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El adiós a Pablo Hermoso de Mendoza en aniversario de la México
La combinación del festejo del aniversario número 78 y Pablo Hermoso de Mendoza, alcanzó para llenar la Plaza México, tanto el domingo 4 y lunes 5. La empresa abusó de los aficionados, les metió la espada, vendió los boletos juntos, ambos días en paquete. De otra forma, el domingo, no hubieran llenado ni media plaza.
El rejoneador español lo sabe, por eso cobra toneladas de euros, además demostró una vez más lo poderoso que es, aunque se niegue está por encima de la fiesta mexicana.
Pablo debió matar sus toros en primero y cuarto lugar. Se rumoró que hubo un acuerdo entre el torero, la empresa y autoridades. Es evidente que “la leyenda”, como le dicen al rejoneador, dispuso el orden, pisotearon el prestigio de la plaza cumpleañera. Nadie se atreve a contradecir a “la leyenda”. En las plazas de España no se brinca las trancas.
El 5 de febrero, la México atrae mucha gente a su tendido; no todos le entienden al toro, los hay muy aplaudidores, muchas de las ovaciones de ayer así fueron.
Pablo eligió para su despedida la ganadería de Los Encinos, dos toritos nada del otro mundo. Al primero le puso dos rejones de castigo, suficiente para que se quedara parado, el rejoneador giraba al derredor del burel, éste casi no se movía porque perdió la fuerza, Pablo lo hace tan bien que la gente que no se fija en el toro. Lo ovacionaron fuertemente.
Al cerrar plaza lo administró mejor, sólo un rejón de castigo, luego ese toreo de costado que tanto gusta, en el que el navarro es especialista. Con esa forma de torear, surgió el amor con la afición de la Plaza México, en ese entonces montaba a “Cagancho”.
Pablo Hermoso de Mendoza Cantón se presentó en el recinto capitalino en noviembre de 1999 e impactó a todo mundo. Entre sus logros, le dio categoría al rejoneo, en lugar de lidiar un toro como sucedía con el resto de los rejoneadores, Pablo mataba dos. Dejó de decirse despectivamente “el caballito”. El rejoneador navarro lidiaba toros con trapío, se esforzaba todas las tardes, tanto en México como en el interior de la República.
Hermoso se percató que podía seguir gustando sin meter todo el acelerador y ahí empezaron sus triquiñuelas. Ganó tanto dinero que compraba una camada de sesenta o setenta toros a una ganadería, donde lo contrataban él llevaba sus toros, animales de tres años o menos, a los que, prácticamente, les mutilaban los cuernos.
Pablo llena todas las plazas en las que se presenta, es un cheque al portador y los empresarios lo buscan para contratarlo. El oriundo de Estella en la comunidad de Navarra, se sabe imprescindible e insustituible así que impone condiciones y los empresarios con tal de hincharse de lana, le aceptan absolutamente todo.
Pablo podría ser sustituido por Diego Ventura, un rejoneador luso, avecindado en Andalucía que en este momento es mejor rejoneador que Pablo, pero al público no le interesa, prefieren a “la leyenda” quien, por cierto, está en una interminable campaña mexicana de despedida. Curiosamente dice adiós en lugares a los que nunca fue.
Regresando a la faena de la despedida de México, sonaron Las Golondrinas, el toro “Manuel”, No. 63, era tan débil que se echó antes que le metieran el rejón de muerte, lo levantaron, inmediatamente Pablo le metió el rejón. La faena no merecía ni una oreja, aun así, el juez concedió dos orejas para que todo mundo estuviera feliz.
Aquellos que dicen que extrañarán a Hermoso de Mendoza, no deben afligirse, está el hijo, no tiene la personalidad del papá, pero por acá anda.
Arturo Gilio confirmó la alternativa. Lo más emotivo de él fue el brindis a su padre, quien en el aniversario de 1992 se hizo matador de toros. “El Calita” por su parte, cuajó algunos buenos naturales y unas verónicas muy toreras, bajando las manos. Cada uno cortó una oreja sin chiste.
7:15 de la noche terminó la corrida. Las muestras de afecto al rejoneador eran múltiples, lo sacaron en hombros de la plaza, alguien me dijo que por el Eje 6 paseaban a “la leyenda”.
Se rindieron honores a nuestra bandera y se cantó el himno nacional en un acto respetuoso y emocionante. (AD)