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Madres pelean pensión para sus hijos, como Cecilia Monzón

  • Magarely Hernández
Menudean pleitos legales por pensión alimentaria; los padres no se hacen cargo de la manutención de sus hijos
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Cecilia Monzón Pérez tenía 38 años de edad. Era abogada y defensora de las mujeres violentadas por sus parejas sentimentales o que luchaban por conseguir la pensión alimentaria para sus hijos.

La mañana del 21 de mayo de 2022 fue asesinada de seis disparos de arma de fuego por un par de sicarios en motocicleta que –todo parece indicar- obedecieron órdenes de Javier López Zavala, padre del hijo de Cecilia, del que nunca quiso hacerse cargo.

Cecilia Monzón había emprendido un proceso legal contra su ex pareja sentimental y en varias ocasiones lo exhibió en redes sociales por ser un padre ausente. 

Hay hombres que no se hacen cargo de sus hijos e hijas, que renuncian a paternar, que crían desde la ausencia”, escribió Monzón el Día del Padre hace dos años.

Casos como el de Cecilia Monzón hay muchos en Puebla. Araceli tiene 21 años de edad y hace poco más de un año se convirtió en madre de un niño. El padre es 13 años mayor que ella y fue él quien insistió en tenerlo aunque luego intentó quitárselo y, hasta la fecha, no se quiere hacer cargo de él.

Araceli tiene tres hermanas y un hermano con los que vivía en la casa de su mamá en una unidad habitacional del norte de la ciudad de Puebla. Frente a su domicilio, el padre de su hijo abrió un negocio que administraba con su papá y fue ahí donde lo conoció.

Salieron muy poco tiempo pero el hombre la convenció para que tuvieran un hijo aunque nunca vivieron juntos porque él no quiso llevársela a su casa, donde vive con sus papás. La mamá de Araceli fue quien estuvo al pendiente de ella durante todo su embarazo. Aunque a diario veía al padre de su hijo, éste nunca mostró interés o la procuró.

Cuando el bebé nació, este hombre le pidió que se fueran a vivir a la casa de sus padres y ella aceptó. A partir de ese momento comenzó a ser víctima de violencia psicológica y hasta económica, situación que la obligó a conseguir trabajo y abandonar sus estudios en Enfermería. 

En una ocasión, cuando regresó al domicilio de sus suegros, le informaron que ya no podía pasar. De inmediato se trasladó al negocio del padre de su hijo para pedirle una explicación, pero sin más le dijo que lo mejor era que el bebé se quedara con él.

Araceli regresó a vivir a la casa de su mamá y ahí le hicieron ver que su hijo debía estar con ella. Después de diversas confrontaciones, incluso a la vista de vecinos, el hombre accedió a entregarle al bebé, pero advirtió que no le daría ni un peso.

Hace no más de dos meses Araceli comenzó a pelear la custodia de su hijo, para evitar que se lo vuelvan a quitar, y la pensión alimentaria. Reconoce que los gastos que le generó contratar una abogada salieron de su presupuesto, pero su mamá y hermanas la ayudan cuidando a su hijo mientras ella sale a trabajar todos los días.

Al hombre que demandó lo sigue viendo y, aunque ella trata de ignorarlo, los comentarios que hace ya generaron un conflicto entre él y su mamá.

Se fue de Puebla para no dar pensión 

Viviana tuvo una relación de 11 años y aunque su deseo siempre fue ser madre nunca se animó porque consideraba que no tendría el apoyo de su pareja. Al término de este noviazgo comenzó a salir con un compañero de trabajo y luego de unos meses quedó embarazada.

Ella recuerda que la familia del padre de su hija siempre la cobijó, incluso más que él. Con su familia materna nunca ha llevado una buena relación y su papá no se hizo cargo ni de ella ni de su hermana, así que tampoco convive con él.

Desde los 18 años Viviana vive sola y ha trabajado para salir adelante. Su independencia, dice, no permitió que el padre de su hija, que actualmente tiene cinco años de edad, se fuera a vivir con ella pero se veían a diario; él la iba a dejar a su casa —en ocasiones se quedaba— y estaba al pendiente.

