¿El PRI como partido satélite?

  • Juan Luis Hernández Avendaño
El PRI nació como PNR el 4 de marzo de 1929 en el poder

La renuncia de José Narro Robles a su militancia de 46 años en el PRI acicateada por los dados cargados hacia el gobernador de Campeche en la contienda interna por la presidencia del partido tricolor, hace pensar en la frase del sociólogo francés Maurice Duverger en el sentido de que todo partido político lleva tatuada en la frente la marca de su nacimiento.

El PRI nació como PNR el 4 de marzo de 1929 en el poder. Plutarco Elías Calles se inspiró en la máxima de Mussolini, refiriéndose al fascismo: “todo dentro del estado, nada fuera del estado, nadie contra el estado”. El PRI nació como partido de estado, caminó hacia un partido hegemónico, tuvo que ser partido mayoritario hasta perderse en la última elección transfigurado no sólo en partido minoritario, sino esencialmente, partido testimonial.

Sostener la presidencia de la república durante 71 años de manera ininterrumpida sigue siendo la mayor longevidad de poder en el mundo, siendo el Partido Comunista Chino el que le puede dar alcance en poco tiempo. El ex partido omnipresente en la vida de México ha sido dado por muerto en dos ocasiones, cuando perdió la presidencia de la república en el año 2000 y cuando quedó en tercer lugar en las elecciones presidenciales de 2006. No obstante, dueño de una cultura política que inoculó a todos los partidos, con sus presencias eternas en varias regiones y entidades, ha sabido regresar de las perdidas y las derrotas para recordar a los mexicanos que su existencia parece estar relacionada a la vida misma de los mexicanos y del país.

A pesar de la derrota estrepitosa con la que perdió la presidencia el año pasado y la estela de ilegitimidad que Peña Nieto y una docena de ex gobernadores priístas han heredado a los suyos, el PRI nunca ha perdido el control de Coahuila, el Estado de México, Campeche, Hidalgo, Colima, y sigue gobernando 7 entidades más, por lo que darlo por desahuciado siempre suele ser una mala apuesta. No obstante, parece que las circunstancias de la aparición de Morena pueden marcar un derrotero al PRI jamás imaginado por sus militantes más conspicuos: ser un partido satélite.

Morena no sólo ha vaciado al PRD sino que está minando al PRI por dentro, tanto en sus bases como en sus liderazgos. Morena está surgiendo como un partido ecléctico tanto ideológica como programáticamente, cómodo para desembarcar desde otras trayectorias políticas y cómodo también para construir una nueva hegemonía partidaria. Morena no sólo socava las posibilidades de reempoderamiento del PRI sino que en una broma de la historia ha invertido los papeles: ahora desde la presidencia interviene en la contienda interna del tricolor. El PRI lo hacía cuando era gobierno particularmente con los partidos satélite, y en no pocas veces ayudó a ciertos candidatos del PAN o del PRD cuando trataron de hacerse de las dirigencias nacionales.

Hoy el PRI es intervenido desde fuera y su contienda interna parece enfilarse, por lo pronto, a sobrevivir como partido satélite de Morena. Falta ver si en su interior alberga un núcleo reformador que a mediano plazo rehaga al partido, o si siguen la ruta de los ex partidos comunistas de Europa del este que siguieron vivos con otros nombres y otros enclaves programáticos.

Narro se fue con estridencia del PRI alegando falta de condiciones equitativas y democráticas para su contienda interna. Parece que los 46 años que vivió en el PRI no fueron suficientes para darse cuenta que ese partido no nació ni creció, ni se desarrolló como un partido democrático. Jamás creyó en la democracia ni sostuvo procesos democratizadores. Esa no es su naturaleza política. Por otro lado, tampoco lo es ser partido de oposición. En los dos sexenios panistas supieron echar mano de su poder regional y legislativo para co-gobernar con Fox y Calderón, y por eso no se movió nada del antiguo régimen.

En Puebla pudimos apreciar que el PRI no supo ser ni hacer oposición. El partido fue cooptado por el morenovallismo y desde entonces el tricolor se volvió un partido satélite. El 18% de votación obtenido el año pasado y refrendado este año parece mostrar el techo de votos a conseguir, más que el piso de votos del cual partir.

El PRI necesita reaccionar en clave de innovación si quiere seguir siendo clave en el sistema de partidos. Pero no se le observa ni esa reacción ni esas posibilidades de refundarse, más bien, se aprecian rasgos de refundirse. Falta ver si a la presidencia de AMLO le viene bien un partido satélite como el PRI o, según la coyuntura, animar las investigaciones que trae el gobernador de Chihuahua y algunas otras como la “estafa maestra” en las que el PRI pudo haber recibido financiamiento ilegal, y por lo tanto, poner en predicamento su registro. Por lo pronto, recibe oxígeno artificial.

*Politólogo, Director del Departamento de Ciencias Sociales de la Ibero Puebla.

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Juan Luis Hernández Avendaño

Politólogo, director general del Medio Universitario de la Universidad Iberoamericana Puebla y profesor-investigador de Ciencias Políticas por la misma institución.