Biden y México no la tienen fácil

  • Francisco Jiménez Villa
Con Biden no habrá cambios en los temas torales como migración y narcotráfico

Con “berrinches” y “rabietas” es que Trump desea defender lo indefendible. Perdió y el “pueblo bueno” –dirían aquí por la aldea- votó. El 20 de enero de 2021 seremos testigos de la toma de protesta del Demócrata Joe Biden, que se convertirá en el Presidente número 46 de los Estados Unidos de América. Pero no la tiene, ni la ha tenido fácil. 

“Es hora de bajar la temperatura y cerrar heridas, mirarnos, escucharnos de nuevo y dejar de ver a nuestros oponentes como rivales. No lo son, son estadounidenses”, dijo Biden junto a Kamala Harris, quien será la primera mujer en ser vicepresidenta de los Estados Unidos. La victoria en las elecciones del candidato demócrata, Joe Biden, devuelve la confianza a quienes esperaban un giro inmediato en la conducción del país del norte. Biden ha dado muestras, como vicepresidente y mandatario electo, de su talante institucional, su concepto de unir en vez de dividir, su respeto por la diversidad, su preocupación por la pandemia y por el medio ambiente. Todo lo contrario a su derrotado oponente, Donald Trump, quien se niega a reconocer el triunfo demócrata y demandará el resultado. Los retos que le esperan son grandes. Y los electores norteamericanos al parecer así lo entendieron al votar copiosamente por los Demócratas. Al final ni los Republicanos, ni Trump están muertos con los más de 70 millones de votos que obtuvieron. 

Su llamado a la unidad y la cordura son el mejor aliciente para los difíciles cuatro años que le corresponderán a partir de enero del próximo año. Deberá enfrentar la actual pandemia que se agudiza de manera preocupante, recuperar la economía y mejorar los indicadores sociales. Lo anterior, en medio del deprimente espectáculo ofrecido por Trump, mintiendo acerca de un supuesto fraude electoral. 

La elección estadunidense nos deja a los mexicanos y al mundo varias lecturas interesantes para el análisis: Ningún país está exento de que un presidente populista llegue al poder mediante las urnas y pueda convertirse en un autócrata que socave la institucionalidad. El ejemplo de Donald Trump debería ser el mejor medidor del daño que puede hacer un discurso cargado de odio, racismo, nacionalismo, proteccionismo, xenofobia y desprecio por el medio ambiente, que niega la ciencia, antepone intereses personales al bien común, miente de manera compulsiva y mina los organismos multilaterales privilegiando el unilateralismo. Afortunadamente estos aspectos fueron derrotados. Y aun así 70 millones de personas votaron a favor de estas ideas. Algo debe estar mal en una sociedad que menosprecia principios esenciales de la civilidad. 

Se podría decir, guardadas las proporciones, que algunos “populistas” presidentes latinoamericanos también ganaron y desean ganar más elecciones sobre la base del odio, el miedo y el nacionalismo, de la cercanía con otros gobiernos autócratas y de mentir de manera consciente.

“Voy a trabajar tan duro por aquellos que no me votaron como por los que lo hicieron, porque es hora de poner fin a la demonización (del contrario), la gente quiere que demócratas y republicanos unan fuerzas”, dijo Biden. Y no queda más, tendrá que emplearse a fondo, pues si el Senado queda en manos republicanas, la posibilidad de pasar leyes va a encontrar una fuerte oposición conservadora. Además, buena parte de los seguidores de Donald Trump, sobre todo la fanaticada de la derecha supremacista blanca, han quedado en pie de lucha bajo el discurso incendiario de su líder. Es de esperar que el retorno a la mesura impida que hechos de violencia, como los que se presentaron bajo Trump, vuelvan a ocurrir.

Estas fueron sin duda acuerdo a las estadísticas electorales norteamericanas las elecciones con el mayor número de votantes en los últimos 120 años. La cuales demostraron que lo que estaba en juego era muy importante para Estados Unidos. La ventaja supera los cuatro millones de votos. Los demócratas mantienen la mayoría en la Cámara de Representantes, aunque pierden algunos escaños, y todavía está por definirse si los republicanos controlarán el Senado. Pero el elector común en USA definió que deseaba para su país. 

¿Cambiaran en algo las cosas para México? Seguro sí en temas quizá no tan relevantes que permitan una buena relación bilateral. Pero en los temas torales como el Tratado de Libre Comercio, migración, narcotráfico, No, absolutamente nada. La política exterior estadounidense y su diplomacia son y seguirá siendo igual. La supremacía y sus intereses por encima de amistad, vecindad, y cooperación. Ellos seguirán siendo los mismos delante de un país que cambia de personalidades y de nombres, pero no de sistema. En síntesis: “cambia el estuco, pero no el corazón del muro”.  

Opinion para Interiores: 

Anteriores

Francisco Jiménez Villa

Internacionalista, Historiador y Comunicador. Ex Presidente Nacional de los Cronistas de Ciudades Mexicanas. Cronista de Tepeaca, Puebla. Ha escrito más de 10 libros sobre historia regional. Catedrático en diversas instituciones Educativas, Director de Radio Tepeaca.com