La otra epidemia: la de odio, prejuicio y fanatismo

  • Xavier Gutiérrez
Hay cada vez menos ciudadanos maduros que no se dejan llevar por el odio y la fobia

No es a partir del prejuicio y del odio como nos vamos a entender los mexicanos.

Sin embargo, eso es lo que hay por doquier.

El ánimo descalificador se traduce en el lenguaje o en los textos por todas partes.

Los ejemplos brotan aunque uno no los busque y menos los desee.

En las redes es el pan de cada día. Textos, diseños, caricaturas, memes, fotomontajes, notas y fotos falsas, todas cargadas de negrura con cemento de fanatismo y rencor.

También de simulación e hipocresía. Hoy repudian lo que ayer aplaudían.

Eso se explicaría quizá en mentes fanatizadas, manipuladas, inmaduras, o en tipos ignaros que destilan tonterías. Pero no, es también lo común en profesionales  universitarios, maestros, abogados, médicos, sacerdotes.

Ya no digamos políticos, de todos los signos y colores.

Lo común es escuchar o leer comentarios curtidos en el odio, la animadversión al presidente o a quien piensa distinto al opinante.

Entre círculos de amistades se multiplican también los envíos de mensajes ridiculizando las ideas o simpatías del otro. Se burlan de su modo de pensar, de sus juicios, los combaten con babosadas o chismes, o noticias anónimas o disparatadas.

Se escudan en los memes para restregarle en la cara  al otro, al amigo, al colega, los yerros reales o supuestos del gobierno, tomando como verdad única, indiscutible y divina, la versión o el comentario igual, impregnado de odio, de un conductor de televisión o radio, o un columnista de muy discutible calidad moral.

Y reenvían febrilmente a cadenas de redes de chismorreo, ese tipo de materiales carentes de veracidad, sustento, y orfandad de  otras cosas…

Se del caso de un connotado y veterano  empresario, que del respetable y lúcido pedestal de la independencia, la madurez y el docto juicio, devino  propagador de chismes, chistes vulgares y escatológicos y activista “de número” de Loret, Brozo y demás fauna.

Otro círculo lo conforman los militantes y seudomilitantes de partidos, los decepcionados de los mismos, los que han cambiado de chamarra de un día para otro, los apóstatas de lo que ayer adoraban, los que perdieron contratos, privilegios, chambos o concesiones con el nuevo gobierno.

Este segmento secreta rabia por todos los poros. Muchos siguen, aquí en las graderías más rancias de la seráfica Puebla, queriendo asustar con el fantasma del comunismo cubano, ruso o coreano. Tan trasnochados están que juzgan peligroso comunista y encarnación de belcebú al mismísimo Putin.

Por supuesto, hilvanan teorías, hacen comparaciones, trasladan escenarios, pero están impedido de hacer un documentado análisis de cinco minutos de las causas y consecuencias del presente venezolano, por citar un caso.

Se quedaron en las catacumbas de la ultraderecha poblana. Y con las alianzas partidarias, tiraron las caretas al aire y hoy muestran esa condición ideológica añeja y cerrada, con olor a sacristía octaviana.

Son hoy como siempre fueron, pero sin máscara y por lo común sin  chamba.

Todo un caso es el Porfirio Muñóz Ledo, quizá el más talentoso de los políticos mexicanos en el último medio siglo. Pero su valor intelectual no se sostiene por sí. Se derrumba al revisar su hoja de servicios al bendecir a Díaz Ordaz después del 68, pasar devorando cargos en todos los partidos y gobiernos y hoy, con los efectos implacables de la chochez, (y también un poco del alcohol, es de lamentarse)  buscando imponer ideas, caprichos y atornillarse en cargos hasta el fin de los tiempos.

Debió aprender de los toreros, de algunos peloteros e incluso de los boxeadores (deporte en el cual él tuvo destellos juveniles), de cómo recorrer con dignidad el sendero del retiro a tiempo, en la cima y con el aplauso del respetable.

Hoy segrega fobias, animadversiones, rencor, antipatía, soberbia, desprecio y tirria hacia el partido y amigos que lo encumbraron en su estelar ocaso. Fiel a su hierro, faltaba más…

Pero esa epidemia de odio, rencor, traición, fanatismo, anti todo y a favor de nada, abarca a todo mundo.

Hay, inclusive estudiosos que han sucumbido a la ola de la ira, la irritación y el enojo, y que abandonan la prosa lúcida, la reflexión variada y rica, equilibrada y aleccionadora. Es una lástima, pareciera que en esto también hay modas, y que se suman a la corriente de “tírele al negro”…

Es justo decir que al Presidente López Obrador también le ha faltado tener la cabeza fría, para discernir los matices de la información y emitir juicios cargados de sensatez y prudencia en varios casos. No en todos, como dicen sus enemigos y adversarios.

Hay, cada vez menos, figuras y grupos, sectores de la sociedad, ciudadanos comunes sensatos y maduros, que no se dejan llevar por esta clase de doctorados epidérmicos del odio y de la fobia.

Saben el santo y seña, el origen y trayectoria de los novísimos inquisidores. A partir del sentido común y de la información, de los nutrientes que dan los medios y los libros, del cotejo de informes y fuentes, del contraste de opiniones, conocen la técnica del zarandeo para dejar caer la basura y retener la sustancia, lo que tiene valor porque no lo compra el dinero.

Ni modo, a seguir buscando, con o sin la lámpara de Diógenes.

xgt49@yahoo.com.mx

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Xavier Gutiérrez

Reportero y director de medios impresos, conductor en radio y televisión. Articulista, columnista, comentarista y caricaturista. Desempeñó cargos públicos en áreas de comunicación. Autor del libro “Ideas Para la Vida”. Conduce el programa “Te lo Digo Juan…Para que lo Escuches Pedro”.