La violencia de género: cotidiana e impune

  • José Tomé
64% de las personas violentadas esperan castigo a sus agresores

Paradójicamente, la decisión y la valentía de Esmeralda y de Maricarmen marcaron sus vidas emocionalmente hablando y, físicamente les dejaron huellas que difícilmente podrán borrar de sus rostros y de sus cuerpos; cicatrices que en ambos casos fueron resultado de un ácido que carcomió la piel de 2 mujeres que forman parte de la estadística de la violencia contra las mujeres.

En diferentes momentos, pero siendo la pareja de cada una de ellas el actor, vieron transformado el amor en miedo, en odio y en desesperación. Un miedo que se enmarca en esa falsa esperanza de que el maltrato familiar es pasajero, recordemos que quién golpea una vez, lo hará siempre que la víctima lo permita.

Y fue en diferentes momentos, pero con la misma determinación, que Esmeralda y Maricarmen decidieron abandonar a sus parejas para que los hijos de ellas no vieran más el maltrato del que fueron objeto.

Esmeralda Millán, es una poblana que decidió acabar con el infierno que le hizo pasar su pareja. Levantó la voz, creyendo que la justicia en México protege a las mujeres, creyendo que los clichés de “no estás sola” que anuncian en los medios de comunicación serían garantía; lamentablemente la vida le hizo saber que la impunidad es el cobijo de los cobardes.

A dos años de distancia, Esmeralda recuerda cuando salió de su vivienda acompañada de su mamá.

Eran 5:30 am de un día frío de diciembre cuando se dirigían al baño público de vapor; tres sujetos las interceptaron pretendiendo hacerles creer que era un asalto.

Esmeralda identificó a su ex pareja y fue entonces que esos segundos bastaron para sentir un líquido que le quemaba el rostro, sintió como el letal líquido entraba en su ojo izquierdo; logró sujetar al cobarde y en el forcejeo el frasco de ácido cayó en la ropa de él y unas gotas en su rostro.

Eso ayudó a que no escapara, mientras los otros dos que le acompañaban huyeron sin que a la fecha hayan sido detenidos. Esmeralda a dos años de distancia, aunque su expareja está en prisión, vive aterrorizada de que los fugitivos vuelvan.

Maricarmen Sánchez, del Estado de México, forma parte de los 14 casos de mujeres atacadas con ácido. Su agresor anda libre, burlándose de la poca efectividad y de la corrupción que existe en la aplicación de la justicia.

Es el paraíso de la impunidad, en nuestro país el 85 % de personas afectadas por esta práctica son mujeres, el 79% de los victimarios son hombres, el 80% de las afectadas conocían a su agresor e incluso sostenían una relación sentimental con él y de todos los casos el 64% están en espera de recibir justicia, porque los procesos están en curso, no importa si el caso fue hace un mes, hace dos años, hace seis años o hace una década.

En ese contexto, toma importancia una iniciativa que promueven los diputados federales Julieta Vences, poblana, y Erwin Jorge Areizaga Uribe de Baja California.

No importa de que partido son, lo verdaderamente importante es que más allá de una acción de reflector se concrete un castigo con rigor para los cobardes que violentan.

Se prevé generar una reforma integral para considerar como delito grave la agresión con ácido o sustancias corrosivas, tanto a mujeres e incluso a cualquier ciudadano.

El proyecto tiene por propósito erradicar la impunidad en este tipo de actos, incluye reformar el artículo 19 constitucional para que el juzgador tenga la facultad de otorgar prisión preventiva a los agresores; reformar el artículo 167 del Código Nacional de Procedimientos Penales, que es el catálogo de delitos, tipificando en este como Delito Grave las lesiones con sustancias corrosivas.

Seguido de esta disposición, se advierten cambios al Código Penal Federal, que incluiría una adhesión al 299 Bis, donde se establecería una pena de 9 a 12 años de prisión y en el caso de que existiera una lesión mayor como la pérdida de la motricidad, se pudiera incrementar la pena marcada en un tercio más.

Los dados están tirados.

 

 

 

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