Un genial trotamundos
- Xavier Gutiérrez
Al amigo quiérelo amigo, no lo quieras perfecto. Esa norma he procurado seguir en mi círculo de amistades, donde uno tiene su propio capital y su particular tesoro. Y en esa variedad de personajes estoy cierto que cada ser humano encuentra una especie de mural multicolor. Son como un librero, si la comparación de buena fe me es permitida.
Un librero donde se aprecian lomos de impresos de todos los colores y grosores. Y ahí formados, constituyen una especie de altar individual. Y en ese altar y frente al mismo, se oficia, con la liturgia del caso, el sagrado rito de la amistad.
En fecha reciente acudí a uno de esos amigos. Su caso es muy singular. Con una licenciatura, una maestría y un doctorado, estos dos últimos escalones profesionales obtenidos en una de las más prestigiosas instituciones del país, estuvo en el camino de engrosar la altísima burocracia y formar parte de la casta dorada que rige a México.
Pero rechazó ese mundo. Siguió el llamado de su yo interior, hizo su propio camino.
Luego de un tránsito más o menos fugaz por esos lares, escogió su propio y personalísimo sendero. Trazó su ruta con carácter, con firmeza, con los pies bien puestos en la tierra. Escogió la senda de la docencia y los viajes. Dos escenarios que tienen en común el aprendizaje diario, intenso, pero al mismo tiempo la cercanía con el ser humano, el de junto y el de lejanas latitudes.
Y así, desde hace veinticinco años viaja por el mundo. Cumple con un temple espartano su compromiso como docente, maestro ejemplar frente a un puñado de alumnos que cambia cada año, y después, durante dos o tres meses, se echa a andar por el planeta. Esto es literal, del verbo trotacalles. Y se pierde por el mundo cada año.
Viaja acompañado de su hija, otras veces con su esposa o los tres, y en ocasiones solo. Su estampa de viajero es la misma de cualquier día. Cumple con fidelidad el consejo de tener equipaje ligero para cualquier eventualidad, solo que sus eventualidades son planeadas. Lee con detalle cada escenario que proyecta, guarda cosas personales en una maleta casi de mano –los libros ocupan un espacio reservado invariablemente- y emprende el viaje.
El avión es el medio para el primer objetivo. Pero después el autobús, y la lancha cuando así lo requiere el recorrido. Y la caminata. Y ahí se va. Recorriendo el mundo, observando, conversando, disfrutando paisajes y comidas, tratando a la gente, “descubriendo” las arrugas extrañas, raras, impresionantes, a veces inhóspitas de cada país.
Sus relatos son fascinantes. Es dueño de una conversación franca, ricamente descriptiva, a veces cruda y al mismo tiempo simpático; es agudo en sus puntos de vista, sencillo en el verbo y la forma de ser. Su personalidad es como los paisajes del planeta: simple, llana, elocuente, atractiva, pero la vanidad está proscrita de sus formas y modales.
Sin presunción, sino sólo respondiendo a la curiosidad que uno plantea, él cuenta sabrosamente su viaje de dos meses recorriendo Nueva York, o tres meses en la India, otros tres en China, otra larguísima ruta que cubrió por las cosas todo el Cono Sur; sus andanzas prolongadas en pueblos, ciudades y ríos de Brasil; sus aventuras en sitios extraños y no exentos de riesgo en Bolivia y Perú; su forma de “peinar” a pie tres meses la isla de Cuba.
Sus subidas y bajadas por todos los países de Europa; su condición de trotamundos en naciones africanas; su experiencia de mes y medio en la Isla de Pascua, allá en el extremo occidental chileno; sus caprichos errantes por el sureste de Asia o Rusia. Siempre por tierra, con una disciplina y voluntad férreas, con la modestia de un peregrino, con la avidez por el conocimiento de lo nuevo, lo extraño, lo exótico, pero sobre todo…lo humano.
No es rico. Casi podría decir que desprecia el dinero. Eso sí, sabe administrar magistralmente sus ingresos y su patrimonio. Es austero y práctico como pocos. No tacaño, tiene el sentido común perfectamente al norte en su brújula personal. No malgasta, mejor diría, bien gasta y bien invierte. Descubre sitios económicos y de placeres extraordinarios (en comida, arte, ropa) en los lugares más recónditos de los países. Y comparte la información, no se la guarda o escamotea, te da santo y seña como si fuera un guía de lujo.
Su placer por los viajes se complementa con su gusto por la lectura, el cine, la sabrosa -no cara- comida; sus clases, la poesía, el ejercicio físico, yoga particularmente. Gusta del vino, la música y se comporta con una informalidad que a veces resulta elegante. Su carácter afable, es matizado con frecuencia con una carcajada, sobre todo cuando su sentido cáustico de la observación o de la crítica fina, aborda o describe a personajes, formas de ser, tradiciones o costumbres mexicanas.
Mi amigo, el eterno viajero, por supuesto que sabe vivir, y ha recorrido el mundo como pocos. El diseñó un singular modelo de vida, y a lo largo de los últimos veinticinco años lo ha desarrollado placenteramente. Es un ser humano que sabe lo que es la vida, y tiene constancias personales increíbles e intensas para contar. Confiesa que ha vivido, confiesa que ha viajado.
Es un señor, en toda la extensión de la palabra.
Ojalá un día nos regale en un libro parte del mapa que tiene en los pies…
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Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.