Manuel Gómez Morín

  • José Alarcón Hernández
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La entrega de la Medalla Belisario Domínguez por el Senado, ceremonia a la que asistió el presidente Enrique Peña Nieto, el pasado 5 de noviembre, es un justo reconocimiento a las aportaciones políticas e institucionales que hizo a la nación Manuel Gómez Morín.

Esta presea se otorga cada año, desde 1953. Más de 60 mexicanos la han recibido, entre ellos,  Rosaura Zapata, Heriberto Jara, Jaime Torres Bodet, Heberto Castillo y Carlos Castillo Peraza.

Reconocer a Gómez Morín ha sido posible por la evidente evolución política del país; hace algunas décadas, esto no se habría logrado.

Las actuales condiciones económicas, políticas y sociales no son las mismas que prevalecían en los tiempos que le tocó vivir.

En 1939, junto con Efraín González Luna, José González Torres y otros, fundó el Partido Acción Nacional.

Manuel fue un mexicano trascendente; hombre de principios y de acción, realista, sensato y de gran visión.             

Nació el 27 de febrero de 1897, en la Sierra Taraumara, en Batopillas, Chihuahua. A sus dos años quedó huérfano de padre. Sus familiares participaron en la Revolución.

Con esfuerzos realizó sus estudios y se tituló como abogado en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, profesión que desempeñó toda su vida.

Como estudiante, tuvo una inclinación hacia la “izquierda” y le apostó a un cambio radical en la estructura social de México.

El libro México visto en el siglo XX, entrevistas a Gómez Morín, por James W. Wilkie, da cuenta de ello:

“En 1938 había en México una amenaza inminente de pérdida de la libertad. Vimos otro peligro muy grave, se lanzaba la candidatura de otro general, Almazán; sabíamos que Cárdenas nunca entregaría el poder por la buena; que si Almazán llegaba al poder, sólo podría ser por una revolución. Una revolución para volver a poner a otro general en el gobierno”.

“Entonces, pensamos en la necesidad de revisar todo el problema político de México, porque en la base de ese problema está la falta de ciudadanía. No habíamos sido formados ciudadanos”.

“Primero los años de la Colonia, en los que nos tocaba callar y obedecer, y nada más”. “Después, a raíz de la Independencia, empezaron la guerras civiles; luego la época de la Intervención. No tuvimos oportunidad de organizar nuestra democracia”.

“Treinta años del porfiriato no creó espíritu cívico. Siguió el breve paréntesis de Madero como un relámpago. Y después la Revolución y los caudillos”.

“Pensamos que era indispensable reconocer esa realidad y empezar el trabajo desde raíz”.

En aquel tiempo, habían quedado atrás la Guerra Cristera y otros disturbios políticos como el asesinato del presidente electo Álvaro Obregón.

El antecedente del PRI, el Partido Nacional Revolucionario, tenía 10 años de fundación; la dictadura blanda se instauraba.

Rezagos había muchos y sólo se cumplían parcialmente algunas demandas de la Revolución.                       

En estas circunstancias, Manuel Gómez Morín se propuso una forma distinta de hacer política, centrada en el ser humano y en la construcción de ciudadanía, en la participación cívica y opuesta al corporativismo.

La libertad religiosa y de pensamiento, la unidad familiar, el orden fecundo y la moral, una mejor educación y atención al campo, fueron algunos de sus planteamientos.

Pensaba que toda acción debe estar subordinada a un “criterio moral, a un ideal humano”, según su libro 1915.

El PAN surge en torno a una convicción, a un proyecto de país, a un ideal democrático y plural, de ciudadanos, no el poder por el poder.

Su fundador estaba consciente del riesgo autoritario que esto último implicaba 

Por eso, levantó la voz contra la corrupción, el control de organismos electorales, las mentiras, la utilización de programas sociales con fines políticos y la divinización de gobernantes.

Después de varios años sin ganar una elección oficialmente, el PAN ha conquistado el poder y ha hecho aportaciones a la vida pública. Pero igual que otros partidos, hoy vive un período de crisis.

Su fundador, como se ha reconocido, ayudó a construir instituciones pilares del Estado, como el Banco de México, durante el gobierno callista.

El Banco Nacional de Obras y Servicios Públicos, la Ley del Seguro Social, la Ley Monetaria, la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, la Ley de Crédito Agrícola, son otras instituciones que llevan su sello.

Participó en la primera reforma fiscal, en 1924, con la instauración del ISR.

Fue miembro del grupo de Los Siete Sabios, junto con Vicente Lombardo Toledano.

Fue amigo de José Vasconcelos, a quien apoyó en su campaña presidencial en 1929, motivo por el que fue expulsado del país.

Como rector de la UNAM, en 1933, luchó por la autonomía y la libertad de cátedra.    Entonces, el presidente Abelardo Rodríguez le restringió el subsidio.

Falleció el 19 de abril de 1972, víctima de neumonía.

A su muerte, Francisco Carmona Nenclares, español republicano, afirmó: “Era un hombre de una pieza: católico, pero no clerical; político pero no sectario. Creó un partido para lograr la libertad de conciencia contra una revolución pervertida por la oligarquía y el liderato, una revolución-botín”.

En 1965, Gómez Morín expresó: “Todavía falta mucho por hacer, hay una inmensa mayoría de mexicanos que viven en condiciones infrahumanas”.         

¿Se habrá imaginado un país con tantos pendientes e ineficiencias?

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José Alarcón Hernández

Lic. en economía, con mención honorífica. Diputado Local dos veces y diputado federal dos ocasiones. Subsecretario de Educación Superior de la Entidad y Subsecretario de gobernación del Estado. Autor de 8 libros publicados por la Editorial Porrúa. Delegado de la SEP Federal en el Estado. Actualmente Presidente del Colegio de Puebla. A.C.