Las tías y primas de él le organizaron su “baby shower” y como sabían que vivía sola, siempre le hicieron saber que si se sentía mal o necesitaba algo, las buscara. Antes de su embarazo convivió con ellas en fiestas y llevaron una muy buena relación que, a la fecha, mantienen.

Su hija nació y ella buscó el apoyo de su madre para que la cuidara. Desde que su mamá cuidó a la bebé comenzaron los problemas con su pareja. Para evitarlos, ella intentó meterla a una guardería pero él siempre le recriminó que “se sentía mucho” porque ganaba más dinero que él.

Aunque él estuvo de acuerdo en que su hija estudiara en un preescolar particularse deslindó de los gastos. Las peleas eran constantes y luego de unos meses su relación terminó.

A pesar de que ella se hacía cargo de todo, nunca le negó al padre ver a su hija; al contrario, le pedía que la llevara de visita con sus abuelos, primos y tías. Después de un tiempo, él le prometió ayuda económica y aunque Viridiana creyó que podrían recuperar su relación, se enteró de que se fue a vivir al norte del país.

Él nunca le comentó sus intenciones de irse, pero cuando lo hizo su actitud cambió por completo. Se comunicaban por teléfono y, de una forma agresiva, le exigía que llevara a su hija a visitar a su familia; también le ordenó que la metiera a clases de natación y ballet, pero nunca le envió dinero.

Por la pandemia, el sueldo de Viviana se redujo por lo que ya le es imposible solventar los gastos y para obligar al padre de su hija a hacerse responsable, por un tiempo no permitió que su familia la viera. Aunque no está en Puebla, amagó con pelear la custodia argumentando que, supuestamente, ella no cuida a su hija porque se la pasa de fiesta en fiesta.

Debido a esta situación ella interpuso una demanda para pelear la pensión alimentaria, pero actualmente buscan llegar a un acuerdo. Durante este tiempo, él comenzó a enviarle dinero, aunque ya no directamente a ella, sino por medio de sus padres.

Su suegra le quitó a su hija

Linda tiene 25 años de edad y es originaria de Veracruz. Vive sola en la capital poblana y desde hace un par de años comenzó una relación con un joven al que ella consideraba atento y amoroso.

Cuando Linda se embarazó, el papá de su hijo le pidió que se fuera a vivir con él  a casa de sus papás y su hermana, para que estuvieran al pendiente de ella. Ahí se dio cuenta que la mamá lo manipulaba y el comportamiento de él cambió drásticamente. 

Por comentarios de vecinos se enteró que la familia era problemática; su suegra se aferró a tener un nieto pero ninguno de sus dos hijos se lo podía dar hasta que Linda se embarazó. Cuenta que prácticamente la tenían secuestrada porque no podía salir sola y aunque su pareja trabajaba, a ella no le daba un solo peso. 

Cuando su hijo nació y dejó de lactar se lo quitaron. Un día ella salió a comprar cosas para su bebé. A diferencia de otras ocasiones, la dejaron salir sola pero cuando regresó ya no la dejaron entrar y tampoco le quisieron entregar a su hijo. 

Los cuatro (su pareja, la hermana y los papás) le dijeron que lo mejor para el bebé era quedarse bajo su cuidado porque ella no tenía los recursos económicos para sacarlo adelante.

En su intentó por ingresar y recuperar a su bebé, Linda fue violentada de forma física tanto por el papá de su hija como por el suegro; pidió apoyo al número de emergencias y gritó para que los vecinos la auxiliaran.

Con los antecedentes de la familia, varias personas salieron de sus casas y la acompañaron hasta que la familia le entregó a su hijo pero debió cambiar de domicilio por temor a que la fueran a buscar.

Una abogada la asesoró para que presentara una demanda por violencia familiar y otra por la pensión alimentaria. No obstante, está a unos días de regresar con su familia porque vive con miedo y no tiene quien la ayude a cuidar a su hijo mientras ella trabaja. 

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