Ética, ciencia y tecnología: más allá de los algoritmos

  • Omar Gutiérrez Peral
Nos encontramos ante un desafío sin precedentes donde cada clic entraña preguntas éticas

En los entresijos de la bioética, hace ya varios años emergieron nociones éticas fundamentales que han trascendido las fronteras de la medicina y la investigación, para convertirse en faros que guían la toma de decisiones en la era digital. La beneficencia, no maleficencia, autonomía y justicia, principios forjados en el crisol de dilemas planteamos por la experimentación genética, ahora se recuperan en la aplicación de tecnologías de Inteligencia Artificial. Estos no son simplemente conceptos abstractos, sino brújulas a través del laberinto de algoritmos y decisiones humanas.

En nuestra travesía por la #CiudadDigital, nos encontramos ante un desafío ético sin precedentes: cada clic, cada interacción digital, entraña preguntas que trascienden la fría lógica de los bits: ¿Cómo garantizamos que la tecnología sirva para el bien común y la sostenibilidad del planeta? ¿Cómo evitamos los daños colaterales en un mundo donde las máquinas son capaces (y de hecho, lo hacen) de tomar decisiones sin supervisión humana?

Principios forjados en la Bioética, útiles en un mundo digitalizado.

La beneficencia, que insta a "hacer el bien”, nos impulsa a utilizar el progreso tecnológico para el beneficio de la humanidad y la sostenibilidad del planeta.

La no maleficencia, que exige evitar causar daño, ahora se proyecta en la preocupación constante por la seguridad cibernética y la protección de la privacidad en un mundo donde los datos son moneda de cambio.

La autonomía resuena en el ámbito digital, recordándonos que debemos ser los directores de nuestras vidas digitales. En el vasto universo de ceros y unos, es fundamental tener presente que las personas debemos mantener el control de lo trascendente y no ceder a la tentación de delegar en los algoritmos todas nuestras decisiones.

La justicia, principio que exige la equidad, se manifiesta en la distribución equitativa de los frutos de la ciencia y la tecnología, construyendo puentes digitales, en lugar de brechas.

Hoy, estos principios se traducen en acciones palpables en nuestras interacciones diarias con la tecnología. En la sala de operaciones, la beneficencia se materializa en algoritmos que mejoran la atención médica, proporcionando diagnósticos más precisos y tratamientos personalizados. La no maleficencia se refleja en la atención de la seguridad cibernética, con herramientas capaces de operar mediante Inteligencia Artificial para proteger nuestra información personal en un mundo interconectado. La autonomía es evidente (como facultad) en nuestras decisiones digitales diarias: desde la configuración de privacidad en redes sociales, hasta la elección de preferencias en plataformas de transmisión de contenidos digitales, tenemos la posibilidad de elegir. La justicia encuentra su voz en iniciativas que buscan garantizar que todos, independientemente de su ubicación geográfica o recursos, tengan acceso equitativo a la tecnología y sus beneficios.

Pero, si bien existe evidencia de la aplicación exitosa de los principios antes mencionados, es verdad que, tanto en lo individual, como en lo corporativo, hay quienes simplemente ignoran la dimensión ética de sus acciones con resultados francamente lamentables, por lo que no está de más insistir en la responsabilidad humana que subyace a los malos usos de tecnología: así es, las y los responsables últimos de los efectos nocivos somos nosotros, no las máquinas.

Somos nosotros en tanto compañías dirigidas por seres humanos que buscan la máxima productividad a costa de lo que sea. Somos nosotros en tanto gobiernos que, en el afán de obtener triunfos electorales difunden fake news y otras mentiras en medios digitales. Somos nosotros en tanto individuos que, sin importar dañarnos a nosotros y dañar a otros, copiamos y pegamos información y la presentamos como propia, o pedimos a una inteligencia artificial que nos haga la tarea.

Aplicación en la vida cotidiana: un viaje ético personal

Y sí, somos responsables de los efectos negativos, pero eso también abre la posibilidad de corregir el rumbo, incluso más allá de la tecnología y los algoritmos ¿Es posible aplicar estos principios en otros ámbitos de nuestra vida?

Imagina aplicar la beneficencia en la elección de tus hábitos alimenticios, buscando no solo tu beneficio personal sino también el del planeta. Visualiza la no maleficencia en la toma de decisiones diarias, evitando acciones que puedan dañarte o dañar a los demás.

La autonomía se manifestaría al tomar decisiones informadas y conscientes en la vida cotidiana, recordándonos que, aunque estemos inmersos en un torrente de ideologías, campañas publicitarias, o expectativas sociales, más nos vale mantener el control sobre lo importante. ¿La justicia? Resulta fácil encontrar su aplicación, pues la conducta justa, se mostraría en cada interacción social, procurando que nuestras decisiones contribuyan a la construcción de un mundo más equitativo.

La invocación es clara: apliquemos estos principios a nuestras decisiones cotidianas. La beneficencia, la no maleficencia, la autonomía y la justicia, no son solo para los expertos en Inteligencia Artificial. ¿Cómo podrías aplicarlos hoy?

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Omar Gutiérrez Peral

Licenciado en Administración Educativa por la Universidad Pedagógica Nacional; maestro en Educación Superior por la BUAP; y experto en Diseño de Experiencias de Aprendizaje Emergente por la Universidad de Barcelona. Actualmente se desempeña como coordinador de Educación Virtual en la IBERO Puebla.