociedad sus mentiras. Está bien hacerlo pero críticamente. Lo de los plásticos, de fondo, no lleva a ningún lado porque esas acciones no se encadenan al problema central, el capitaloceno. El incremento de la temperatura de la tierra ha oscilado entre 1° y 2°, hasta antes de la aparición del capitalismo. La actividad humana en la tierra antes de que surgiera la era industrial actual, de acuerdo a los registros existentes, no interfirió en el cambio climático, como ahora ocurre con el capitalismo.

El surgimiento de la era industrial capitalista según algunos estudiosos prevé que para el año 2100 la temperatura aumente hasta 4°C. Se trata de “una temperatura que en épocas pasadas ha implicado que no hay hielo en ninguno de los polos”. Lo anterior de acuerdo al paleoclimatólogo Lee Kump, citado por Benjamin Y. Fong (https://www.nytimes.com/es/2017/11/24/espanol/opinion/la-crisis-climatica-es-culpa-del-capitalismo.html). Y la vida adaptada al ambiente igualmente no encontrará condiciones propicias para sobrevivir a este fenómeno socialmente creado del calentamiento global. La verdadera causa del calentamiento global, como lo apunta Fong, emerge con la sociedad industrial; es el resultado de la aparición de un tipo de sociedad que bajo el argumento egoeurocéntrico, de que el hombre es el centro del universo se ha propuesta como meta dominar la naturaleza que en realidad es un discurso que oculta el hecho de que se trata de una máquina para hacer ganancias y acumular riquezas sin fin.

Ante el calentamiento global la respuesta de los capitanes de la sociedad industrial ha sido el impulso de acuerdos a nivel mundial como la creación de las políticas de sustentabilidad, a través de la ONU, que no son otra cosa que cheques en blanco para que la industria incremente la explotación de los recursos naturales con mentiras de que los está preservando para generaciones futuras. Está claro que no habrá generaciones futuras en breve y que si no se pone un hasta aquí a la actual manera en que la sociedad industrial destruye la naturaleza no habrá vida a la vuelta de la esquina. El surgimiento de la sustentabilidad fue parte de una disputa entre los auténticos ambientalistas cuya fuerza cuestionadora de la sociedad industrial y su impacto en el ambiente fue ocultada por el discurso manipulador y universalizante de la sustentabilidad que, por cierto, nadie cumple, salvo en algunos detalles, y la ONU solamente hace el ridículo año tras año posponiendo todo.

Un ejemplo es la actual pandemia. Aun cuando el origen zoonótico del SARS-Cov2 está investigándose y existen dudas que deben mantenerse acerca de su origen debido a las bioguerras, si la hipótesis del origen zoonótico fuese cierta, entonces estamos ante un fenómeno relacionado con el calentamiento global y la explotación industrial de los recursos naturales que ha hecho circular y mutar virus sumamente peligrosos que se liberan con la minería-avaricia y el deshielo de los polos. Si la distribución desigual de las vacunas sigue, es muy probable que la irresponsabilidad de las grandes potencias nos conduzca a la multiplicación de las cepas del virus en los países neocoloniales y que de ese infierno no escapen los países ricos pues las vacunas actuales no han mostrado una eficacia con respecto a las nuevas cepas del virus como para dormir tranquilos. Así es que la concentración de vacunas es un peligro por el que nos deberíamos movilizar.

Otra opción que se maneja actualmente contra el calentamiento global, son el uso de energías renovables. Como parte de las estrategias del “capital verde” que está detrás de ellas, éstas se han manejado como opuestas y contrarias a las energías fósiles, con cuyo discurso aparentemente radical ocultan que en realidad se trata de dos proyectos en donde, de implementarse ambos, uno no puede existir sin el otro, con todas las implicaciones a que esto conlleva. Esto no lo pueden decir porque es una estrategia de guerra del capital. Lo que conduce a entender que el “capital verde” maneja un discurso engañador que en el fondo no es que esté opuesto a las energías no renovables sino que está, como siempre ocurre, llevando a cabo una guerra de desgaste para apropiarse de ellas. Pues, como lo muestra la crisis de Texas, una no puede existir sin la otra, aunque las no renovables son indispensable para la existencia de las energías renovables o “verdes”. En la vida real, en el fondo de esta disputa entre las energías, está el debilitar la función pública para que el “capital verde” complete el ciclo de la producción apropiándose, como es nuestro caso de la CFE.

En los países latinoamericanos, en donde la industria occidental coexiste con una economía tradicional, autosuficiente, de cuidado del medio amiente, poco a poco, ante la indiferencia de los gobiernos locales, es ocultada una y otra vez ante un discurso hegemónico que rechaza cualquier otra forma de mirar a la naturaleza. El gran problema es que naciones enteras respaldados por nuestras instituciones infectadas del virus de la sustentabilidad, han asimilado la narrativa verde colocándose una máscara que poco a poco va transformando el discurso sustentable y de las energías renovables en una máscara verde que se traduce en un discurso dominante, hegemónico, imperial, ordenador de conductas.

La solución está en el ponerle fin a la explotación y conversión de la naturaleza en ganancia, al capitaloceno y a las máscaras verdes.

¿En cuántos grados ha logrado el capital verde bajar el calentamiento global?

Anteriores

Rafael Alfaro Izarraraz

Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.