Depresión navideña

  • Leopoldo Castro Fernández de Lara
La navidad se ha construido todo un ambiente que condiciona entre otras cosas el estado de ánimo

*Por: Mtro. José Leopoldo Castro Fernández de Lara

Vivimos en una sociedad en la que el tiempo se funge como un amo que da estabilidad y orden, pero a la vez es cruel e imparable. Cada día tiene un orden; normalmente no da tiempo de hacer lo que uno quisiera pues hay que cumplir con distintas obligaciones y atribuciones de los roles que ejercemos en este mundo (si eres empleado tienes que “trabajar” varias horas, si eres papá o mamá posiblemente ocupas una parte del día en atender a tus hijos, si eres esposo, hija, abuelo…) y esos días sumados van haciendo semanas en las que también existe un orden que generalmente se divide en de lunes a viernes y sábado y domingo. Luego se juntan los meses y finalmente los años.

En este juego que todos jugamos llega diciembre y con él sea que creas o no en Jesús y la navidad se ha construido todo un ambiente que condiciona entre otras cosas el estado de ánimo a través de invitaciones al consumo, al pasar tiempo con los seres queridos y a cerrar ciclos. Técnicamente todo esto es una invención, pero en nuestra vida vivimos de invenciones. Todas las instituciones lo son, el género y los roles lo son, las celebraciones, los aniversarios… todo ha quedado muy lejos de los ritmos que existen en la naturaleza y que gracias a la tecnología hemos podido modificar a nuestro antojo.

Diciembre pues es un mes de cierre. ¿cierre de qué? Contestando esta pregunta podría terminar estas líneas pues en realidad el 1 de enero no será diferente del 31 de diciembre… tal vez todo sea más costoso pues si algo se va posicionando como director de los ciclos es la economía. Es posible que en diciembre recibas dinero extra que también deberás gastar en extras que en otra época del año no se estilan. Y aquí empieza el tema de la “depresión navideña” (sobra decir que eso no existe más que en el argot coloquial de quienes también dicen “estás reprimido” o “es tu subconsciente”) cuando en realidad descubres que la época no es tan feliz como se supone que debería ser.

La navidad es una fiesta explícitamente religiosa. La gente religiosa hace lo mismo que en cualquier otra celebración religiosa (ir a misa, pedir perdón, intentar ser generosos en estos días, hacer sacrificios o privarse de situaciones placenteras) con la diferencia de que lo más importante y a diferencia de la semana santa –que por otra parte es más importante que la navidad para la gente religiosa- el tono general debe ser la alegría. El mandato divino es celebrar y estar alegres. El problema surge cuando descubres que ni estás más alegre que en noviembre ni tienes gran cosa que celebrar pues entre adornar tu casa con luces brillantes disponibles desde septiembre en los grandes almacenes y preparar una cena de excesos para personas con las que por otro lado no sientes necesidad de ver en el resto del año, la celebración se torna más estresante que jubilosa.

Pero es la tradición. Y vivimos de tradiciones. Los niños tienen que recibir los regalos que antes traía el niño dios y ahora trae santa Claus. Los adultos tienen que estar con los familiares que han estado evitando ver todo el año y además deben de pasarlo bien por lo que queda prohibido hablar del clima y la situación política o económica del año venidero. Se aceptan temas como si ya tienen novio las primas casaderas o en qué año de la primaria va el sobrino que no me acuerdo bien su nombre y ha crecido mucho desde la última vez que lo vi.

¿Qué hacer? ¿se puede hacer algo distinto y pasarlo bien? La respuesta es sí. Siempre se puede hacer algo pero requiere consciencia y claridad en la intención. Primero entender que la navidad es una fiesta religiosa y por lo tanto si no hay celebración religiosa pierde su sentido y se convierte en un producto de marketing muy exitoso que nos obliga a gastar mucho dinero. Si eres o fuiste religioso intenta recuperar el sentido de la navidad y sea que vayas o no a la iglesia celebra el nacimiento de dios, o la vida o el que no te falta comida… la gratitud es el componente que crea la alegría. Después diferénciate de las tradiciones heredadas. Haz lo que quieras y pásalo con quien quieras. Si no has querido ver a tu familia en el año date cuenta de a quién sí has querido ver, con quién pasas tu tiempo; esos son tu familia. Celebra con ellos y agradéceles por estar en tu vida. Tu cena no tiene que tener nada especial ni costos. Puedes cenar pizza o pasta o ensalada o lo que se te antoje y será especial, cocínalo con tu familia.

Compra una sidra y dales a los niños, enséñales a tomar una copa y nada más. Tu haz lo mismo y aprende que te puedes divertir con una sola copa de sidra. Haz tu propio ritual: quema en papeles lo que quieres cerrar, inicia un diario, los propósitos sirven sin reales. No te propongas ir al gimnasio, proponte estar más tiempo con tus hijos o con la gente que te quiere, proponte reír más y empiézalo ese día. Apaga la tele y mira a los ojos a la gente. Cambia, pero no lo de fuera. Cambia lo de dentro y ten una feliz navidad.

¡Feliz navidad!

*El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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Leopoldo Castro Fernández de Lara

Psicólogo, Master en Recursos Humanos, Maestría en Modelos y áreas de investigación en ciencias sociales. Sus temas de interés son los movimientos sociales, las representaciones sociales y en general la psicología social