Barbosa: el imperio de la demagogia

  • Fidencio Aguilar Víquez
La lógica de Barbosa es la de un silogismo hipotético; lo plantea así: El COVID-19 es para ricos...

Las declaraciones del gobernador Barbosa, en el sentido de que quienes padecen del COVID-19 en Puebla [“la mayoría son gente acomodada”], muestran una falacia argumentativa, un desconocimiento técnico y científico de la pandemia, y algo que parece definir su estilo personal de gobernar: su inclinación por la demagogia. Sin tomar aliento soltó sus premisas: “Si ustedes son ricos, tienen el riesgo (de contraer el contagioso virus); si ustedes son pobres, no.” Y luego, su colofón: “Los pobres estamos inmunes”. En un santiamén cruzó la línea para estar con “los de abajo”. Ya encarrilado en su discurso hasta franciscano hubiera resultado.

A lo anterior habría que agregar las implicaciones de esas declaraciones en términos mediáticos, así como lo que concitó entre los internautas, tanto a nivel nacional como internacional. No sabemos si en esto le ganó al presidente de la república, quien también había alcanzado esos niveles. Lo que sí fue claro como la mano de Maradona en el Mundial México 86, fue la fuerza argumentativa de sus planteamientos. El COVID-19 es un virus de ricos. Trump, el presidente norteamericano, señaló hace unas semanas que era un “virus extranjero”. Ese es el nivel discursivo de algunos dirigentes políticos.

La lógica de Barbosa es la de un silogismo hipotético; lo plantea así: El COVID-19 es para ricos; si ustedes son ricos tienen ese riesgo. Eres rico, tienes ese riesgo. El silogismo en su forma clásica sería este:

Premisa mayor: El COVID-19 es para ricos.

Premisa menor: (si) eres rico;

conclusión: entonces estás en riesgo.

La observación a este razonamiento es que parece que el gobernador no está enterado de lo que pasa en la realidad; el mundo está invadido por la pandemia. Esto significa que el virus afecta a todos por igual. Eso es lo que está pasando en el mundo, en nuestro país y en Puebla. Las personas muertas son reales, las pérdidas son objetivas y esto afecta a todos. Los 511 mil infectados y los más de 23 mil fallecidos al día de hoy desmienten a Barbosa: ni todos son ricos y muchos pobres no resultaron inmunes. Su razonamiento, si bien sigue una lógica, está fuera de la realidad. Sencillamente sus premisas son falsas.

El colofón de su discurso no es el broche de oro que esperaba: “Los pobres estamos inmunes”. Número uno: nadie es inmune. Tan es así que mucha gente se está contagiando y otro tanto se está muriendo por la pandemia. Número dos: él se asumió como pobre. Esto desató las redes sociales, todo tipo de observaciones de analistas políticos, conductores de noticieros, actores políticos y numerosos internautas. Como lo han verificado varios periodistas, la pobreza de Barbosa es muy elocuente: una casa de 10 millones en Coyoacán (en la CDMX), un salario de más de 90 mil pesos y otras propiedades y cuentas bancarias que se encuentran en su declaración patrimonial. Pobre gobernador. Memes, burlas, mofas y demás salieron a relucir.

De las falacias del discurso del gobernador, pasemos a otro punto fundamental. Su discurso muestra desconocimiento técnico y científico de la pandemia. No necesita ser científico (aunque algún Ackerman aldeano insista en que lo es) para darse cuenta de la gravedad del problema, pero sí requiere altura de miras para reconocer la magnitud de los asuntos de su competencia, como lo es la salud pública. El pensamiento de Paul Ricoeur nos ayuda mucho a entender que cualquier tomador de decisiones necesita del saber (el conocimiento de los expertos) y de la percepción misma de la realidad. Si un gobernante no tiene esto, como lo mostró Barbosa en su comparecencia mediática, no puede tomar una buena decisión ética ni política.

La gravedad del discurso de Barbosa no es por la forma de razonar ni de hablar. No es el aspecto lógico su problema. La gravedad es, sobre todo, ética y política. Imagínese, amable lector, lectora, si hay un ciudadano que crea realmente en las palabras del gobernador y esté en condiciones de pobreza, y asuma que -siendo pobre- es inmune al COVID-19. Con tal convicción, ese ciudadano omitiría las recomendaciones de cuidado y precaución a tomar para prevenir la pandemia. Sería una mala decisión, no sólo del supuesto ciudadano creyente en el gobernador, sino de éste mismo. En ese sentido el mandatario ha dejado de tomar una decisión ética y política. En términos coloquiales se llama engaño.

Finalmente, el discurso del mandatario poblano se mostró como lo que es. Con una fuerza lógica falaz y sin ingredientes éticos y políticos, sólo se quedó en la mera retórica. Una retórica sin contenido, sin verdad, sin referencia a la realidad. Un mero cascarón. Eso es la demagogia. Y la demagogia no resuelve problemas.

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Fidencio Aguilar Víquez

Es Doctor en Filosofía por la Universidad Panamericana. Autor de numerosos artículos especializados y periodísticos, así como de varios libros. Actualmente colabora en el Centro de Investigación Social Avanzada (CISAV).