ANTIAMLOISMO
- Samuel Porras Rugerio
No es corriente de pensamiento filosófico, político, económico o social, pero se presenta como crítica a la acción de gobierno de López Obrador; está confeccionado usando la inferencia básica de someter los paradigmas de éste, al contraste con los aplicados por aquellos que le antecedieron en el cargo, para llegar a la conclusión rápida, fácil y conveniente de que su actuación es equivocada. Esta conclusión la sostiene a sabiendas que por sus resultados sociales, la actuación de los gobiernos anteriores ya fue contundentemente rechazada en las urnas por la ciudadanía en la elección pasada. El antiamloismo es, por sus características, un tinglado en permanente rediseño que pueda cumplir el papel de escenario donde se pueda montar y cultivar, a corto o mediano plazo, una conspiración. Su autoría y desenvolvimiento proviene de las ´principales fuerzas políticas desplazadas del poder en julio de 2018 y sus socios económicos, quienes ejercen y controlan fácticamente una porción muy importante de poder político, económico y social en México. Las características fundamentales del antiamloismo son el resentimiento, el engaño y la inmoralidad.
Resentimiento contra López Obrador por la derrota electoral que les infligió desplazándolos de la posesión de la titularidad de los poderes Ejecutivo y Legislativo del Estado, así como de los beneficios económicos y prerrogativas políticas que les representaba; retirados del poder y el erario, no toleran la afrenta. Su respuesta política hacia la gestión gubernativa se basa en la desmesura. No formulan crítica sana y de buen juicio; lanzan dardos llenos de rencor mal disimulado que tienden más a la confrontación política y la disputa del poder, que al debate sereno de proyectos sociales antagónicos. Interminables diatribas y descalificaciones de sectores encumbrados que jamás digerirán que López Obrador sea el Presidente de la República. Mastican, pero no tragan, que el provinciano del que durante años se mofaron acusándolo de fósil de facultad, de hablar sin pronunciar las eses; de ser el mesías tropical; el hombre al que satanizaron declarándolo un peligro para México; el violento del plantón de Reforma y el eterno perdedor de elecciones sea, ahora, el jefe del Estado mexicano. Son ataques que no buscan el mejoramiento social de todos los mexicanos, sino solo retornar a esquemas anteriores de control político y social.
Es engaño a la sociedad mexicana pues el antiamloismo no presenta, no posee, una lógica estructural de pensamiento que haga comprensibles sus planteamientos políticos y sociales a la población; por el contrario, obceca en ocultar antecedentes, datos duros y repercusiones sociales de aquellos sucesos que le llevan a entrar en controversia con el Presidente de la República. Tres ejemplos son emblemáticos: aeropuerto de Texcoco, recortes presupuestales, e inseguridad pública. El tema del NAIM es enfocado, exclusivamente, desde la perspectiva económica repitiendo que su cancelación es pésima señal para los mercados, muestra de inseguridad jurídica para el capital, y acto que ahuyenta la inversión privada en México; ni por asomo aceptan hablar de la fangosidad del terreno, su vocación lacustre inundable en tiempos de lluvia, ni de los posibles riesgos de desastre ecológico y humanitario para la Ciudad de México como advirtió, desde 2016, un distinguido militante del PAN. (https://www.youtube.com/watch?v=g_ncJGdGWiY).
A los adversarios de López –como prefieren llamarle para mostrar desdén- les encanta hablar de los recortes al presupuesto y los apuros económicos que pasa su gobierno. Recubriéndose de una buena dosis de aires de suficiencia, presunta honorabilidad y gran experiencia en el manejo de los asuntos económicos del país; muestran toda su autoridad moral reprobando, descalificando y haciendo recomendaciones sobre el “buen manejo”, ese al que nos tenían acostumbrados, de la economía nacional; luego, con displicencia y ceño fruncido dicen “antes…la economía marchaba muy bien”. Nada quieren con su propia información oficial: Al cierre de agosto de 2018, la SHCP hizo público que: <<La deuda neta del sector público federal se incrementó a un ritmo de 2 mil 230 millones de pesos diarios en el último año, con lo cual tuvo un aumento de 814 mil 233 millones en dicho lapso; .y, según el reporte del estado de las finanzas públicas, al cierre de agosto el saldo histórico de los requerimientos financieros, medida más amplia de la deuda del país, ascendió a 10 billones 166 mil millones de pesos, aumento de 8.7 por ciento respecto de los 9 billones 532 mil 224 millones que acumulaba a agosto del año pasado>> (https://www.jornada.com.mx/2018/09/29/economia/021n2eco#).
De la inseguridad pública que, por muchísimos años, prohijaron, dejaron crecer y solaparon; ahora no tienen escrúpulo alguno para levantar su dedo flamígero y apuntar a López Obrador endosándole la responsabilidad por no haberla extinguido en sus ocho meses de gobierno. Sobre la Guardia Nacional despotrican con el argumento de que representa llevar al país a la militarización, ocultando que las anteriores administraciones utilizaron, de facto, la militarización de la seguridad pública y propusieron la del país, vía Ley de Seguridad Interior, como mecanismos de profundización del modelo económico de capitalismo salvaje que venían aplicando; y que auspiciaron la corrupción de los cuerpos policiacos municipales, estatales y federales, para que la inseguridad pública se incrementara y la sociedad se preocupara por cuidarse, no por la problemática del país.
El antiamloismo es inmoralidad, pues ha sido urdido y puesto en práctica con el objetivo central de confrontar, generar conflictos sociales y destruir el proyecto político de transformación social ofrecido por aquél, y aceptado electoralmente por los mexicanos como expresión de democracia. Para cumplir este objetivo es absolutamente necesario que el antiamloismo sea una tapadera; un distractor de atención que permita dirigir la mirada de la sociedad hacia los actos de gobierno tildados, previamente, de pésimos; para alejarla de la estela de vicios y corruptelas de los pasados gobiernos que, poco a poco y durante buen tiempo, irán siendo de conocimiento público. Por el costo político que pudiera representar el descubrimiento de las trapacerías cometidas, el antiamloismo está siendo colocado como el velo denso y oscuro que las cubra o ayude a minimizarlas, apostando por la impunidad. Este mismo fin persiguen las consignas de ¡Populista!, ¡Renuncia!, ¡Dictador!, ¡México no quiere socialismo!, ¡Amloasesino!; que son epítetos ideologizantes orquestados para engañar a la población mediante la generación de antipatías emocionales hacia López Obrador que puedan superar el raciocinio colectivo y abran la posibilidad de hacer creer al ciudadano común, que el combate a los corruptos es una persecución política.