Pensamiento y belleza

  • Juan Martín López Calva
Ojalá que los educadores trascendamos el mundo de falsas bellezas para transformar el mundo

Míralos como reptiles
Al acecho de la presa
Negociando en cada mesa
Maquillajes de ocasión
Siguen todos los railes
Que conduzcan a la cumbre
Locos porque nos deslumbre
Su parásita ambición
Antes iban de profetas
Y ahora el éxito es su meta
Mercaderes, traficantes
Más que náusea dan tristeza
No rozaron ni un instante
La belleza
La belleza
La belleza
La belleza
La belleza
Luis Eduardo Aute. La belleza

En algunos textos que he leído, famosos pensadores, sobre todo filósofos afirman que el mundo contemporáneo sustituyó a la ética por la estética, es decir, que hoy importa más lo bello que lo verdaderamente bueno para construir una vida humana que valga la pena.

Si observamos de manera rápida los medios de comunicación masiva, las redes sociales y las formas de vida de las generaciones actuales y revisamos por encima los mensajes publicitarios, esta afirmación parecería tener razón: hoy se vende la imagen y la apariencia agradable.

Nuestra vida cotidiana está inundada de anuncios de productos para embellecer o para no perder la belleza: que no se noten los años, aunque cada cana o arruga expresen en nuestros rostros la riqueza de las experiencias vividas. La moda es correr maratones o triatlones, ir al “gym” todos los días, pero no para mantener un estilo de vida saludable sino para verse bien, para gustar a los demás -a todos, incluyendo a la inmensa mayoría que ni siquiera nos conoce- y publicar selfies, muchas selfies en todas las posiciones y con toda clase de gestos y expresiones que generen una buena impresión de nosotros en quienes miran las redes sociales.

Incluso muchos deportistas no son famosos por su talento deportivo tanto como por su belleza física y su forma de vestir o su corte de pelo y muchos políticos -ya tuvimos un presidente así- ganan elecciones por ser atractivos físicamente y por tener esposas muy guapas según los cánones de belleza establecidos por el mercado.

Este mundo donde todo se compra y se vende ha vuelto también la belleza una mercancía. Si no te gusta tu cara o tu cuerpo, te puedes comprar otro, es decir, cambiar tu nariz, quitar tus arrugas, aumentar o disminuir cualquier parte de tu cuerpo que no te agrade. Mucha gente hoy invierte verdaderas fortunas en su físico. Las obras artísticas ya no se valoran tanto por su calidad sino por su valor en el mercado y hay muchos artistas no tan buenos, que ganan muchos millones porque saben posicionarse y vender su imagen.

Pero si nos fijamos bien y analizamos más a fondo este fenómeno, se trata de una construcción superficial y artificial que no es necesariamente belleza porque carece de veracidad y profundidad y es meramente una construcción formal, un maquillaje de ocasión como dice Aute en su obra.

A propósito del tema, me encontré en Ethics, una página muy recomendable, un valiosísimo artículo de Diego S. Garrocho (1) que habla de la belleza del pensar. En su parte inicial revisa el concepto griego de belleza y afirma que para los griegos tenía una íntima relación con lo moral, incluso en su etimología, además de tener también -recuerda esa filosofía clásica donde el Ser es bueno, bello y verdadero simultáneamente- con el pensar que busca la verdad del mundo.

“El que piensa ama, y el que ama –aquí sí que nadie podrá sorprenderse– persigue el rastro de alguna forma de belleza”, afirma el autor de este artículo, subrayando esta densidad de la auténtica belleza.

Continúa Garrocho diciendo que “…leyendo a Platón en su Teeteto: «El que piensa bellamente es una bella y excelente persona». Quien lo dijo no era un santo, ni un cursi, ni tan siquiera un poeta. El que sostuvo esta afirmación es una de las inteligencias más sobresalientes de la humanidad, y haríamos bien en respetar aquella intuición…”

Para el autor de este artículo, toda la tradición filosófica occidental podría caber en esta frase de Platón y afirma que “…la belleza del decir y del pensar (en griego resultan indistinguibles) inspiró casi todo lo valioso que hemos sido capaces de concebir desde entonces…” como humanidad.

Alguna vez en una comida, una conferencista invitada que conocía al maestro, siempre recordado Germán Dehesa, nos dijo a quienes compartíamos la mesa con ella que conociéndolo se podría tener la convicción de que “el cerebro es la parte más sensual del ser humano”, porque el pensamiento y el discurso inteligente y agudo, ético y humorístico de este gran periodista, escritor y promotor cultural eran realmente seductores.

Pero en estos tiempos de belleza líquida y prefabricada, más vale un cuerpo y una cara agradables que un cerebro que piense y trate de entender y transformar el mundo. En un mundo lleno de opiniones y dominado por la cultura de la cancelación del que opina diferente y sobre todo, de linchamiento masivo a todo aquél que se atreva a pensar más allá de lo políticamente correcto, la belleza del pensar se ha perdido y se encuentra totalmente olvidada.

Citando a la ensayista Remedios Zafra, el autor de este texto plantea que el acto de escribir, hablar y compartir produce una belleza que excede incluso a la del pensamiento, aunque está evidentemente conectada con él. Esta belleza es la de crear pensamiento colectivo.

La misma Zafra, sigue diciendo el artículo, advierte que “el pensamiento comprometido con la transformación el mundo resulta perturbador al principio” pero que este pensamiento tiene implícita la esperanza de que ese mundo transformado resulte más bello y más bueno que el anterior.

¿No es ésta la misión de todo proceso educativo que merezca llamarse así?

Ojalá que los educadores trascendamos este mundo de falsas bellezas de cartón y nos reenamoremos del pensamiento que busca transformar el mundo, para decirlo, escribirlo y compartirlo, para contagiarlo con nuestros educandos porque solamente así podremos trascender este mundo de mercaderes y traficantes que más que náusea dan tristeza, porque a pesar de todas sus cirugías y sus horas de gimnasio no han rozado ni un instante la belleza.

(1) Diego S. Garrocho. La belleza del pensar. En: Ethic. http://tinyurl.com/3nh8aeka

 

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Juan Martín López Calva

Doctor en Educación UAT. Tuvo estancias postdoctorales en Lonergan Institute de Boston College. Miembro de SNI, Consejo de Investigación Educativa, Red de Investigadores en Educación y Valores, y ALFE. Profesor-investigador de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).