Nuevamente aclaro al lector, que no trabajo para Netflix.

Pero la serie recientemente estrenada por esta plataforma de entretenimiento, me resulta por demás interesante, no sólo por la temática que presenta del asesinato de un candidato presidencial, envuelto en una historia turbia y aún inconclusa, sino porque expone de manera "novelesca", el manejo en las más altas esferas, del poder en nuestro país hace 25 años.

Retrata a los actores de poder de ese momento, muchos de los cuales siguen activos al día de hoy y quienes han jugado un papel determinante en la vida política y de poder desde entonces y hasta la fecha en la que escribo estas líneas.

Hombres de poder como Carlos Salinas de Gortari, Presidente de México en ese momento, Manuel Camacho Solís, José Córdova Montoya, Manlio Fabio Beltrones, Liébano Sáenz, Ernesto Zedillo Ponce de León, Ramón Sosamontes, José Francisco Ruiz Massieu, Mario Ruiz Massieu, Manuel Bartlett, Alfonso Durazo, el subcomandante Marcos, entre otros.

Todos en medio de una trama que luce espléndida como serie ficticia de intriga, poder, corrupción, traiciones, negocios, dinero, acuerdos, asesinatos.  La realidad supera la ficción, y hoy, 25 años después, seguimos con la teoría del asesino solitario en la persona juzgada y condenada, de Mario Aburto.

Ver la serie después de haber vivido en su momento los hechos como parte del contexto de mi formación personal y profesional, me ha sido muy interesante.

Recuerdo que en ese entonces era yo estudiante universitario y veía la televisión en casa de un amigo, incrédulos observábamos cómo acababan de matar al próximo presidente de México.

Porque como dije anteriormente, en el contexto de hace 25 años, ser candidato del PRI a la presidencia era un mero formalismo para ocupar el cargo.

Recuerdo vívidamente ver en los televisores de ese entonces una y otra vez, la repetición de la escena dramática en la que Luis Donaldo Colosio Murrieta, vistiendo una chamarra en colores claros, casi blancos, recibe un disparo en la cabeza mientras caminaba en medio de la multitud en Lomas Taurinas, Tijuana, con la "culebra" como música de fondo.

Después de eso, el caos. Gente corriendo y gritando, un grupo de personas "deteniendo" y golpeando a personas, entre ellas, el supuesto tirador solitario Mario Aburto, y un grupo de personas cargando en medio de la terracería, a un ensangrentado y muy seguramente ya muerto, Luis Donaldo Colosio con rumbo a una camioneta.

Visto en retrospectiva todo era un caos perfectamente organizado. El tipo de escenarios que se planean cuidadosamente y que sólo pueden ser orquestados en los círculos más encumbrados del poder y dinero.

Hoy, después de 25 años, ver el escenario retratado en una serie significa enfrentarse no con el pasado, sino con el presente.

Colosio fue asesinado desde el poder y por los más poderosos, eso es claro. Quién fue en realidad el autor intelectual, quién organizó, quién financió y, por último, quién ejecutó la estrategia, no se sabe y a ciencia cierta nunca se sabrá.

La serie muestra el rol fundamental que Diana Laura Riojas jugaba en el corazón y en las decisiones de un Colosio que resultó el hijo pródigo, el heredero de Carlos Salinas por encima de Manuel Camacho; quien por ser como un "hermano" del presidente, no pudo soportar la decisión de esa herencia de poder, que consideraba suya.

Camacho olvidó que se les hereda a los hijos, no a los hermanos y en esta historia, Colosio era el hijo político de Salinas de Gortari.

Ver la serie como comenté anteriormente, me lleva a pensar que, a pesar de que México ha cambiado mucho en 25 años, en realidad no ha cambiado en nada.

El presidencialismo nunca se terminó, la corrupción menos, el abuso de poder es la norma y aunque llego la alternancia de partidos, las formas no cambiaron.

Vea la serie y recuerde ese discurso donde Colosio dijo lo que veía en el México de hace 25 años. Tristemente concluirá que se parece muchísimo al que vemos hoy.

Oscar Gómez Cruz

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