Invierno rompedor

  • Alejandra Fonseca
Ante a la llegada del invierno, una historia donde el frío nos sorprende en la vida cotidiana

Es otoño en el hemisferio occidental. Inició el 21 de septiembre y terminará el 20 de diciembre. Estamos a finales de noviembre y el frío está permeando nuestro ambiente y todavía se va a recrudecer más durante el invierno que inicia el 21 de diciembre y termina el 20 de marzo.

Los países más fríos del planeta se pueden medir por la temperatura más baja jamás registrada en cada uno de ellos; por ejemplo, Rusia con una temperatura más fría jamás registrada de -67,8ºC; Groenlandia, la isla más grande del mundo, con una temperatura más fría jamás registrada de -66,1ºC; después viene Canadá, el país más frío de Norteamérica (mi país de crianza), con una temperatura más fría jamás registrada de -63ºC.  Le siguen Estados Unidos de Norteamérica en Alaska con -62,2ºC, China con -58ºC; en Mongolia Interior con -60,2ºC; le sigue Kirguizistán en Asia Central con una temperatura de -53,6ºC y Suecia con -53ºC y ahí le paramos.

En todos los países donde el frío arrecia, la forma de vida en invierno cambia radical y totalmente del resto de las estaciones del año, y cuando hablo de toda nuestra forma de vida, incluyo “todo lo todo que todo es”.

Ayer platicaba con mi hermana de vida, Martha, quien vive en Canadá con su familia y al comentar de nuestras experiencias extraordinarias sucedidas en este maravilloso país (para mí) y de sus fríos extremos, la tercera más baja del mundo con una temperatura más fría jamás registrada de -63ºC, donde anunciaron que hoy empezará a nevar.

Ella es mexicana (para más poblana) y fue a vivir a Canadá cuando recién se casó. Traía sus propios hábitos para realizar sus actividades cotidianas de esposa y ama de casa. Ella, -bella, lozana, fresa, modosita niña bien de Puebla y muy amiga mía desde niñas-, veía que, en su casa de Puebla, después de lavar la ropa, la tendían en el patio de atrás para que se secara al contacto del aire.

Ella, muy señora, muy ella, muy segura, un día de invierno, después de lavar la ropa, salió a colgarla al tendedero del patio que su esposo le había acondicionado para que estuviera feliz con todos los implementos para sus labores del hogar que acostumbraba a tener en México. Tendió al medio día, le puso pincitas a toda la ropa para que no se volara por si hacía aire, y se metió muy jariosa a su casa de recién casada, para continuar con su quehacer.

Llegó la tarde. En invierno se oscurece a las 15 horas, por lo que a las 17 horas ya está completamente oscuro y helado. A esa hora, con un frío atroz que calaba, ese día, salió a recoger la ropa colgada en el tendedero y estaba congelada. Ella muy, pero muy modosita, quitó las pinzas una por una, las metió a la bolsa que llevaba colgada al hombro, y recogió una por una las piezas de ropa que metía en un cesto. Al llegar a unos calzones de su marido, de igual manera, quitó las pinzas, las metió a la bolsa, y muy modosita, bellamente modosita, dobló los calzones congelados ¡y se partieron en dos! ¡Ahí aprendió que, en Canadá, los inviernos son rompedores!

 

alefonse@hotmail.com

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Alejandra Fonseca
Psicóloga, filósofa y luchadora social, egresada de la UDLAP y BUAP. Colaboradora en varias administraciones en el ayuntamiento de Puebla en causas sociales. Autora del espacio Entre panes