Romo: el enigmático sembrador de confianza
- Roberto Rock
“A Andrés Manuel lo investigué como lo hago cuando emprendo un negocio o busco un socio”, ha comentado Alfonso Romo, especialmente en charlas privadas con amigos empresarios, cuando explica por qué decidió sumarse desde 2012 al proyecto del ahora presidente electo.
“Me parece (López Obrador) un hombre de valores, sencillo y honrado, amante de su familia. Indagué sobre su desempeño como jefe de Gobierno en la ciudad de México, y me convenció”, ha referido también en entrevistas periodísticas el controvertido empresario regiomontano colocado en el primerísimo primer círculo del político tabasqueño, que lo ha designado futuro jefe de Oficina de la Presidencia a partir del primer día de diciembre próximo.
Romo Garza, de 68 años (nacido en la ciudad de México en 1950), funciona desde ahora como jefe de un gabinete en gestación, cuyos integrantes pueden ser convocados por él en cualquier momento y salvo contadas excepciones, deben tener sus agendas abiertas para cualquier compromiso que les asigne.
Desde antes del inicio de la campaña de López Obrador, Romo ha tenido también la tarea de sembrar confianza con el empresariado y otros grupos que en los años anteriores habían mostrado claras reservas frente al tabasqueño.
Así ocurrió a principios de este mes cuando tras un acuerdo exprés con líderes empresariales, Romo alertó a futuros secretarios de Estado que participarían en una ronda de encuentros con el sector privado. El mismo dio de inmediato inicio a la ronda con una reunión que coordinó el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Juan Pablo Castañón. Una cita de la que surgieron señales que amerita diseccionar.
Romo les dijo a sus interlocutores, muchos de ellos amigos durante años, que el próximo gobierno no ofrecerá, al menos en lo inmediato, estímulos fiscales a los empresarios. “Primero hay que ordenar la casa, reducir gastos”, les explicó.
Eso arrojó un torrente de agua fría a las expectativas de barones del dinero, esperanzados de que como ocurrió en el arranque de los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, el de López Obrador decrete un perdón en el pago de impuestos o “retrasos” acumulados por parte del sector privado al fisco. Los datos conocidos hablan de 1.6 millones de adeudos, por un total superior a los 663 mil millones de pesos. Incluso se rumoró que ello ya estaba previsto en borradores de la próxima Ley de Ingresos federal.
Este episodio permite prever un rol singular en la labor futura de Romo, un hombre apasionado de la lectura, en particular de biografías de líderes. Es deseable que haya leído un fascinante perfil de Franklin D. Roosevelt, el presidente norteamericano que sacó a su país de la Gran Depresión. Empresario de origen, Roosevelt no lo logró privilegiando a sus viejos amigos de las finanzas y los negocios, sino al revés. La biografía que escribió sobre él H. W. Brands se titula: “Traidor a su clase”.
Es un secreto a voces ya la influencia de Romo sobre López Obrador, como su principal operador en múltiples temas. Está claro no obstante, que el presidente electo conservará personalmente el control de muchos hilos y asignará temas relevantes, de manera directa, a un compacto grupo de colaboradores.
Pero es una paradoja que Romo sea ya uno de los personajes más importantes en la urdimbre de poder que ha ido enhebrando el mandatario electo. Su más cercano colaborador para menesteres clave parece provenir de las antípodas, sociales, políticas e ideológicas.
Si López Obrador se nutre del trópico y despunta en una familia de patrimonio notablemente modesto, Romo nació en pañales de seda, presume de un parentesco lejano con Francisco I Madero y por décadas ha pertenecido, no sin sobresaltos, a la casta dorada de millonarios de la capital regiomontana.
El presidente electo alberga desde una temprana juventud ideas progresistas, para decir lo menos. Romo Garza es un empresario con fama mundial de innovador, con inquietudes de promoción ciudadana, pero con un código genético y un pensamiento conservador a toda regla: defensor de Madero, su tío-abuelo, pero también de Porfirio Díaz y, según se ha publicado, incluso del dictador chileno Augusto Pinochet.
Este hombre atendió en 2011 una invitación de Dante Delgado –dirigente de Movimiento Ciudadano- para reunirse con López Obrador y su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller. Ha declarado que acudió a ese encuentro “con mucha flojera”, escéptico ante las propuestas del tabasqueño. “La tuya es una medicina que va a matar al paciente”, le dijo en su primera conversación esa noche.
No hubo en dicha reunión la oportunidad de acuerdo alguno que no fuera seguir conversando. Romo acumulaba dos decepciones seguidas tras apoyar en 2000 a Vicente Fox, y en 2006 a Felipe Calderón. Pero abandonó esa cena con la decisión de analizar más profundamente a su interlocutor. Iniciaba así una historia sobre la que habrá que regresar pronto. (rockroberto@gmail.com).