Primer debate

  • Víctor Reynoso
Muestran la inflexión de las campañas. Del 94 al 2012. Ahora: AMLO es la cuestión.

Los debates son quizá el momento más importante en una campaña electoral. En mítines, spots y otro tipo de mensajes los candidatos nos dicen lo que quieren que oigamos. En un debate es posible ir a los temas que los candidatos prefieren evitar. Es posible profundizar en sus habilidades, pues tienen que reaccionar a cuestionamientos, presentar sus propios argumentos, mostrar su inteligencia emocional ante situaciones incómodas o inesperadas. Los debates son el momento donde un punto de inflexión en las preferencias electorales es más probable.

El primer debate presidencial en México fue en 1994, entre Ernesto Zedillo (PRI), Cuauhtémoc Cárdenas (PRD) y Diego Fernández de Cevallos (PAN). La presencia de Zedillo pasó desapercibida. Diego se fue contra Cárdenas y logró desbancarlo del segundo sitio en las preferencias para ocuparlo él. Así terminó la elección: Zedillo en primero (fue la elección del año violento, que favoreció al PRI), Diego en segundo y Cárdenas en tercero.

En el 2000 el efecto de los debates fue menos claro. Pero mostró a un Cárdenas (PRD) poco elocuente, a un Labastida (PRI) a la defensiva y dubitativo y a un Fox (PAN) muy echado pa delante. Seguramente todo esto influyó en el resultado final.

En 2006, López Obrador, que aparecía en las encuestas con una amplia ventaja, no fue al debate. Cuestión obvia: a quien va arriba en las encuestas no le interesa debatir, lo que le interesa es que la elección sea ya. Esa ausencia le costó preferencias electorales. También entonces influyó en la elección.

En 2012 los debates pasaron sin pena ni gloria (excepción hecha de una edecán). Peña Nieto mantuvo la ventaja que tuvo desde el inicio. No enfrentó a ningún debatiente talentoso que los desafiara.

Ahora, obvio, todos se concentrarán en tratar de quitarle preferencias a quien más las tiene: el candidato de MORENA. Es una cuestión de lógica aritmética. López Obrador es quien más tiene que perder. Y es a su costa como los demás pueden ganar algo sustantivo.

Puede que se den pleitos secundarios. Meade contra Anaya, por el segundo lugar. Pero eso se dio, y el único favorecido fue AMLO. O Margarita contra Anaya y viceversa, pero poco lograrán, fuera de fortalecer al tabasqueño. Por eso lo más probable es que los cuestionamientos se centren en él.

Además de la lógica aritmética, hay otras razones. A muchos, dentro y fuera de la clase política, les preocupa que López Obrador llegue al poder. Son varias las razones: que ha generado expectativas que nadie puede cumplir; que sus medios no son adecuados a sus fines; que su modelo de país está en el pasado, en el México de los años setenta; que es autoritario y desconfía de la sociedad civil; que ha caído en diversas contradicciones...

De cualquier manera, para muchos la ventaja que tiene Andrés Manuel es tan grande que no hay manera de revertirla. Más aún cuando él ya sabe bien por dónde vendrán los cuestionamientos, y está preparado para enfrentarlos. Que cuando más perderá unos cuatro puntos: nada, frente a los 22 puntos de ventaja que tiene, según encuesta reciente.

Pero habrá que ver. Los cambios en las preferencias dependerán de las habilidades y estrategias de los candidatos, pero también de las debilidades y fortalezas del puntero. Si es tan malo como dicen sus adversarios, puede irle muy mal en el debate. Ahí quedarán claros sus puntos débiles. Si es tan bueno como dicen sus seguidores, si su proyecto de nación es congruente y equilibrado, poco habrán de dañarle sus competidores.

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Víctor Reynoso

El profesor universitario en la Universidad de las Américas - Puebla. Es licenciado en sociología por la UNAM y doctor en Ciencia Social con especialidad en Sociología por El Colegio de México.