Amor y desventura

  • Abelardo Fernández
Necesitamos recursos creativos para comernos el tiempo sin sentir que nos ahogamos en la espera

Comencé a idear este texto cuando aparecieron las noticias de las inundaciones hace unas semanas. Trataba de pensar el que una relación amorosa fuese una especie de tablita de salvación frente a tanta desavenencia y de cierta manera lo comencé a aterrizar. No sé si aún mantenga las reflexiones tal cual me vinieron en ese momento; de hecho, creo que algunas de ellas las he venido enriqueciendo y algunas otras espero que salgan ahora mismo que estoy en este escrito.

Creo que si hablamos o podemos hablar de los motivos de las angustias actuales, además de las inundaciones, las migraciones, las dificultades laborales y la falta de trabajo en general; pensaba en las broncas económicas, las deudas de las tarjetas, los préstamos que siguen engordando con los intereses, y todo eso que las personas suelen hacer para cuadricularse la vida a más no poder, una buena pareja puede ser un bálsamo sanador que te permita un poco de alivio o cierta sanación, o un poco de estabilidad o por lo menos alguien con quién compartir tus tropelías o tus penurias: (o alguien en quien descargar tus neurosis también).

La pandemia nos ha puesto a todos permanentemente al límite en muchos sentidos, no sólo por las consecuencias de desajustes económicos sino por las pérdidas de tantas personas, de personas cercanas y de la inexorable posibilidad de pensar nuestra propia muerte como algo no solo posible sino mucho más inminente que nunca. No sé a ustedes pero mucho antes que otras cosas, esta idea me ha hecho pensar en una especie de definitividad, de hacer lo que quiero hacer por fin, porque de otra manera, si muero ahora, ya no podré hacerlo. De pronto ya no tienen sentido ahorrar para le futuro, seguir cuidando la casa tan escrupulosamente como si de una mancha en la pared o una despintada del zaguán dependiera la vida, ya no importa nada de eso, hay que largarse a hacer lo que tantas ganas teníamos de atrevernos a hacer como “largarnos de viaje” o “cambiarnos de casa a una ciudad en la que siempre quisimos vivir”, no hay otra manera de decirlo, pisar el acelerador y encontrar sin mesura alguna lo que se nos da la gana. Y si en este acelerón nos encontramos, los que no lo habíamos encontrado, un amor que, curiosamente, anda en el mismo acelerón, pues nada, viva la aventura y viva la pepa, como decía mi tía.

Una relación en estas circunstancias implicaría, en la mejor de las condiciones, una complicidad muy saludable. La complicidad supone una benéfica confluencia donde cada uno de los dos en la pareja vive la protección o la tutela del otro, insisto, tanto para la legalidad como para la ilegalidad: eso suena lindo. La relación también te puede permitir el acceso a una nueva creatividad, es decir, la emergencia de actividades, tareas, acciones que también ambos hubiesen dejado pendientes y que en esta época pueden aparecer como distractoras y salvadoras de angustia, arreglar el cuarto de los trebejos, componer la luz del portillo de la entrada, pintar las paredes de la recámara de los niños, etcétera; escuchar los discos viejos que ya se han quedado en desuso, todo esto.

Algo que suena muy interesante para mí es darse a la inventiva de una nueva alternativa culinaria donde no sólo se ahorren recursos antes destinados al restaurante sino lograr mucho mayor salud alimentaria a mucho menor costo, verduritas, pastas, frutas, cereales, leguminosas, etcétera, es interminable el mundo de la sabiduría dentro la cocina y es infinitamente delicioso.

Particularmente en la desventura y particularmente en la pérdida de seres queridos, la pareja es sin duda el más importante de los contenedores que requerimos, hablamos de abrazos, caricias, consuelos, orejas que nos escuchan, etcétera. La contención amorosa de nuestro ser amado es la más importante, el amor en la desventura es un soporte, un refugio, y si hablamos particularmente del sexo pues no podríamos dejar de decir que, aunque no se escuche muy poético ni romántico, es sin duda uno de los relajantes más eficaces que existen, para ambas partes en caso de que ambos lo disfruten, lo decidan y lo elijan creativamente como relajante muscular inmejorable.

Mientras el amor, en tanto no nos inunde, no nos enloquezca y no sea el que nos de la angustia, insisto, puede ser una tablita de salvación para tanta desventura, por lo menos, digo, si es que lo tenemos y podemos acceder a él con facilidad, pues, de verdad que es de agradecerse. Si hay algo particularmente apremiante en esto tiempos es que estamos adquiriendo un nuevo sentido de temporalidad, estamos adoptando un apego muy particular a la esperanza, aprendemos a esperar y a seguir esperando permanentemente, nada parece ser inmediato, todo supone un largo tiempo para concretarse, necesitamos recursos creativos para comernos el tiempo sin sentir que nos ahogamos en la espera: estoy de acuerdo que no todos estamos viviendo esto pero me parece que la pandemia no lleva a este escenario permanentemente. Pomposamente podemos bautizar esto como la neurosis de la espera, de la espera de la pandemia, en fin, igual y cada quién como lo esté viviendo.

Pero también en caso de no tener una pareja, de haber decidido vivir de manera autónoma la travesía de este breve momento en el que estamos en el mundo, la creatividad vuelve a ser sin duda lo que nunca dejará de salvarnos. Meterse a un proyecto de construir algo, de arreglar algo, de escribir un libro, de hacer un poco de deporte, etcétera, o de meterse a estudiar canto, teatro, dibujo y pintura al óleo, etcétera: “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Estar sin pareja si quieres, te permite ahorrarte acuerdos y desacuerdos, discusiones, desavenencias, o incluso la posibilidad de que la pareja te esté utilizando para sus propósitos o cosas por el estilo, todo lo que un soltero se ahorra de no tener todo lo que se tiene que aguantar estando en pareja. En fin, espero que esto último no nos haga desestimar el propósito del artículo.

Mando saludos a todas y todos, la vida sigue y tiene que seguir.

 Abrazos. 

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Abelardo Fernández

Doctor en Psicología, psicoterapeuta de Contención, musicoterapeuta, escritor, músico y fotógrafo profesional.