Reflexionemos sobre el uso responsable de agua

  • Alejandro Armenta Mier

El agua es fundamental para la seguridad alimentaria y la salud por lo que hoy en día, el problema del agua es una de las principales preocupaciones a nivel internacional y local. En 1990, menos de la mitad de la población mundial tenía servicios básicos de saneamiento; en el año 2000 -de acuerdo a datos de la ONU- 884 millones de personas en el mundo carecían de acceso seguro al agua potable y 2.6 millones de personas carecían de acceso a un saneamiento básico, lo que supone el 40% de la población mundial.

Ante esta situación -el año 2000- 189 países miembros de las Naciones Unidas acordaron propósitos de desarrollo humano para el año 2015, denominados Objetivos del Desarrollo del Milenio (ODM). Siendo que la meta del objetivo siete, insta a “reducir a la mitad la proporción de personas que carece de un acceso sostenible al agua potable y a servicios básicos de saneamiento”

En noviembre de 2002, el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas estableció que “el derecho humano al agua es el derecho de todos a disponer de agua suficiente, salubre, aceptable, accesible y asequible para el uso personal y doméstico”. Circunstancia que acentúo que el acceso universal al saneamiento reviste una importancia fundamental para la dignidad humana y la vida privada, constituyendo uno de los principales mecanismos para proteger la calidad de los recursos hídricos (ONU).

Además -en abril de 2011- el Consejo de Derechos Humanos reconoce el acceso seguro al agua potable y al saneamiento como el derecho a la vida y a la dignidad humana. La información realizada por INFOBAE señala que el volumen de agua en la Tierra se estima en 1400 millones de kilómetros cúbicos (Km3). Donde el 2,5% de este total (35 millones de km3) es agua potable. De este 2,5%, solo el 69,7% (24 millones de km3) está en forma de glaciares y hielo en la Antártida y el Ártico, el 30% está en acuíferos subterráneos y sólo el 0,3% está en lo que se denominan aguas superficiales[1].

El Índice de la Pobreza del Agua reporta que los 10 países más ricos en agua del mundo son: Finlandia, Canadá, Islandia, Noruega, Guyana, Surinam, Austria, Irlanda, Suecia y Suiza. Mientras que los 10 países situados en los últimos lugares están: Haití, Níger, Etiopía, Eritrea, Malawi, Djibouti, Chad, Benin, Ruanda, y Burundi.

De acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas, un país con escasez de agua es aquel que cuenta con menos de mil metros cúbicos disponibles por habitante por año, lo que no es suficiente para proporcionar adecuada alimentación o para respaldar el progreso económico, y es además una causa potencial de severos daños ambientales.

México se ubica en el lugar 64 de la lista de 147 países del Índice de la Pobreza del Agua, considerándolo entre los países con dificultades hídricas, incluso el área de la ciudad de México está clasificada como una cuenca con escasez de agua al registrar menos de 900 metros cúbicos de agua por habitante al año.

Los principales problemas que genera la escasez del agua y que limitan el acceso de la población al vital líquido, tienen que ver con las alteraciones que ha sufrido el medio ambiente y los recursos hídricos; sin embargo, tales problemáticas podrían ser disminuidas en buena medida si los gobiernos y la sociedad tomarán conciencia de la responsabilidad compartida ante la innegable crisis del agua que estamos viviendo.

En México existen enormes diferencias regionales en la disponibilidad de agua, debido a la geografía y al clima destacan dos grandes zonas de disponibilidad natural de agua, la primera de ellas que comprende el sur y sureste, y la segunda el norte, centro y noroeste del país (FUSDA).

El acceso al agua no es equitativo, en tanto que un gran aumento de la población, la expansión de la actividad industrial y agrícola, y la amenaza del cambio climático como causa de importantes alteraciones en el ciclo hidrológico que han propiciado su disminución. Además, la contaminación es uno de los principales problemas que enfrentan los acuíferos en México ya que la baja calidad del agua afecta directamente sobre la cantidad de agua disponible para consumo, para la industria o la agricultura.

La calidad del agua es un factor determinante de la salud pública y de los ecosistemas, que restringe la oferta de agua y su distribución potencial para los diferentes usos. El agua está asociada a la transmisión de enfermedades que afectan la salud humana, ya sea por ingestión directa o mediante la contaminación de los alimentos, por lo que su calidad está absolutamente relacionada con la calidad de vida de la población, siendo los más afectados las personas de escasos recursos, primordialmente la población infantil, que es la más susceptible.

Naciones Unidas ha establecido que únicamente asumiendo la responsabilidad como individuos, sociedad e instituciones, se podrá afrontar el problema del agua y otros más que de igual forma atañen a la población.

A pesar de los cambios institucionales para hacer frente a este problema -como la reforma legal- las autoridades encargadas de gestionar las zonas urbanas están cada vez más preocupadas por la creciente visibilidad de la crisis del agua y el impacto tanto sobre el medio físico como el social.

Por ello, la importancia de que todos los sectores, de todos los niveles de gobierno además de la sociedad civil mexicana participen y cooperen activamente en la conformación de una perspectiva integral en las políticas públicas y programas encaminados no sólo al abastecimiento sino al uso responsable del agua, que permita garantizar una mejor gestión y distribución de los recursos hídricos, pero sobre todo la existencia de este recurso natural primordial para generaciones futuras.

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Alejandro Armenta Mier

Maestro en Administración Pública, presidente del Senado de la República y presidente de la Comisión de Hacienda. Más de 34 años de su vida dedicado al servicio público. Mis principios: ser útil, agradecido y acomedido.