Obsolescencia cultural programada

  • Patricio Eufracio Solano
La Secretaría de Cultura debe enfatizar lo cultural sobre lo turístico.

La Cultura, quién pudiera negarlo, es –o debiera ser- eterna y, sin duda, moverse a su aire; pero la actualidad que muta a velocidad de Colisionador de hadrones, necesita de mayor impulso para alcanzar las mentes, siempre volátiles y demandantes, de las nuevas –y viejas- generaciones cibernatizadas. De ahí que todo gobierno que se preocupe, y ocupe, por mantener el paso cultural de sus coterráneos debe renovar los proyectos que forman sus programas culturales. De no hacerlo, la obsolescencia cultural es inevitable.

Contrario a la creencia comercial popular, hay cosas que deben durar para siempre, pero otras no. Hay una diferencia sutil, pero diferencia al fin, entre lo antiguo y lo viejo, lo esencial de lo prescindible, lo permanente de lo pasajero. Por ello, dicha sutileza debe invocarse cada tiempo para desempulgarse de todo aquello que sirvió en su momento, pero ya no. La Cultura, aún con su perennidad, también debe desembarazarse de sus rémoras y calafatear su semblante para garantizar su vigencia. Bien, pero ¿qué y cómo debemos redefinir sus programas y proyectos? Mediante la crítica responsable y, sobre todo, el abandono del confort administrativo, en la búsqueda de nuevas experiencias culturales. Vamos a algunos ejemplos concretos.

1. Solo de noche vienes. El proyecto hoy conocido como “Noche de Museos” lo inició en Puebla Eduardo Rivera Pérez durante su administración municipal. Lo llamó “Noche de las Estrellas”. El CECAP de entonces aceptó participar de “buena fe” sin percatarse en esos momentos que, por falta de iniciativa y creación de nuevos productos, dejaba en manos del área de turismo de Puebla capital algo que le pertenecía de facto y de jure, puesto que el ayuntamiento poblano no tiene museos y, no obstante ello, se lleva las palmas y vítores de esta actividad. ¿Lo terrible? Que una jornada netamente cultural, se “venda” como una acción turística. Después de aquella primera noche, Moisés Rosas, Secretario Ejecutivo del CECAP en esos días, intentó darle un giro cultural a esta actividad y agregó música, baile y otras acciones que abonaran lo artístico a la llana visita de los recintos. Con la salida de Rosas Silva, y el mayor control de esta faena por parte de las autoridades turísticas estatales, se truncó esa intención “culturizante” y solo quedó lo de hoy: la visita gratuita y en horas no habituales de los museos. ¿El interés? Las cifras de visitantes, en vez de la calidad y profundidad de la experiencia cultural identitaria. Bien, esto, creo, debe cambiar.

Ante el inminente resurgir de la Secretaría de Cultura, a mi juicio debe enfatizarse en sus acciones lo cultural sobre lo turístico. Siendo así, la Noche de Museos debe ampliar la experiencia de los visitantes en sus recintos mediante el involucramiento más pleno, pero puntual, de lo esencial que caracteriza a cada museo. Un ejemplo para no desvariar.

La experiencia más desoladora que vive Aquiles Serdán Alatriste, se da durante las horas que está alojado en el nicho subterráneo de su recámara donde permanece en espera del levantamiento armado de sus correligionarios. En la casa solo hay enemigos de él y su situación se agrava conforme pasan las horas. Con los medios actuales presentes en el museo, es posible recrear esta experiencia para ser “vivida” por algunos de los visitantes –compartida por todos los demás- y, mediante ello, profundizar la experiencia de los asistentes.

Esta sencilla acción, que puede idearse de forma particular para cada uno de los recintos museísticos del Estado, reencauza la experiencia hacia lo cultural, más que a lo turístico. Y así como se puede “ser” Aquiles Serdán por unos instantes, también se puede ser: José Luis Bello y González, coleccionista y filántropo; y naturalista en el Museo de la Evolución; y monja en Santa Rosa; y titiritero en La Constancia; y… y…

2. La rumba es Cultura…bailable. En los años setenta del siglo XX la música se adquiría en forma de discos de acetato. Dichos acetatos se “portaban” en un sobre de cartoncillo que mantenía su integridad y, sobre todo, informaba su contenido y alcances musicales mediante una variedad infinita de colores, tipografía, estampas, fotografías, etcétera, etcétera. Por alguna razón que ignoro, en la parte baja de la cara posterior de las portadas aparecía en mínimos caracteres la información legal de la obra y en resaltada tipografía el “género” musical. Los más llamativos, sin duda, eran aquellos que anunciaban a los ritmos afrocubanos y, de estos, recuerdo particularmente el que afirmaba: La rumba es Cultura. Confieso que, como buena parte de los plantígrados masculinos humanos, el baile se me da poco y mal; sin embargo, me deleita ver el gozo que trasudan todas, y todos, aquellos que disfrutan su ejecución. Pues bien, ante la avalancha de endorfinas y feromonas que se producen al bailar no se comprende la parquedad de los gobiernos poblanos por hacerla una práctica habitual cotidiana, ¡en todos los espacios públicos factibles de destinarse para ello!

