Las Fuerzas Armadas y los riesgos de corrupción

  • Alejandro Guillén Reyes
Observemos a Venezuela cuyo ejército hoy apunta sus bayonetas contra el pueblo del cual proviene

Como mexicano, siempre he admirado y respetado a nuestras fuerzas armadas, tanto al Ejército y Fuerza Aérea como a la Marina. Recuerdo que, desde niño, en la escuela y en casa, me enseñaron que los hombres y mujeres que las conforman nos defienden del “extraño enemigo” que pretenda “profanar” nuestro suelo.

Incluso, a través de uno de mis amigos de toda la vida, tuve la fortuna de contar con la amistad del capitán Salvador Díaz Bonfigli -y de su familia-, quien, en mi época de estudiante, nos narró diferentes anécdotas que me permitieron ver a nuestro ejército desde una perspectiva más humana que militar.

Esta imagen que tengo de nuestras fuerzas armadas se ha visto reforzada por las labores de rescate y asistencia que realizan siempre que hay un desastre natural. Reitero mi respeto y admiración por quienes conforman nuestras fuerzas armadas y que han sido leales a las instituciones y al pueblo de México. Por ello, cada vez que un criminal asesina a uno de nuestros soldados, es un acto que condeno y que me indigna.

Sin embargo, no dejo de ver con preocupación la enorme cantidad de tareas que le han sido asignadas en los últimos años, muchas de ellas fuera de las actividades que en su momento le dieron a nuestro ejército la honorabilidad con la que sigue contando. Hay dos aspectos que debemos subrayar como zonas de riesgo para la conservación de esa admirable lealtad: la enorme cantidad de recursos públicos que ha recibido en los últimos años (particularmente para obras públicas) y el combate a la criminalidad organizada. Estas son zonas de riesgo para cometer actos de corrupción. La prensa ha dado cuenta de algunos casos.

Por ello, es importante para México que esos actos de corrupción registrados en la opinión pública sean casos específicos y aislados, y no que sean una constante. Que los hechos de corrupción cometidos por algún integrante de nuestro ejército sean la excepción y no la regla.

Porque un ejército corrompido termina siendo leal a intereses particulares. Un ejército que se corrompe termina por apuntar sus bayonetas no hacia el “extraño enemigo”, sino en contra del pueblo del cual proviene. Un ejército que se descompone éticamente o que pierde su integridad, tarde o temprano protege a criminales y apuntala dictaduras asesinas.

Cuidemos -sociedad y gobierno mexicanos- a nuestras fuerzas armadas. No perdamos de vista la tragedia que está ocurriendo en Venezuela, cuyo ejército se corrompió y hoy actúa contra aquel pueblo hermano al cual se debe.

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Alejandro Guillén Reyes

Director de Puebla Contra la Corrupción y la Impunidad (PCCI). Doctor en Ciencias de Gobierno y Política por el Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico, BUAP. Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM y licenciado en Ciencias Políticas por la UPAEP.