Cuba y México 2018. Optimismo y pesimismo

  • Luis Ángel Argüelles
Contexto histórico social de la isla. La nueva dinámica después de la era Castro. Lo que puede venir

El hecho de haber vivido en dos pueblos me hace sentirme  tanto del uno como del otro. Quiero lo mejor para los dos países: Cuba donde nací; México donde renací. Pienso que el 2018 es un tipo de parte aguas para los dos países: El 19 de abril tuvo lugar en la isla  la sucesión presidencial y el 1 de julio se elegirá al nuevo presidente mexicano que estará seis años en el poder. No puedo desconocer el profundo  pesimismo que embarga tanto a una parte de los cubanos como a grandes sectores de la sociedad  mexicana. Pero sin ignorar las causas reales  que provocan este pesimismo,  pretendo vislumbrar otros escenarios posibles que pueden acontecer y que podamos encontrar la  luz al final del túnel. Esta primera entrega estará dedicada a Cuba

 

Cuba 2018

El reciente cambio de poder en el gobierno de Cuba (Miguel Díaz Canel  por Raúl Castro, quien deja la presidencia, pero no el cargo de Primer Secretario del Partido) ha provocado numerosos comentarios tanto dentro como fuera de la isla. El hecho de que en  ese país  los medios de comunicación estén en manos del estado no quiere decir que no exista opinión pública (los cubanos tanto en sus casas como fuera de ellas  ya expresan   sus particulares opiniones), eso sí, no existe opinión publicada. Las distintas corrientes de opinión (inherentes a todo conglomerado humano) no encuentran modos de expresión en los medios masivos de dicha isla.  

En mi caso personal, confieso, que en el día de la sucesión predominó la visión pesimista. El simple hecho de que el propio Díaz Canel abanderaba la idea de la “continuidad” como garantía del éxito (en una sociedad en que la mayoría de la población tiene imperiosa necesidades económicas)  me parecía simplemente suicida enarbolar esta tesis.  Pensé que no podía haber otra opción: era más de lo mismo.  Por otra parte, si Raúl continuaba operando  en el sistema político cubano (un tipo de “poder detrás del trono”) no tenía maniobras  reales de movilidad el nuevo presidente cubano. En resumen: así  como Raúl estuvo maniatado por Fidel, Díaz Canel estaría maniatado por Raúl. 

A la anterior visión pesimista, he llegado a enfrentar  una visión optimista, la cual el tiempo reafirmará o, por el contrario, rectificará. Ya veremos si Díaz Canel es un presidente presionado o presionante. Si actuará como un simple títere de los hombres fuertes de Cuba o si, poco a poco, se va desmarcando de ellos y va imponiendo su sello particular. ¿Razones del optimismo inicial? Básicamente las cuatro siguientes:

En primer lugar, considero que debemos darle el llamado  en derecho “beneficio de la duda”  al nuevo presidente cubano. Si como  parece,  es una persona que goza de buena reputación, es honesta y actúa de acuerdo a sus principios morales, queremos creer que él no pueda desconocer las insatisfacciones de la mayoría de la población con el modelo económico actual. Como una persona que ha estudiado,  viajado y compartido experiencias con otros líderes y dirigentes del mundo, debe albergar sus serias  dudas en cuanto a la eficacia  del modelo  económico socialista (basado principalmente  en la estatización de los medios fundamentales  de producción)  el cual, decimos nosotros, no ha funcionado ni en Europa del Este ni en Cuba, ni en cualquier  otro lugar que se ha intentado implantar. En la actualidad, existen  países asiáticos  con un sistema político socialista, pero con una economía de mercado. Son los casos  de  China y Viet Nam donde el  socialismo tradicional  ha tenido que transitar a un socialismo de mercado.  

 Sin dudas, es el bienestar económico el motor de la llamada democracia del mundo occidental (al cual pertenece nuestra isla). Por supuesto, la cuestión social (educación, salud pública y seguridad social) son muy importantes, pero sí no se resuelve la cuestión económica las personas no estarán  satisfechas y, a la larga, también se afecta la cuestión social, pues no hay columna vertebral que soporte el peso.

Soy de los que pienso que ese modelo  socialista tradicional (vigente en Cuba y en Corea del Norte) es una distorsión de las leyes económicas del mercado  y que, paradójicamente, solo ha podido mantenerse  gracias a la existencia de una mercado capitalista y a los intereses geopolíticos de las grandes potencias. ¿Qué sería Corea del Norte sin el apoyo de China?

 El propio Carlos Marx, a quien no puede regatearse su capacidad para el análisis económico, planteaba que la existencia de la llamada esclavitud americana o de plantaciones  (de los siglos XVIII y XIX) solo se podía mantener gracias a la existencia del mercado capitalista mundial que tenía trabajadores asalariados y requería artículos o productos elaborados con mano de obra  esclava. Luego, tanto la “lógica económica esclavista” como la “lógica económica socialista”  son distorsiones que han podido mantenerse gracias al contexto internacional que los ha permitido. Un socialismo autárquico (autosuficiente) no es posible que se pueda mantener en el tiempo y mucho menos en una sociedad que cada vez está más interconectada y que los habitantes de un país conocen las experiencias del resto de los países.