Así, por ejemplo, con la presencia de un mínimo equipo digital de reproducción musical los fines de semana: del viernes al domingo, podría cambiarse la dinámica del Paseo Bravo (o de cualesquiera otro sitio similar) de ser un monótono y aburrido deambular, por una experiencia placentera y gratuita de “mover el bote”. Y así como se puede bailar, también es posible fungir como “extras” en alguna puesta en escena callejera que así lo necesite; o bien, participar de un concierto integrándose a la orquesta mediante el uso, dirigido, del güiro o las maracas o la clave. Digo, es cosa de despertar el ánimo en “el respetable” que languidece en los parques, mediante su incorporación en el acto y momento cultural que transcurre a su lado. O, ¿no te parecería atractivo ser “rumbero” por un rato, en vez de un papanatas comedor de chicharrines con chile?

3. Pintar con la colectividad. Los colectivos culturales son, por antonomasia, más de un individuo, identificado con sus pares, ganoso de hacer algo con su apoyo y compañía. Por lo tanto, un grupo que se reúna momentáneamente con un mismo fin, artístico o cultural, obtiene en su accionar satisfacción personal y de grupo, pues es reconocido e integrado, al tiempo que integra y reconoce a semejantes y fugaces compañeros de experiencia. Esto que suena tan académico y petulante, es muy fácil de entender y gratificante de ejecutar, si te imaginas que el próximo domingo en la explanada de El Carmen (y en otras más) la renaciente SC colocara un enorme lienzo de papel estraza o revolución o simple papel periódico, para que tú y todos los demás que lo quieran, pinten un enorme lienzo colectivo por el puritito gusto de sentirte Siqueiros durante una mañana. ¿Y cuál sería el costo de la experiencia? El tiempo que quisieras dedicarle y un mínimo botecito de pintura y dos pinceles que trajeras contigo. ¿La ganancia? La experiencia misma de plasmar tus deseos, frustraciones, alegrías, ausencias, presencias, dolores, carencias, amores, anhelos, etcétera, etcétera, a más de la fotografía colectiva con todos los creadores de la obra pictórica. Y todo ello más barato que una caguama o un paquete de cigarrillos. ¿Te late?

4. Coleccionables culturales. ¿Has visto las fotografías que sobre los museos poblanos se exhiben en los andenes del servicio de transporte RUTA? ¿Te gustaron? Bueno, pues ¿qué te parecería que el Gobierno te vendiera una copia muy, pero muy barata? O, mejor aún, que te la obsequiara. Sería padre, ¿no?, que con ella reemplazaras tu inocuo y nada poblano fondo de pantalla de tu celular, tu tablet o tu laptop. O bien, que pudieras reproducirlo en las bolsas del pan o en el papel envoltura de las tortillas. O, simplemente, que adornara las paredes de los recintos culturales de las miles de escuelas que existen en el Estado, o los miles de comercios y hoteles, las estaciones de carga de gasolina, las paradas de autobús, los mercados, etcétera. Ser poblano no es solo irle al “equipo de la franja”, ser poblano es llevar en la mente y en el corazón, su cultura y su arte. Después de todo y parafraseando el hórrido eslogan último del galismo: Somos más patrimonio cultural, que cualquier otra cosa. Pues bien, para que esto sea realidad, únicamente debes ir el siguiente martes a la jornada de atención ciudadana de la SC y pedirlo; quien quita y les parece bien y te lo aprueben.

Después del tiempo que le has dedicado a leer este artículo, te recuerdo que somos seres perecederos y solo nos queda de vida lo que ha de ser y ni un minuto más. Siendo así, ¿cómo pretendes vivir la cultura que te ha tocado en suerte: sin matices e insulsa como lo fue durante los 8 años pasados, o quieres vivirla intensa y “multiorgásmicamente”?

Bueno, pues de ser esta última tu opción, súmate y solicita públicamente que la obsolescencia cultural programada deje de existir.

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Patricio Eufracio Solano

Es Licenciado en Lenguas y literaturas hispánicas por la UNAM.

Maestro en Letras (Literatura Iberoamericana) por la UNAM.

Y Doctor en Historia por la BUAP.