Las nuevas delegaciones federales

  • Alberto Amador Leal
Hacia una nueva estrategia de gobernanza territorial.

La estrategia propuesta por el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, para renovar los programas del Gobierno Federal en los Estados y construir nuevas bases para la coordinación intergubernamental es un tema de política pública pertinente y complejo. Además de la racionalidad administrativa, presupuestal y de transparencia que motiva la iniciativa, conviene abordarla de manera integral a través de una nueva visión de Gobernanza y Desarrollo Territorial Sustentable.

Se trata de un problema estructural del desarrollo y de sus instrumentos. México tiene una larga tradición en torno al desarrollo territorial: desde la planeación nacional y regional impulsada por el presidente Cárdenas, pasando por el impulso a las cuencas hidrológicas, la creación de polos de desarrollo industrial y turísticos, los programas de Desarrollo Rural Integral y Regional en los 70 y las estrategias de desarrollo social y productivo en las microrregiones.

Un punto de inflexión se dio con el Programa Nacional de Solidaridad que dio paso a un intenso proceso de construcción de redes sociales y de participación social y comunitaria. 

A partir de 1994, la política social se focalizó y abandonó el método participativo, al tiempo que la estrategia de modernización puso énfasis en la planeación sectorial, dejando el desarrollo regional y urbano prácticamente a la iniciativa de los gobiernos locales. 

Al mismo tiempo, en 1997, se dio un proceso acelerado de descentralización de recursos (Ramo 33), a estados y municipios, y una asignación creciente de los federales (Ramo 23), sin visión ni planeación regional estratégica ni controles rigurosos del gasto. El resultado: dispersión e ineficacia del gasto para contener las desigualdades sociales y regionales. En cuanto al Sistema de Planeación se ha tornado en un ejercicio meramente formal y burocrático. Cabe destacar que la asignación, control y evaluación de estos fondos fue normada en la Ley de Coordinación Fiscal y no en la de Desarrollo Social, cuya aprobación se pospuso hasta años después. 

A lo anterior, se agrega la ausencia de estrategias de organización, capacitación y participación social y comunitaria, en torno a programas y proyectos. La realidad es que se ha perdido el aliento y la energía del trabajo de los pueblos y comunidades. 

En el ámbito de la gobernanza, en la actual administración se dio la tentativa de dar coherencia y sentido al trabajo de las delegaciones federales a través de la coordinación a cargo de las delegaciones de la SEGOB: el proyecto no fue exitoso por las disputas políticas y burocráticas. De este modo, la presencia del gobierno federal en el territorio se ha dispersado. De hecho, la Auditoria 69-GB Transferencias Federales a Gobiernos Locales de la ASF puso énfasis sobre la desarticulación entre la asignación de recursos y la planeación del desarrollo regional y urbano. 

La consecuencia más grave de este proceso de deterioro institucional es el debilitamiento, si no es que la pérdida, de las bases sociales del Estado mexicano. Los vacíos, junto a los efectos disruptivos de la desigualdad y la pobreza, han sido ocupados por grupos de poder patrimonialistas y, lo más preocupante, por el crimen organizado y la delincuencia común. 

En este contexto, el propósito de una estrategia de Estado para la recuperación del territorio debe dirigirse a fortalecer la acción y presencia del Estado Mexicano en favor de la seguridad, la justica, el bienestar y el desarrollo sustentable de las comunidades, pueblos, ciudades, regiones y las zonas metropolitanas.  

Tratándose del territorio, es inevitable la concurrencia de las estrategias de régimen y de partido. Tales estrategias son legítimas y necesarias para todo gobierno en la medida que sus bases sociales son fuente de legitimidad y a la vez de fortaleza del Estado y sus instituciones, más aún en condiciones como las que vive el país, caracterizadas por una extendida fragmentación del tejido social. 

Pero es fundamental que tal estrategia se apegue a la Constitución y a las Leyes. Se debe tener especial cuidado en la definición del territorio sobre el que se va a actuar. En principio los ámbitos nacional, estatal y municipal establecidos como órdenes de gobierno en la Constitución, deben preservar sus ámbitos de rectoría del desarrollo nacional, soberanía de los estados y libertad de los municipios. De modo que se fortalezca el federalismo el que, en la dimensión de una IV Transformación que aspira a ser parte de la historia, deberá de ser sujeto de una reforma de mayor calado. 

En cuanto a las unidades territoriales de la estrategia más que por distritos -electorales como ya se ha anunciado siendo motivo de crítica a la legitimidad de la estrategia- es conveniente reflexionar sobre otras alternativas: regiones y zonas metropolitanas. Sobre estas últimas son aplicables las disposiciones de la nueva Ley General de Asentamientos Humano, Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano. (Artículo 8, Fracciones VIII, IX y XVII). 

En todo caso, es indispensable un análisis jurídico riguroso que dé sustento a la estrategia de gobernanza territorial, más aún cuando se tiene el propósito de que los programas prioritarios se materialicen a partir del primero de diciembre y se arraiguen en reformas de fondo en el mediano plazo. 

[El documento es más amplio, para consultarlo en su totalidad dé click en la siguiente liga: http://profundidad.e-consulta.com/documentos/Las%20nuevas%20Delegaciones%20Federales.pdf]

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Alberto Amador Leal

Ingeniero por el IPN. Con Maestría en Gobierno y Asuntos Públicos UNAM. Diputado Federal a las LIV, LVII y LX Legislaturas, Diputado Local LIV Legislatura. Con diversos cargos federales y locales