Sin educación, sólo miseria (Cuarta y última parte)

  • José Alarcón Hernández
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“El hombre ha nacido libre

 y en todas partes está encadenado”

J.J. Rousseau.

La infraestructura escolar. Nada hace más amigable el aprendizaje, que un hogar agradable y cómodo.

Si el edificio escolar está en deterioro y hasta los sanitarios alejan a los niños y a los adolescentes, entonces el gozo de aprender se convierte en sacrificio.

Los educandos no se sienten a gusto cuando su edificio escolar tiene graves y grandes deficiencias.

El hábitat escolar es como el nido de las aves, que escogen un lugar seguro y limpio para poder tener a sus polluelos y enseñarles a volar.

En los años que corren, ciertamente, los edificios escolares son mejores a los que existía hace algunas décadas, pero eso no justifica que haya escuelas con deficiencias estructurales que avergüenzan.

Un edificio, un hábitat digno de escolapios, es un factor que hace más alegre la estancia de varias horas en el aula.

Una escuela sin piso firme, sin ventanas, sin revocado, sin pintura, es natural que provoque vergüenza y hasta rechazo de alumnos, profesores y directores.

Los edificios escolares, completos, no solo son las aulas; son el auditorio, el gimnasio,  los consultorios, la biblioteca, las aulas de música, baile y la alberca.

Las  escuelas modelo, que cuentan con esta infraestructura son muy pocas, algún día se tendrán todas.

En relación con este tema no hay mucho que decir, los papás conocen el estado que guarda la infraestructura de la escuela de sus hijos.

El gobierno está implementando las escuelas de tiempo completo y de excelencia.

El mercado laboral, estatal, nacional y global. Sin entrar al tema de la deserción, que es un efecto del sistema educativo y especialmente del modelo de sociedad en el que nos desenvolvemos, el mercado tiene que vincularse con la educación, desde la preescolar hasta la universitaria; expresado a la inversa, estos niveles de educación tienen que vincularse al mercado, conscientes de que, como dijo Jesús Reyes Heroles: “Pleno empleo, no ha existido ni existirá”

Es más difícil obtener empleo si la fuerza de trabajo no está preparada para encontrar un mercado laboral en competencia.

Las fuerzas del mercado del trabajo, quieren colaboradores eficientes y baratos. Si los agentes laborables son deficientes, es entendible que el precio de su trabajo aún esté por debajo de los niveles de subsistencia. Así el mercado no crece y por lo tanto las inversiones no fluyen, porque la utilidad se reduce.

Es evidente que existe relación entre la eficiencia del sistema educativo y el mercado laboral, con todas las agravantes que se le encuentran a este.

Hay que contemplar al sistema educativo y al mercado laboral en su conjunto, a nivel de aldea, de estado, de nación y por supuesto global.

Si no hay competencia no hay calidad de los bienes o servicios y entonces se pierde el mercado y las utilidades.

La competencia y por consecuencia la competitividad, deben ser un requisito del sistema educativo. Competencia para estar preparado al llegar, con los años, al mercado.

Un sistema educativo que produce incompetentes, es un desperdicio que llega hasta la tragedia, porque no hay empleo, porque no hay inversiones.

La competencia tiene varias implicaciones; es compleja. Se compite entre empresas, entre ciudades, entre estados, entre naciones; siempre buscando alta calidad de la fuerza de trabajo y el más bajo precio de la misma, para tener ventas y suficientes utilidades, que a su vez alimentan el financiamiento de la economía global.

El hecho es que estamos dentro de este sistema y no podremos irnos a otro planeta en huida exitosa.

Competitividad, competencia, mercado, inversiones y utilidades, están intercomunicados con el sistema educativo de cada país.

Los factores exógenos, en pro y en contra del proceso enseñanza-aprendizaje, forman parte de la red de arterias y venas comunicantes de las que no podemos prescindir.

Entre los factores exógenos, esta la inversión extranjera y por supuesto los recursos técnicos y la propia tecnología.

Los seres humanos no podemos escapar de las máquinas ni de todo el aparato productivo instaurado por los propios humanos.

La sociedad misma ha creado o convive con los monopolios y las grandes empresas, que ahora son sus victimarios, desde algún punto de vista.

Habrá que pensar si la tecnología es como ahora se cree, liberadora u opresora.

Estoy cierto, que el asunto es de justicia y de dignidad de unos hombres para con otros, dicho de otra forma, de unos cuantos para con la mayoría.

Parece que cada instante tiene vigencia, aquella expresión de Hobbes, de que el ‘hombre es lobo del hombre’.

T.E. Huxley, escribió que: “La sociedad difiere de la naturaleza, en que persigue una finalidad moral definida”.

El asunto es más profundo que lo que se afirma en estas líneas. Lo más lógico e irrefutable es que no podemos salirnos de este mundo.

Tal vez se aplique ahora aquella expresión de Confucio, que señala: “En un país bien gobernado, debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado, debe inspirar vergüenza la riqueza”.

Así no se piensa ahora. Los valores están trastocados.

En este asunto es aplicable aquella expresión de Carlos Marx que escribió: “El poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra”.

“Un hombre libre es aquel que, teniendo fuerza y talento para hacer una cosa, no encuentra trabas a su voluntad”: Thomas Hobbes.

“No hay ningún hombre absolutamente libre. Es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad”: Eurípides.

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.