¿Quién es Maduro?

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¡Ya basta, Carajo! …queja de Maduro vs. Santos.

Se entregó a la “Justicia” uno de los líderes de la oposición al gobierno de Venezuela. Ofreció su libertad, en el afán de lograr un entendimiento entre el gobierno y el enojo y descontento de una población que ya no puede ni quiere seguir soportando una inflación galopante superior al 56% anual, ni el desabasto diario de los artículos de primera necesidad.

Leopoldo López vestido de blanco, a quién me refiero, fue escoltado por una multitudinaria muchedumbre, mientras él se dirigía hacia la Guardia Nacional Venezolana para entregarse: “Me presento ante una justicia injusta, corrupta, que no juzga de acuerdo a las leyes, pero me presento ante ustedes venezolanos, con nuestro más profundo compromiso que si mi encarcelamiento vale para el despertar de un pueblo y la mayoría de los venezolanos que queremos un cambio en paz y democracia, bien valdrá la pena el mismo”.

Retoma López el mensaje de entrega, compromiso y paz que antes refrendaron hombres de la talla de Gandhi, Mandela o King. Afrontar una justicia que sabe torcida, pero a la cual sólo exponiéndola como víctima, logra convertirse en un ejemplo de vida y no sólo de palabras. Los miles de venezolanos que acompañaban a Leopoldo saben de su inocencia y por eso coreaban “no te entregues”, a un hombre valiente que dando la cara enfrenta su destino.

En tanto, Maduro sigue hablando con pajaritos y vocifera en contra del líder “fascista” que ya está en manos de la justicia. Si apelamos a la historia, no encontraremos a un Mussolini entregándose para ser juzgado, pero sí la resistencia pacífica de King o Mandela y el posterior encarcelamiento de ambos.

Pero regresando a nuestro personaje antagónico de la semana, Maduro voltea al exterior y culpa a México pues asegura la revuelta estudiantil chamita fue “orquestada desde México”. Y para no hacer menos a sus vecinos, acusa  a Colombia y a su Presidente de quererlo derribar de la presidencia y le grita “Ya basta, Carajo”, “Santos no me va a dar lecciones de democracia”. En eso, retoma sus vituperios al norte, y “expulsa a espías fascistas americanos” mientras que agradece a “China, Irán y Cuba, su verdadera amistad probada en tiempos difíciles.

Maduro avanza con su retórica, y en ella canoniza a Chávez al jurar sobre su nombre: “Yo lo que quiero es paz, se los juro por Chávez, por eso convoque a Capriles a una reunión”, y logra también que Marx se revuelque en su tumba al alabar con un “¡Dios bendice a Venezuela, porque no hay percances violentos que lamentar!”.

Maduro conduce a Venezuela al diván del psiquiatra (en un acto de mera proyección), al proclamar que  “No hay derecho a someter a un país a tanta violencia psicológica”, “No hay derecho a manipular la conciencia de los pueblos”. Una semana de continuas manifestaciones en Caracas, sumadas a 20 días de protestas en el interior del país, no le son suficientes a Maduro para comprender que no se requiere un galeno, se requiere tan solo escuchar a la población que ha tomado las calles y tratar de enderezar el rumbo, aunque eso signifique actuar “maduramente”.

Dos personajes antagónicos, uno “Maduro” por nombre pero en su actuar la antítesis del mismo. Otro tan común como un “López” y tan “maduro” como para entregarse a una justicia inexistente, y evitando con ello más muertes. ¿Quién es el verdadero “maduro”?

Tal vez, si de verdad Chávez le hablara a Maduro, podría susurrarle algo así como: “sea usted Maduro compañero” y ¡Ya basta Carajo, póngase a trabajar!”, pero lo olvidaba, los pájaros no hablan y Venezuela no está para más locuras….

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