Según la oficina del Censo de Estados Unidos en 2015, había 50.5 millones de personas de ascendencia hispana, de los cuales para 2018 poco más de 36 millones son de ascendencia mexicana entre primera y segunda generación. Dependiendo del flujo migratorio entre 2009 y 2013 la Secretaría de Relaciones Exteriores expidió poco menos de 300 mil matrículas consulares a poblanos.

De acuerdo a BANXICO Puebla es la quinta entidad expulsora de migrantes y por ende ocupa el mismo lugar en recepción de remesas, solo por debajo de entidades como Michoacán, Guanajuato, Jalisco, Ciudad de México y el Estado de México.

De nuestro estado los municipios de Puebla, Atlixco, Izucar de Matamoros, Chietla, Acajete y San Pedro Cholula representan los de mayor incidencia migratoria.

La importancia económica de los hispanos en EEUU parece pasar desapercibida para los republicanos más conservadores, por ejemplo, en California el 37% de las empresas fueron fundadas por latinos; uno de los datos más interesantes es que el 73,8% de las patentes concedidas en el 2011 involucraban a un inventor nacido en el extranjero, del 2003 al 2007 los migrantes con ascendencia mexicana habrían generado 494 mil mdd cada año lo que representa el 3.76% del PIB EEUU.

Sobra decir que la migración no es un asunto nuevo, existe desde los orígenes de la humanidad, los últimos siglos el flujo de movilidad humana converge de las zonas rurales hacia las urbanas. Históricamente el vecino del norte se ha nutrido de migrantes, y este país necesita cada vez mas de ellos para tener una población que envejece y no cuenta con trabajadores jóvenes.

La migración es uno de los temas prioritarios en la agenda internacional, desde diversas tribunas e ideologías se escuchan propuestas y discursos que van desde el cierre total de las fronteras hasta quienes abogan por su desaparición. El problema es que estos mismos discursos radicales abonan al discurso de odio racial.

El estereotipo del migrante latinoamericano como invasor de Estados Unidos no es nuevo, pero Donald Trump con su discurso antinmigrante y con una sombra supremacista abona al desarrollo de la ideología del nacionalismo blanco, pareciera una copia del discurso que ve al islam como una amenaza a la civilización europea.

Los hechos sucedidos el fin de semana no pueden ser sino catalogados como un crimen de odio racial en contra de la población latina, las reacciones del presidente estadounidense dicen más que su declaración formal. Horas después de las masacres retuiteó (como es su costumbre) a un teórico del supremacismo Jack Posobiec.

La retórica del presidente de Estados Unidos, radica en que su lenguaje y sus acciones se basan en el lenguaje soez que exhibe una nula reflexividad y que tiene como objetivo el ataque a ser diferente, a lo que Trump y sus seguidores consideran diferente del ser “estadounidense-blanco”. En este sentido, ha minado el debate político en la medida que los insultos y agresiones presentes en su discurso han ido mermando la discusión de las soluciones y parece que a la larga seguirá creando más problemas.

dip.jose.espinosa@congresopuebla.gob.mx