Enrique Doger y el olor de la traición
- Erika Rivero Almazán
Tuvo sueños, ideales y futuros construidos con varias salidas prometedoras.
Todos idos.
Todos inexistentes ya.
¡Ah! Qué tiempos aquellos cuando José Doger Corte pasó el báculo de poder, inmunidad, intelectualidad y todas aquellas bondades que cubren como una poderosa aura a un rector –sobre todo, a uno proveniente de la Máxima Casa de Estudios–, a Enrique Doger Guerrero, quien ganó la partida a Armando Valerdi y a Guillermo Náres en una jugada magistral de último momento: jurando lealtad incondicional al primer Doger.
La alianza jurada con lágrimas de agradecimiento fue borrada en pocos meses con un agrio divorcio.
En lo sucesivo, ex y rector sólo coincidirían en compartir su apellido.
Enrique Doger continúo el proyecto Fénix, creación de José Doger. Si bien lo enriqueció y lo fortaleció, también es cierto que Enrique borró de la faz de la tierra a José, y que desde siempre tuvo la visión puesto en la política.
A Doger Guerrero jamás le tembló la mano para tejer fino y delicado lo que sería su plataforma política, en los cimientos de la universidad.
No lo hizo mal.
Al contrario.
Le salió perfecto.
Convenció al entonces líder del PRI, Roberto Madrazo, y al gobernador Melquiades Morales, para fabricarle un historial priístas y adoptarlo como su candidato a la presidencia municipal de Puebla.
Con inteligencia sumó a priístas (no a todos pero si a la mayoría por órdenes de Melquiades) a la universidad y a una buena parte de panistas, gracias a un pacto que hizo en lo oscurito con el entonces presidente municipal Luis Paredes Moctezuma.
Fue fácil aplastar a su oponente, Pablo Rodríguez Regordosa. Lo hizo pinole en las urnas.
Lo difícil sería lidiar con el nuevo gobernador: Mario Marín Torres.
Podríamos escribir cientos de columnas con todos los duelos verbales, patadas bajo la mesa y confrontaciones a ojos vista entre ambos gobernantes, mismos que se exacerbaron con el caso Lydia Cacho, que sumió en el desprestigio para toda la vida a Mario Marín.
Doger tuvo todo a sus pies: al PRI, al liderazgo que por obvias razones dejó de patentar ‘el gober precioso’ y un primer lugar en las encuestas que lo ubicaban como un fuerte competidor para la gubernatura.
Sin embargo, aunque muchos aplaudieron su abierta y despiadada confrontación con el gobernador, los priístas de cepa lo empezaron a ver con desconfianza: para ellos, Doger violó las leyes no escritas del canon tricolor al desafiar el estatus de un gobernador. Las próximas batallas electorales, terminaron por descobijarlo. Se empezó a ganar una etiqueta de ‘traidor’, sobre todo cuando pactó otra vez en lo oscurito con el entonces candidato del Pan a la gubernatura, Rafael Moreno Valle. Todo con tal de ponerle el pie a su competidor, Javier López Zavala, quien le ganó la partida por servir a los intereses del proyecto marinistas.
Fue otra raya más al tigre.
Pero fue contundente para enterrar a Doger y para siempre en el pantano del pragmatismo político, en donde jamás podrá crecer la confianza, la lealtad y la palabra.
Claro que Doger cobró caro la factura por apoyar al PAN en su conquista de Casa Puebla y el Palacio Municipal: fue el único priísta en la ciudad que ganó la diputación, pues todo fue para el PAN.
Sin embargo, al poco tiempo Moreno Valle dejó de recibirlo en Casa Puebla y de tomarle sus llamadas.
El Pan, menos.
El PRD, que en algún momento lo llamó para que fuera su candidato, se rompió la conexión.
Por parte de los dos grupos más poderosos del PRI, ya le cerraron la puerta; por supuesto estamos hablando de la senadora Blanca Alcalá Ruiz y el subsecretario presidencial, Juan Carlos Lastiri.
El grupo de Melquiades Morales no quiere saber nada de él.
¿Y sabe qué es lo peor de todo?
Que su alma mater, la BUAP, está apestado.
Su grupo, antes fiel, optó por tomar su propio rumbo, buscando chamba y oportunidad de crecimiento que su jefe ya no podía darles.
Este mismo fenómeno se ha ido multiplicando en los dos últimos años: nadie quiere saber de Doger.
Apesta a traición.
¿Qué le queda a Doger?
Fama, más mala que buena, pero fama: todo Puebla lo conoce, por eso aparece en los primeros lugares de popularidad, muy por arriba, por ejemplo, de Juan Carlos Lastiri.
Pero no es suficiente.
Necesita un hombro dónde recargarse.
Y una cartera poderosa para poder despegar.
No le quedó otro camino que buscar el refugio (si alguien puede calificarlo así) en Mario Marín, quien está buscando, desesperadamente, volver a la farándula política. En la próxima entrega le cuenta en qué posición pretende jugar el exgobernador de Puebla.
Opinion para Interiores:
Anteriores
Erika Rivero Almazán nació en la Ciudad de México. Estudió la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep) y la maestría en Letras Iberoamericanas en la Universidad Iberoamericana Golfo-Centro. Desde los 6 años comenzó a escribir historias. Desde esas fechas escribió sus primeros cuentos. A los 19 años inició como reportera de la sección Cultural en El Sol de Puebla. Posteriormente se hizo responsable del área política en esa casa editorial. Más tarde trabajó como reportera en el periódico Cambio, TL Cable de Puebla y en el noticiario radiofónico CN Radio. Fue jefa de información en la revista y periódico Intolerancia. En 1999 el ayuntamiento de Puebla le otorgó la Cédula Real. Su columna políticaLos Conjurados la comenzó a escribir en el diario Intolerancia, después en Síntesis, en el periódico Cambio, en el Heraldo de Puebla, en Milenio, en e-consulta, en el noticiero de Tribuna Radiofónica y en Periódico Digital. En el periódico digital Statustuvo una sección llamada La Ciudad y Eros, en donde escribió una serie de cuentos eróticos. Demonios, Ángeles y Sexo fue su primer libro, editado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y prologado por Pedro Ángel Palou García. Al siguiente año participó como cuentista en el libro publicado por el CONACULTA “Volver a los 17”. Fue titular del programa radiofónico Los Conjurados en la 10.10, Mujeres de 10 en Tribuna Comunicaciones, y posteriormente de Más Sana en ABC Radio. Actualmente sigue escribiendo sobre política, continúa participando en programas de radio, televisión, y es directora de la revista Más Sana.