La responsabilidad social del periodismo

  • Xavier Gutiérrez
Segunda y última parte

Nos referimos  anteriormente al hecho de que la insana cercanía del periodismo mexicano con el poder, nos ha hecho dependientes, entre otros efectos negativos derivados de ello.

Esto, ha pervertido el compromiso original, la naturaleza del oficio o profesión de informar.

Siempre he pensado que hoy en día en nuestro país, por supuesto Puebla incluida, el periodismo es algo así como una autopista, una autopista  ancha, muy ancha, en la que hay…hasta periodistas.

De igual manera, si hacemos una revisión de cómo se ejerce   este maravilloso oficio, nos vamos a encontrar  con que el 90 por ciento de quienes incursionan en él, más temprano que tarde encuentran su verdadera vocación: el comercio.

Los restantes pueden contarse con los  dedos de las manos.

No vamos tan lejos: en Puebla, ¡ en menos de un mes han aparecido 3 nuevos diarios!,  en un medio en donde casi no hay lectores y  el periodismo impreso está en crisis.

La adulteración viene de arriba, aunque de abajo hacia arriba ha contado  con valiosos y esforzados contribuyentes.

El poder, en todas partes, y México no es la excepción,  a los periodistas o a los medios los halaga, los adula, los corteja, los coopta, o bien los margina, los anula, los destruye, y hoy en el país, ese otro poder paralelo que es el narco, los desaparece.

Cierto, el poder también los crea, los produce.

Las grandes corporaciones de  comunicación en nuestro país también han jugado, y juegan, un papel negativo en este proceso de degradación y descomposición.

Los vínculos de los medios con el poder, finalmente, tienen múltiples formas y efectos sobre la sociedad, la que en teoría debería ser la fuente nutricia  y el destinatario principalísimo de la comunicación.

Los poderes fácticos de comunicación del país dosifican lo que se debe difundir, gradúan la agenda de comunicación diaria; ponen potentes reflectores  sobre lo que interesa a  esa alianza cupular, y oscurecen o rotundamente apagan la luz sobre aquellos temas que no resultan convenientes a la conciencia colectiva.

Son los vigilantes y tutores de las buenas conciencias, y los censores de las ovejas irreverentes que se rebelan o protestan contra ese orden establecido.

Ellos le apuestan al espectáculo, a la información trivializada; programas insulsos; la noticia convertida en show; el veto para quienes resultan incómodos a este modelo (sean personas o instituciones); el objetivo es claro: que la gente se entretenga, que se distraiga, que no piense, prohibido pensar, “razonar puede ser nocivo  para la salud”, parece ser su lema.

Lo trascendente es sacrificado por lo insignificante.

¡Un payaso da las noticias…! Como si no fueran suficientes los que vemos en el circo diario de la política…

Frente a esto hay un esfuerzo de medios y periodistas, hay bastiones de resistencia, espacios que a veces parecen marginales, de periodistas que buscan esforzadamente abrir rendijas de luz, senderos de compromiso social, que insisten en transitar, con el viento en contra, por ese periodismo que el deber impone; que merece y reclama la sociedad.

No es fácil, ni aquí ni en otras  partes del país, sobre todo en esos lugares donde la violencia del narco y la alianza de este con el poder público han hecho del periodismo un ejercicio casi de heroísmo.

La crisis de valores en el ejercicio del poder y ligado esto a la crisis que vive el periodismo, tiene que dar lugar a rectificaciones, a cambios profundos.

La falta de confianza de la sociedad en las instituciones, donde los bajos índices que registran los poderes públicos, la suprema corte, los partidos, los representantes populares, los policías, ha tocado fondo, impone una ineludible revisión, también a fondo, y revertir este modelo podrido.

Si no queremos seguir en caída libre hacia el valle inmenso del cinismo, con un destino incierto para el país, el único camino es la rectificación.

Me parece que se impone con urgencia, un ejercicio honesto, subrayo, honesto, de crítica y autocrítica.

La modernización del poder en México, pasa indefectiblemente por el periodismo.

Poder y periodismo tienen que modernizarse.

Colocarse a la altura de las sociedades maduras, avanzadas, civilizadas, donde las reglas de convivencia y el respeto han superado a la barbarie; donde hay fórmulas explícitas de coexistencia entre poder y medios, si bien no siempre por caminos tersos y pavimentados, sí dentro del respeto a la norma, a la dignidad, al uso del poder  con equidad y equilibrio.

En cuanto al ejercicio del periodismo en el plano local, me parece que no en todos los casos debemos tener como referente para mejorar dirigir la vista al pasado, porque hay formas, etapas de ese pasado que tampoco eran modelos sanos ni ejemplares, sino producto de inercias, vicios y hasta complicidades.

Por todo esto, creo que se requiere voluntad política para cambiar, un ejercicio de autocrítica para corregir e innovar,  y crear mecanismos públicos transparentes e imaginativos para reconocer al periodismo como una cara de la sociedad, y al poder como un genuino representante de esta.

(Ponencia leída por el autor en el Foro Sobre Defensa de los Periodistas y la Responsabilidad Social del Periodismo)

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.