Morena y Luis Miguel Barbosa: paz y reconciliación

  • Miguel Ángel Rodríguez
Uno puede escuchar, casi sentir, detrás de la acusación pública a una militante probada de Morena

Ayer me encontré con una muy mala noticia para el futuro próximo del municipio de Puebla, pues Carlos Meza Viveros, vocero de Luis Miguel Barbosa en la campaña, develó en un artículo periodístico lo que podrían ser las líneas de política pública del gobernador electo sobre la desolada capital gobernada por la morenista Claudia Rivera Vivanco. Veo un horizonte de negros nubarrones y nada me daría más gusto que estar equivocado en mis intuiciones.

El tema es que uno puede escuchar, casi sentir, detrás de la acusación pública a una militante probada de Morena, detrás del artículo del ex-priísta Meza Viveros, el estado de ánimo de Luis Miguel Barbosa contra la presidenta municipal de la capital y, de ser así, me inquieta que los tambores y las voces de guerra dominen, por encima de la reconciliación y la paz, la escena política poblana antes incluso de que asuma el cargo público.

Leo en las líneas de Meza Viveros la disposición afectiva del gobernador electo contra lo que podría estar considerando, precipitadamente, como una traición política. Lo que pienso es que la argumentación del abogado (y quizá de Barbosa), en su afán por responsabilizar a alguien por la más que justificada indiferencia ciudadana (sólo votó un 33 por ciento de la lista nominal), se encontró con los resultados adversos de la capital y concluyó, sin previo análisis sereno y pormenorizado de los resultados, que Claudia Rivero Vivanco y su gabinete trabajaron para Enrique Cárdenas, candidato del PAN-PRD-MC.

Así lo expone el notario público: “Nuestra alcaldesa operó políticamente como se hacía en los viejos regímenes: con sigilo y precisión de cirujano. De hecho ha venido trabajando con denuedo desde la campaña pasada… el único bemol de su impecable operación es que ocupó su capital político para favorecer al bando contrario.”

El comentario no sólo es una expresión de descalificación política sino que, en mi opinión, se vuelve contra la dignidad de Claudia, pues la iguala con el comportamiento y las prácticas viciadas del priismo, el marinismo y el morenovallismo; no obstante, lo que lacera moralmente a la presidenta municipal de Puebla es la acusación de mentirosa, ladrona y traicionera que a lo largo de texto se explicita. Sólo para documentar un poco la intención del artículo les diré los adjetivos que usó para referirse a la presidenta: traicionera, villana, enana, corrupta, delatora, pérfida, nepotista y los más publicitados por la prensa local: "inexperta, soberbia y nefasta".

De entre la maraña sobresale, sin embargo, una acusación de Meza Viveros contra Ollin Rivera Vivanco, el hermano de Claudia, quien, en la opinión del notario público, se encuentra robando cantidades millonarias de dinero público que dejan diariamente los giros negros para invertirlos después en jugosos negocios inmobiliarios privados. No voy a defender lo indefendible, es una obligación política de Claudia ofrecer una respuesta satisfactoria a la ciudadanía de Puebla sobre el particular.   

Desconozco el sentido de verdad y la fundamentación del articulista para lanzar una acusación pública tan grave, pues, de probarse lo afirmado, expulsaría a Claudia no solo de Morena sino, quizá, hasta de la propia presidencia municipal. Cómo olvidar en tierra de fariseos que los símbolos de la campaña de AMLO fueron no mentir, no robar y no traicionar. El asunto es que Meza Viveros tendría que probar también, si llevamos hasta el extremo la lógica del odio, que, a juzgar por el resultado de las urnas, también los presidentes municipales de Morena que gobiernan en ochos municipios conurbados con la capital (San Pedro Cholula, San Andrés Cholula, Cuautlancingo, Coronango, San Martín Texmelucan, Amozoc, Huejotzingo y Tecamachalco) participaron igual o más activamente en favor de Enrique Cárdenas, “el bando contrario”, pues en todos perdió Morena.

Ahora sabemos que, en realidad, no sólo fue solo la ciudadanía de la capital la que votó en contra de Morena y su candidato a gobernador sino que los habitantes de la zona conurbada con la capital, donde habita el sector más crítico, de mayores niveles de escolaridad e ingreso familiar, fueron quienes decidieron salir a votar por Enrique Cárdenas. En ese sentido el juicio de Meza Viveros subestima el hartazgo ciudadano de la clase política, parece ahí que los votantes son exclusivamente vistos como medios, como masa inerte que puede ser movida a voluntad y a placer de los gobernantes, en el fondo el texto de Meza Viveros no es un análisis sino apenas un mal pretexto para drenar la bilis negra por el comportamiento electoral de los sectores más críticos de la población, las clases medias y los universitarios, contra los políticos tradicionales.

La interpretación que hago pretende desactivar los impulsos bélicos entre los militantes de Morena, una comprensión reposada de la elección nos puede ofrecer muchos aprendizajes a todos, la primera es que la  nueva voz ciudadana se expresó con toda libertad y ese valor no debe ser perseguido sino estimulado por el nuevo gobernador, pues el impulso democrático fue sembrado fundamentalmente por AMLO. Esa voz debe ser percibida y valorada de otra manera por la clase política tradicional y, en este caso, por Luis Miguel Barbosa, a la hora de elegir a su gabinete, lo que esa voz está gritando desaforadamente es que necesitamos una verdadera circulación de las élites políticas y, en lo inmediato, la ciudadanía exige que el gabinete del primer gobierno de Morena en Puebla no sea un reciclaje de los mismos bribones de la política poblana, alguno ya hasta está distribuyendo tarjetas de presentación como secretario de educación pública.

Estoy convencido que Luis Miguel Barbosa, pese a los bajos porcentajes de votación -o quizá por ello- que en realidad a mí no me desalientan, porque los antiguos resultados de participación ciudadana no eran, nunca fueron reales, se encuentra en condiciones históricas inmejorables para ser el mejor gobernador de la historia de Puebla. La manera democrática, equitativa, transparente e imparcial con la que llegó a la gubernatura lo ponen en condiciones de pensar y planear una nueva estructura de sentido político para la ciudadanía poblana, quiero decir, una estrategia de comunicación política que en lugar de presentar una cara resentida y colérica porque no se alcanzó el millón de votos –una ilusión de los mercachifles electorales- ofrezca la mano sincera y franca a los adversarios de dentro y fuera del partido.

Luis Miguel Barbosa no tiene nada que perder, él sabe que su carrera política va contra reloj, en esas circunstancias está en condiciones de proponerse hazañas de política social inéditas, pero la condición histórica requiere hacer verdaderas, dotar de sentido al lema de campaña, antes que a las voces cortesanas que buscan endulzarle el oído con lo que quiere escuchar.

Lo urgente es darle contenido a su estrategia de comunicación política para ganar legitimidad ciudadana por acciones y, en esa dirección, no es la narrativa de la venganza ni la del odio la que puede contribuir a configurar un gobierno de justicia social, Luis Miguel Barbosa haría muy bien, como punto de partida, en extender la mano a los adversarios de dentro y fuera del partido y a los ciudadanos críticos garantizarles, de manera franca y sincera, la reconciliación y la paz.

De lo contrario podemos ir rezando un Requiem para Morena.

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Miguel Ángel Rodríguez

Doctor en Ciencia Política y fundador de la Maestría en Ciencias Políticas de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Investigador y filósofo político. Organizador del Foro Latinoamericano de Educación Intercultural, Migración y Vida Escolar, espacio de intercambio y revisión del fenómeno migratorio.