Imagen pública y poder político

  • Alberto Pacheco Márquez
La imagen pública tiene más peso que la propuesta, porque primero se observa

Quiero empezar con una situación ocurrida a quien esto escribe.

Hace algún tiempo, un excelente amigo que es alcalde en funciones, me convocó para apoyarlo a definir una estrategia efectiva para acercarse a los empresarios asentados en su comunidad, pues me comentaba sobre lo difícil que le resultaba poder lograr lazos con ellos.

Mencionaba que no lo recibían y que, si lo hacían, no le prestaban atención; en resumen, sentía que no le tenían ningún respeto siendo que es el alcalde.

Le dije que su apariencia no comunicaba autoridad ni poder y mucho menos confianza, algo básico para establecer de manera intrínseca las relaciones jerárquicas e incluso de respeto entre los individuos, aplicado el clásico de COMO TE VEN, TE TRATAN.

Muchas veces, la imagen pública, tiene más peso que la misma propuesta a realizarse, debido a que lo primero que hacemos es observar y posteriormente escuchar.

Un alcalde o cualquier servidor público debe cuidar de sobremanera su imagen, ya que de ella dependen aspectos básicos de lo que quiere proyectar, puesto que imagen es percepción.

La imagen es característica, es decir elementos que le son propios, exclusivos y particulares y los cuales definen a un actor político del resto. Son capacidades y habilidades porque en cada momento la competencia por el poder requiere de actuar con flexibilidad y sentido de oportunidad y de poner a prueba los recursos de que se dispone.

La imagen también es atributos, porque mucho de lo que envuelve al ejercicio de la política está formado a través de percepción, de sensaciones, de expectativas y especulación.

La imagen es estímulos y mensajes, requiere ser comunicada a determinados sectores y grupos específicos. Este es el aspecto de proyección, difusión y comunicación que la vida moderna ha impuesto a la imagen de los políticos y que prevalece en una sociedad mediática, donde la política para ser, antes tiene que parecer.

¿Cómo mi amigo alcalde iba a poder captar la atención de los hombres de negocios proyectando mediocridad, vistiendo un outfit sumamente deficiente, sin pulcritud, ropa demasiado grande y mal combinada? Ser del pueblo no implica vestir como de pueblo, algo que aún hoy, muchos políticos no comprenden.

Una imagen exitosa en el ámbito político requiere de cubrir el aspecto cualitativo de la percepción formada por un flujo de comunicación entre los actores políticos y la sociedad, es decir, para ser eficiente, una imagen política requiere de ser valorada de manera positiva.

La imagen sirve para desarrollar poder, fortalecer el liderazgo y permanecer en la esfera pública como protagonista, construir una imagen política sin una base de poder resulta una tarea inútil. La premisa fundamental de la imagen política es que debe ser competitiva, por lo que, sin siquiera decir palabra alguna, la simple presencia imponga respeto y admiración.

La imagen política es un recurso que, utilizado de manera inteligente, eficiente y estratégica, nos sirve para distinguirnos de nuestros competidores. Ser un político de nivel es mantener una congruencia y estilo que realmente validen el rol social que le ha sido asignado, es decir, la imagen política se utiliza para ampliar las capacidades de competencia, posicionamiento, diferenciación y rentabilidad electoral.

Respecto a la relación entre gobernantes y gobernados, la imagen nos permite romper condicionamientos, barreras y prejuicios en la comunicación con la sociedad.

También, los políticos utilizan su imagen para formar, negociar, conducir y desarrollar relaciones de mutuo beneficio con los ciudadanos, las organizaciones, los grupos de intereses y otros actores políticos.

La imagen política debe ser, ante todo, de liderazgo, pero de liderazgo basado en el servicio, inspiradora, capaz de contagiar una visión tan poderosa que todos a su alrededor la asimilen y por supuesto de competencia, ya que la competencia es lo que trasciende la visión a la realidad. 

La imagen de un político debe proyectar seguridad y confianza en sí mismo, debe ser un negociador eficiente y saber conducir a los grupos, agregándolos en torno a su proyecto social.

La imagen política debe seducir y persuadir, debe ser capaz incluso de polarizar y manipular la opinión pública cuando le es adversa, sin faltar a la verdad y la honestidad.

Ante sus adversarios, un político debe ser tal que su fortaleza no esté a discusión, debe mantener una actitud sobria y digna y en gran medida, estos aspectos los cubre desde la manera en que se expresa y se viste, puesto que la mediocridad en ese par de aspectos, es sinónimo de deficiencia en las competencias.

Si bien, nada es más voluble que la opinión pública, la imagen en política es selectiva, ya que solo hay un ganador, el que logra conjuntar una mayoría y se pone al frente de ella, siendo percibido como un integrante extraordinario, pero igual.

La imagen no es vanidad en lo absoluto, es capacidad, pulcritud, inspiración, profesionalismo...

Nos vemos cuando nos leamos.

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Alberto Pacheco Márquez

Especialista en Desarrollo Regional y Gestión de Inversión Extranjera y Conferencista. Se desempeñó en el sector público y privado en México como en el extranjero. Dedicado a la vinculación entre México y Polonia