La idolatría del dinero

  • José Alarcón Hernández
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La Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium es un documento de enseñanzas del Papa Francisco; está dirigido a todos los cristianos para animarlos a renovar su fe y para incentivarlos a una mayor generosidad con los más pobres.

Refleja el pensamiento claro y certero de un hombre humilde, de profundas convicciones y de una especial sensibilidad, que está preocupado por las circunstancias actuales que dificultan la construcción de un mundo más justo y equitativo.

Está lejos de ser un regaño, un reproche o un simple adoctrinamiento; es, ante todo, una invitación fraterna a los católicos para que vivan conforme al Evangelio.

Desde su introducción, aborda los problemas actuales, donde triunfan el consumismo y el individualismo que aíslan las conciencias y no dejan espacio para los otros, convirtiéndolo en un lugar de injusta desigualdad.

Establece las claves para arraigar y desarrollar el bien común: comunicación de la experiencia de verdad y de belleza, la alegría de evangelizar, y el derecho de todos a recibir el anuncio del evangelio junto al deber de todo cristiano de realizar el anuncio sin excluir a nadie.

En el Capítulo I “La Transformación Misionera de la Iglesia”, el Papa pide a los cristianos que renueven su encuentro con Jesucristo.

“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento”.

“Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

La Iglesia es una comunidad de discípulos que deben ser los primeros en salir al encuentro con los demás, con el deseo de brindar misericordia.

“Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”.

En el Capítulo II “En la crisis del compromiso comunitario” el Papa cuestiona duramente “a la economía actual que excluye a los débiles y hace fuerte a los poderosos”.

“Asistimos al debilitamiento del sentido del pecado personal y social, así como a un progresivo aumento del relativismo”.

Esta filosofía de vida, de mundanidad espiritual, que idolatra al dinero,  “debilita los vínculos entre las personas” y “desnaturaliza los vínculos familiares”.

“¡El dinero debe servir y no gobernar!”

“El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y las finanzas a una ética en favor del ser humano”.

“Nuestro dolor y nuestra vergüenza por los pecados de algunos miembros de la Iglesia, y por los propios, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor”.

La Iglesia debe reflexionar sobre diversos temas, entre ellos:

“El lugar que ocupa la mujer allí donde se toman decisiones importantes, el protagonismo de los  jóvenes en la pastoral  y la selección adecuada de los candidatos al sacerdocio”.

El Capítulo III “El anuncio del Evangelio”, destaca que la Iglesia debe ser “el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado…”.

La evangelización es tarea de todos.

“Cada uno, cualquiera que sea su función y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones”.

“El mensaje que anunciamos siempre tiene algún ropaje cultural, pero a veces en la Iglesia caemos en la vanidosa sacralización de la propia cultura, con lo cual podemos mostrar más fanatismo que auténtico fervor evangelizador”.

No se  debe menospreciar la piedad popular sino alentarla y fortalecerla.         

Hay que preparar bien el mensaje, alimentarse de la palabra de Dios, personalizarla, reflexionarla y cuidar los recursos pedagógicos.

Destaca la importancia de utilizar siempre un lenguaje  propositivo para “no quedarse en la queja, el lamento, la crítica o el remordimiento”.

Invita a recuperar el primer anuncio o kerigma: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”.

Del Capítulo IV sobre “La Dimensión Social de la Evangelización” no se hacen más comentarios porque se abordó ampliamente en el artículo anterior: “La Alegría del Evangelio”.

Finalmente, en el Capítulo V “Evangelizadores con espíritu”, reitera que cualquier tarea debe realizarse con alegría, generosidad, audacia y amor.

“Hay que reconocerse a sí mismo como marcado a fuego por esa misión de iluminar, bendecir, vivificar, levantar, sanar, liberar. Allí aparece la enfermera de alma, el docente de alma, el político de alma, esos que han decidido a fondo ser con los demás y para los demás”.

“Si uno separa la tarea por una parte y la propia privacidad por otra, todo se vuelve gris y estará permanentemente buscando reconocimientos o defendiendo sus propias necesidades”

“La evangelización es el corazón del pueblo cristiano, iluminado por el Espíritu Santo. En medio del pueblo siempre está María porque ella es la Madre de la Iglesia y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización”.

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.