Dolores
- Alejandra Fonseca
Llamó por teléfono a su amiga y protectora de casi toda su vida. Y digo “casi”, porque hay mujeres que empiezan a vivir una vida significativa a partir de que son madres. Lo anterior no cuenta, como si no hubieran vivido antes, como si existieran sólo entonces.
Parece que algunos nombres de mujer señalan sus destinos. Es lo que pasó con Dolores: su nombre marcaba cada paso que daba desde niña, haciéndose patente el día que, ya adulta, llamó a su “comadrita”.
Dolores se casó muy joven. Como ©buena© mujer se dedicó a las tareas del hogar y a trabajar vendiendo tamales, gelatinas, tortas y lo que pudiera para “acompletar” el gasto. Según sus hijos crecían, ayudaban en la vendimia. Y según crecían más, se “independizaban” de Dolores, sin nunca abandonarla.
Fueron nueve hijos en total. Dolores, valga señalar, los crió sola. El marido, como muchos, con tantos hijos, tantos gastos, tantos problemas, tantas cosas que atender y la mujer siempre dedicada a la familia, menos a él, se fue desentendiendo con la suavidad y la fluidez “del agua que pasa por mi casa”. No sé si todos fueron del mismo padre, pero qué importa cuando todos viven bajo el mismo techo, son de la misma madre y ella es la única que está presente y los saca adelante.
Algunos hijos de Dolores terminaron la primaria como obligación familiar. Dolores les señalaba que era necesario aprender a leer, a escribir y a contar para que nadie les viera la cara. Algunos siguieron la secundaria cuando pudieron encontrar un trabajo que los ayudara a pagar sus gastos. Mientras, Dolores, se partía el lomo, cada día, trabajando en casas.
Con el tiempo Dolores no sólo era madre y suegra, sino también abuela y bisabuela. Siempre unidos los hijos, ahora con sus familias, se reunían cada vez que podían para festejar algún acontecimiento. Contaban los unos con los otros.
Un día llegó la policía a buscar a sus casas a dos de sus hijos. Los acusaban de robo de vehículo. Al ser identificados, la policía los esposó y los subió a la patrulla. Los pequeños hijos y las esposas lloraban y le llamaron a Dolores para que se hiciera cargo del asunto.
Total que Dolores fue al Ministerio Público donde estaban sus hijos y no pudo hacer nada. Pero no se le cerró el mundo: acudió a sus patronas, sus comadritas de alguno de sus múltiples hijos y después de referir el caso, les pidió encarecidamente su apoyo:
--¿Qué quiere usted que haga Dolores? Preguntó la comadre potentada.
--Mis hijos son padres de familia, tienen hijos pequeños. Los necesitan sus familias, sus esposas, sus hijos. Quiero que le pida a la policía que me metan a la cárcel a mí en lugar de ellos y que los dejen libres. Que me dejen en su lugar. Eso es lo que le pido me ayude a hacer…
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