Bioglopolítica, el poder de la biotecnología
- Rafael Alfaro Izarraraz
La naturaleza es una potencia. Es muy fácil comprenderlo. Se puede colocar una semilla a unos cuantos centímetros de la superficie terrestre y al cabo de un tiempo se podrá ver que de la semilla brotará algo distinto a la semilla en forma de planta. Si alguna persona alza su mano no podrá sostenerla demasiado tiempo porque se encontrará con una fuerza que le obligará a bajarla. Las aves vuelan por los aires sin necesidad de que alguna máquina los haya producido y creado con mecanismos interiores que les posibiliten volar.
Las montañas, la flora y la fauna que las habita y cuya belleza estética se pierde cada día al destruirlas, no requirió de la existencia de algún pintor o arquitecto que las diseñara, pues poseen una fuerza intrínseca que hace de su existencia un juego de fuerzas y potencias que le han proporcionado la vida. Existen miles de millones de microorganismos así como partículas, igual por miles de millones, invisibles a nuestra mirada que cohabitan entre sí y con el ambiente al que pertenecen, incluidos nosotros mismos.
La atmósfera que cubre la tierra es única en nuestro universo solar. Ningún planeta tiene las características de la tierra en las que se pueda generar vida. La capa que cubre la tierra es la única que puede equilibrar las temperaturas de la tierra en entre 15 y 18 grados centígrados en promedio, situación que no se encuentra en ningún otro lugar del sistema solar. Decir que se busca vida en otro planeta es un cuento chino. En el fondo se hace negocio y política con el cosmos debido a la increíble atracción que genera el universo entre la población.
Con las mentiras de que se anda en la búsqueda de vida en otro planeta se han amasado fortunas y son la base de la actual era digital, satelital, de las redes sociales y la guerra. En la tierra se mueren millones por hambre y ahora mismo el hambre y miles de millones de seres humanos viven una auténtica tragedia. Gente nada estúpida anda buscando instalarse en la luna para de ahí establecer nuevas formas de poder económico y supremacía en el ciberespacio. Esa es la ciencia actual y también del pasado, un negocio.
Ni la vida natural ni los miles de millones de microorganismos que se mueven y multiplican conforman estructuras apacibles y dosificadas de un tipo de virtud que las haga dóciles y sujetas de conductas susceptibles de ser “dominadas” o domesticadas para beneficio de los seres humanos. Esa es otra mentira. Lo que hace la ciencia es negocio como ahora ocurre con la actual vacuna. Primero se daña a la naturaleza, aparece un virus, se pasa a una tragedia humana y luego los laboratorios de las multinacionales hacen los negocios de su vida, literalmente.
Los millones de virus y bacterias que el extractivismo libera de las profundidades de la tierra o los que se emergen de los deshilos nos dicen que habrá nuevas pandemias, que no sabemos ni cuándo, ni dónde, ni en qué momento, como ocurrió con la actual. La naturaleza es una potencia activa e impredecible. El punto es saber en qué momento puede ocurrir una tragedia aún más grave ante la cual las viejas técnicas de la ciencia actual no puedan reaccionar. Digo viejas y nocivas porque pasó un año aproximadamente para que apareciera la vacuna, luego del desastre humano que no se detiene.
La pandemia actual nadie se la esperaba, salvo algunos estudiosos del medio ambiente que preveían la destrucción que se estaba gestando desde la década de los años setenta del siglo pasado. El punto es que la pandemia ha sido un punto de inflexión y hemos pasado de la biopolítica foucaltiana del capitalismo a la bioglopolítica. Al control ya no del cuerpo de las personas sino de la humanidad como tal. Ahora la bioglopolítica es una nueva etapa de la biopolítica que se aplica a nivel mundial. La bioglopolítica es el control de la humanidad por las multinacionales de la biotecnología.
Dijo Edgar Morín que nos gusta sentimos tranquilos y felices. Pero esa no es la respuesta adecuada de las personas que tienen una manera de ser propia. El acomodarnos a las circunstancia es la peor de las actitudes. Debemos evitar la heteronomia. La naturaleza es una potencia y no sabemos cómo habrá de reaccionar. Nuestra madre tierra está herida y molesta, rabiando por el daño se le ha causado. Está bien la vacuna, pero la propaganda mundial nos quiere hacer olvidar el verdadero origen de la tragedia: la conversión de la naturaleza en una mercancía.
Schopenhauer (filósofo alemán y autor de El mundo como voluntad y representación) entendió que lo que habita en la tierra es una imagen que es inspirada por una voluntad: la “perfecta adecuación del cuerpo humano y animal a la voluntad humana y animal en general ... Por eso las partes del cuerpo han de corresponder plenamente a los deseos fundamentales por los que se manifiesta la voluntad, han de ser la expresión visible de la misma: los dientes, la garganta y el conducto intestinal son el hambre objetivada; los genitales, el instinto sexual objetivado; las manos con capacidad de tomar los objetos, los pies veloces, corresponden al afán ya más mediato de la voluntad que representan”.
“Así como la forma humana general corresponde a la voluntad humana general, también a la voluntad modificada individualmente, al carácter del individuo, le corresponde la corporativización individual, que es característica expresiva por completo en todas sus partes...”. El filósofo alemán creía en la existencia de una divinidad que se representaba como una voluntad en la tierra que era la que dotaba de poder a las cosas existentes para que, como citamos en los primeros párrafos, poseyeran la fuerza y potencia que los anima y les proporciona la vitalidad de vivir.
Cito a este filósofo y sus creencias teológicas porque su obra ayuda con sus ejemplos a comprender que la naturaleza es una potencia a la que se debe respetar. En ese sentido se nos ha educado mal (o tal vez deberíamos decir “domesticado”) después de que por más de 500 años nos han enseñado a representarnos a la naturaleza como un objeto inerte cuya única función es proporcionar bienes y servicios a los seres humanos. Y es tanto el enraizamiento de esas ideas que ha logrado en nosotros un puente hacia la actual posmodernidad: que ese poder haya sido sustituido por un poder terrenal, que primero da origen a las causas de la pandemia y ahora nos vende la solución.
Vamos de tragedia en tragedia, de la biopolítica a la globiopolítica, al poder biotencológico de las multinacionales sobre el género humano. ¿Hasta cuándo soportará la madre tierra la arrogancia de algunos seres humanos? Yo le decía a mis alumnos en 2019, en clases de Ciencias Ambientales, que estábamos sentados en una especie de barril de pólvora que no sabíamos cuando estallaría. Al siguiente semestre estalló el barril…
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Periodista por la UNAM, maestro por la UAEM y doctor en Ciencias por el Colegio de Postgraduados-Campus Puebla. Es profesor del Doctorado en Ciencias Sociales de la UATx y Coeditor de la revista científica Symbolum de la Facultad de Trabajo Social, Sociología y Psicología.