Dictámenes para asumirse

  • José Alarcón Hernández
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“Todas las victorias

                   engendran odio”        

Baltasar Gracián

La UNAM publicó las “Ideas Políticas” de Juan de Palafox y Mendoza, con un prólogo y selección de José Rojas Garcidueñas, que ahora me permito compartirle:

Del amor y de la cortesía dales a todos cuanto pidieren y conténtate con lo que te dieren.

Del callar, raras veces consigue daño el que calla, del hablar muchos suelen granjearse y muy grande.

¿Quieres vivir contento?, no desees.

No puedes hacerte de todos amado, pero a todos puedes hacerte amable y digno de amor.

Tres cosas me cansan mucho y la cuarta aborrece mi alma: primera, el pobre soberbio; segunda, el rico avariento; tercera, el magistrado insolente; cuarta, el ingrato a los beneficios.

De los hombres que no gobiernan, la mayor culpa es obrar mal; de los que gobiernan, no obrar bien. De aquellos la de comisión y de éstos la de omisión.

Mejor gobierno es el tiránico que el discorde, porque aquel conserva forma de gobierno y éste otro ninguna.

En las elecciones pueden errar los príncipes en tres maneras. La primera, dando las ocupaciones a los que no tienen experiencia y negándolas a quien la tiene; éste es gran error. La segunda, dando los puestos a quien  no tiene la capacidad ni se ha experimentado en otros con aprobación, y éste es grandísimo error. La tercera, trocando los puestos y las inclinaciones a los magistrados y dando a los de armas los de letras y a los de letras los de armas; al inteligente en  la pluma, a espada; al valeroso, la pluma y este es error.

Las personas se han de buscar para los puestos y no los puestos para las personas, mirando qué sujeto conviene a aquel reino, no que reino le conviene a aquel sujeto.

Ninguna cosa es tan dañosa en los reinos, como que pesen más en los particulares una onza de propia comodidad que una arroba de utilidad pública y cuando esto prevalece ya está el reino perdido.

Los reinos que se gobiernan por remedios y no por prevenciones van perdidos.

El mayor mal de los reyes es escarmentar los buenos consejos y enfadarse con los buenos consejeros.

El príncipe que escarmienta al leal, alienta y anima al traidor.

La codicia de los ministros llega con la navaja hasta los huesos de la República, pero la codicia y la sensualidad universalmente ejercitada en los reinos corta la carne y pudre los huesos.

Las leyes que no se guardan son cuerpos muertos atravesados en las calles donde los magistrados tropiezan y los vasallos caen.

Ay del príncipe que escarmienta los avisos de su servicio, que es lo mismo que sacarse los ojos de su misma cara.

Temeridad es del juicio humano en lo político si juzga por los efectos las causas, porque muchos grandes hombres acertando se han perdido y muchos muy perdidos errando se han engrandecido.

Donde los excesos pueden más que las leyes, presto podrán los vasallos más que los reyes.

La mayor virtud de los reyes es la justicia y no ha habido reino que con ella se haya perdido y sin ella conservado.

El consejo ha de ser considerado, la ejecución prontísima.        

Cinco cosas aseguran la felicidad de un reino: primera, tener la nobleza honrada; segunda, el pueblo abastecido; tercera, la virtud favorecida; cuarta, los soldados bien pagados y disciplinados; quinta los ministros contenidos y respetados.

No hay más diferencia del buen gobernador al que no lo es, que ver el uno las desdichas antes que lleguen y el otro después de sucedidas, con que el uno las previene y el otro las padece sin remedio.

La República sin tesoro es cuerpo sin sustancia y sin prudencia, y es navío sin timón.

No es lo mismo haber vicios en un reino, que ser vicioso un reino.

En todas las crónicas han parecido bien los leales, aunque hayan sido vencidos; y mal los traidores aunque hayan sido vencedores.

Más es formar una monarquía, que conservarla; pero más es reformarla, que formarla.

Necesario es, que a muchos tema, a quien muchos temen.

No puede más el que puede, sino el que puede mejor; porque el poder que obra lo malo, no es poder, sino flaqueza, y así no lo puede Dios.

El príncipe, que espanta los remedios, no convalecerá de los daños.

Los remedios se espantan, los daños se llaman, cuando a los celosos se castiga y a los relejados se premia.

Dos géneros de hombres me parecen grandes, los que conocen en sí mismos lo imperfecto y en sus enemigos lo bueno.

Donde los excesos pueden más que las leyes, presto podrán los vasallos más que los reyes.

Como cuando se sube toda la sangre a la cabeza, se ahoga ella y perece el cuerpo, así cuando todas las utilidades van al fisco se queda sin sangre el reino.

No es descredito el vivir perseguido, sino el perseguir.

Dos oídos dá Dios al hombre, porque oiga con el uno al acusador y con el otro al acusado.

No hay caso en que los príncipes no deban oír a sus vasallos, aunque sea para condenarlos.

La república que gastare en lo superfluo, le faltará para lo necesario, y llorará después en desdichas, cuanto gasto en deleites.

Al príncipe mozo, se le han de dar los criados ancianos, para que le contengan: y el viejo ha de escoger mozos, para que aprendan.

Como sucede a la causa el efecto, así a la mala educación de la juventud la ruina de la República.

No olvide, estos dictámenes no son solo para conocerlos sino para ponerlos en práctica.

Mis correos: vivereparvo45@yahoo.com.mx / vivereparvo45@hotmail.com

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.