Generación Sandra Aguilera Arriaga: migración y educación en Puebla

  • Miguel Ángel Rodríguez
Sandra tenía un carisma natural para abrir los corazones de los otros

Sandra Aguilera Arriaga es el nombre de la XIX generación (2016-2019) del Bachillerato General Alfonso Nava Martínez, en Chinantla, Puebla, en la mixteca baja de Puebla.

Sandra tenía un carisma natural para abrir los corazones de los otros, la sonrisa cálida y la mirada tierna, de raíz campesina, sembraba horizontes de futuro a su paso.
Con esas serenas maneras de ser y habitar el mundo llegó un día de verano a la tierra de la errancia sin fin.

Por lo menos desde la cuarta década del siglo XX, pero con un acelerado flujo migratorio hacia Nueva York a partir del régimen neoliberal, los chinantecos y chinantecas migran con la ilusión de pintarle un violín a la miseria en la que viven desde antes de las tres grandes transformaciones nacionales, por lo que espero ahora si llegue la cuarta T.

Sandrita trataba de comprender los fundamentos del fenómeno migratorio y la relación que mantiene con las aspiraciones educacionales de las familias errantes en frenético vaivén; no obstante, el tradicional camino de la teoría y la razón, la explicación causal que necesita divorciar al sujeto del objeto y cosificar la propia conciencia de los seres humanos no era la senda que quería recorrer.

Por lo que decidió abordar la comprensión de las relaciones entre la juventud, la escuela y la migración a través de una vía preteórica, pues eligió comprender la migración de los jóvenes hacia Nueva York desde las afectividades, desde los estados de ánimo, desde las emociones y los sentimientos y eso es algo muy cercano a un estar filosofando originariamente sobre la vida, sobre los modos de ser propio e impropio de los mexicanos que, muchas veces apenas como sombras, inyectan vida a las máquinas de la Gran Manzana y "las reviven como si tuviera dentro de su cuerpo el amor (Goethe dixit)

El Bachillerato General Alfonso Nava Martínez es una escuela de las que Sandrita y yo llamamos hospitalarias, porque amparan contra la nada del mundo a los jóvenes preparatorianos, pues construyen cotidianamente una suerte de pararrayos para resistir el tiempo más inhóspito y cruel de cuantos haya conocido la humanidad.
Sólo que esta vez el pararrayos no tiene que ver con la verdad de la técnica, con la verdad del cálculo, con la verdad objetual sino con el arte y, más en particular, con la música. Sólo un dato para que observan los jueces severos e inquisidores de toda laya de la educación en México.
El promedio nacional de abandono escolar en educación media superior es de alrededor del 15 por ciento y en Puebla la misma tasa alcanza el 10 por ciento, pues el bachillerato que mañana celebra con el nombre de mi amada su graduación, siendo una institución incompleta y con graves problemas de sostenimiento, situada en un contexto de pobreza extrema y con un buen porcentaje de las madres y los padres de los estudiantes viviendo en Nueva York, es capaz de retener en sus aulas a los chavos y a las chavas y su tasa de abandono escolar llega apenas al 4 por ciento

Tan sólo ese dato debería llamar la atención de las próximas autoridades educativas de Puebla, porque investigaciones recientes dan cuenta de cifras de abandono escolar que rozan el 30 por ciento en bachilleratos completos de la zona urbano-marginal de la capital.
Hablamos de "una falla estructural" del sistema educativo mexicano en los acostumbrados y eufemísticos términos de la UNESCO, pero en realidad es una tragedia social, una sistemática violencia contra la juventud, un juvencidio, como bien lo llamó José Manuel Valenzuela, investigador del Colegio de la Frontera, pues anualmente alrededor de 800 mil chavos y chavas dejan estar amparados por el pararrayos de la educación media superior para enfrentar el salvaje y violento escenario del circuito laboral, circuito delincuencial, circuito migratorio que terminan en un gigantesco e inevitable y fatal corto circuito.

Sandra Aguilera Arriaga sabía que las neutralidades pretendidamente científicas son imposibles, por lo que el camino de la pasión, el pathos, el acontecimiento, fue el signo que orientó su trabajo de investigación, así cosechó, y yo con ella como su chalán, comadres, compadres, ahijadas, ahijados y una entrañable amistad con Victoria, José Luis, Adrián, Emiliano y Linda, quienes protagonizan con su entusiasmo (locura religiosa) el milagro de transformar el juvenicidio educativo en resurrección musical en las aulas y espacios colectivos del Bachillerato Alfonso Nava Martínez de Chinantla, Puebla.

Por todo lo anterior, pero sobre todo por lo que significa sensiblemente para mí y para mi familia, en tiempos en que la gratitud y la memoria suelen ser piezas de museo,  me alegra en el alma este acto de generosidad de parte de la comunidad escolar del Bachillerato, estoy seguro que Sandrita cantará y bailará con nosotros, pues sabía muy bien, como lo saben Victoria y José Luis, que la decisión para comenzar el otro camino de la pedagogía no proviene de las verdades objetivas de la razón técnica sino que se arraigan y florecen con las  razones del corazón.

En el nombre de mi volcana y de mi familia yo celebro.

PD. ¿Será por esas mismas palpitantes razones que el Bachillerato Alfonso Nava Martínez fue la primera institución pública que Andrés Manuel López Obrador pisó en Puebla como Presidente de México?

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Miguel Ángel Rodríguez

Doctor en Ciencia Política y fundador de la Maestría en Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Investigador y filósofo político. Organizador del Foro Latinoamericano de Educación Intercultural, Migración y Vida Escolar, espacio de intercambio y revisión del fenómeno migratorio.