 ¿No compartirá el anterior análisis Díaz Canel?   ¿Acaso no se percata que muchas empresas cubanas están dirigidas por los hijos de los dirigentes cubanos y que la manejan de forma patrimonialista (como si fueran de ellos) por lo  que no les conviene que haya competencia real con las empresas extranjeras? Una empresa no es nacional porque sea dirigida por los nativos del país, sino porque responda a los intereses de toda una nación. ¿Qué es mejor que la población tenga  productos y servicios para satisfacer sus necesidades siempre crecientes o que, por una visión esquemática, todas las empresas  permanezcan en manos nacionales?  Que el estado sea en última instancia el  dueño de la riqueza (agua, suelos, minas, etc.)  no quiere decir que no permita la explotación a empresas particulares (tanto de cubanos como de extranjeros)  para que la trabajen más eficientemente y haya producción para ser distribuida.   

En segundo lugar, y muy ligado a lo anterior, pienso que la experiencia de la Unión Soviética debe también hacernos meditar. Cuando Gorbachov sucede en el poder a Brézhnev  en 1985, él no presentó  de inicio un paquete de medidas económicas. En su momento,  muchos  lo vieron como un tipo de “continuidad”,  pero, ya sabemos,  que la “perestroika” y la “glasnot” estaba en su mente, lo que no podía hacerla manifiesta.   Hubo que esperar un tiempo (hasta 1987) para que empezara la transformación económica. Por supuesto,  primero se empezaron a realizar cambios en la nomenclatura política de modo que se allanara el camino para los cambios posteriores. Hay que estar atentos, en el caso cubano, a estas nuevas señales.     

En tercer lugar,  está el factor biológico. Por ley natural  la gerontocracia cubana (integrada por octogenarios y nonagenarios)  no puede eludir el hecho biológico final. De esta forma, la Biología puede colaborar con la Política. Puedo admitir  que los gerontócratas cubanos  tengan una hoja de servicios innegable, posean  ideas nobles, pero estimo que sus  actitudes políticas  están rebasadas. Se casaron con una cosmovisión que  no corresponde con la realidad.  Incluso, algunos analistas políticos han llegado a plantear la idea de que no es descabellado pensar que el propio Raúl  haya entregado el poder a una persona nacida después del triunfo de la Revolución para que sea el nuevo sucesor  el que lleve a cabo las transformaciones económicas requeridas ya que Raúl  por la lealtad a su hermano mayor le resultaba más difícil emprenderla.

En cuarto lugar, el hecho de tener un presidente nuevo (alguien que no se apellide Castro) facilita la comunicación con los presidentes de otros países, especialmente de los Estados Unidos de América. Si Díaz Canel, sin hacer nada deshonroso, logra enviar mensajes a Trump de que lo que más le conviene a Estados Unidos es tener una relación fluida con la isla   y le puede garantizar que no habrá un nuevo éxodo masivo  de cubanos (el “miedo a Cuba” para los gobernantes norteamericanos es  tan fuerte  como fue el “miedo a Haití”, a una revuelta de esclavos,  para los hacendados cubanos en el siglo XIX, motivo por el cual se retrasó la lucha contra el dominio español)  no dudo que pueda haber avances, pues también en el círculo más cercano a Trump existen personas que están por el fortalecimiento de las relaciones entre ambos países. En honor a la verdad, hay que decir que Trump ha sido criticado fuertemente por los políticos de origen cubano de La Florida  por no haber tomado medidas más enérgicas contra la isla.

Habría que saber convencer a Trump de que la mayoría de los  cubanos en los Estados Unidos, como una buena parte de la sociedad norteamericana,  no está a favor del embargo norteamericano, la cual ha sido una política fallida de la administración norteamericana por varias décadas.  La tesis subyacente del embargo (“dañar al gobierno de Castro a pesar de que se dañe al  pueblo cubano) no resiste  la tesis alternativa contra dicho embargo (“beneficiar al pueblo cubano, a pesar de que se beneficie el gobierno de Castro”). Esta última tesis fue la que siguió la administración del anterior presidente Obama. En este caso particular,  siempre tendrá más posibilidades de éxito una política que privilegie  los beneficios a otra que privilegie los daños.

 Asimismo, habría que saber explotar las veleidades y excentricidades de Trump  a favor de la causa cubana. Al respecto, debería estudiarse qué propuestas pueden sugerírsele. Por ejemplo, que él (a través de su  familia o testaferros) puedan invertir su dinero en  la construcción de complejos deportivos,  campos de golf u  hoteles que puedan llevar su apellido. Sabido es que en Cuba existían antes de la Revolución hoteles con apellidos de sus dueños (Hotel Hilton, por ejemplo) y más recientemente los hoteles Meliá.

En fin, en relaciones internacionales hay que saber combinar los principios con los  intereses,  pero sin confundir los principios con dogmas. En cuanto a intereses, no podemos olvidar que existen muchos  cubanos en Estados Unidos que lo que quieren es poder viajar más frecuentemente a su isla natal, enviar sus remesas  y  otros, una  vez jubilados, también quieren volver a su país, lo que también serviría para reactivar la economía.

Finamente, si bien estimo,  existen  explicaciones   para un optimismo inicial  en el caso cubano, no es menos cierto que la realidad se va imponiendo (y desde el exterior donde me encuentro no es posible tomar el pulso de la problemática nacional en el diario acontecer) y que son los cubanos de a pie  que viven en la isla   los  que tienen  la última palabra pues como dice un viejo refrán “solo los que cargan la caja, saben lo que pesa el muerto” 

Opinion para Interiores: