COVID-19: entre datos, chismes y creencias

  • Sebastian Torres

La crisis social y sanitaria relacionada al virus SARS-CoV-2 ha puesto en evidencia numerosos fenómenos, uno que ha llamado mi atención en los últimos días es la multiplicidad de argumentos asociados a la presunta explicación del contexto.

A lo largo del confinamiento una gran cantidad de argumentos han circulado por las redes sociales promoviendo un sinfín de presuntas realidades asociadas al COVID-19 que se vuelven sumamente interesantes (y en algunos casos alarmantes) en tanto que permean el imaginario colectivo y eventualmente en el comportamiento social, lo cual ha generado distintas percepciones y emociones en las personas como miedo, angustia, esperanza, tranquilidad, sensación de falsa inmunidad, entre muchas otras que podríamos enlistar. Esto ha tenido como principal escenario al internet con énfasis en las redes sociales.

Las distintas versiones se han insinuado desde posturas científicas o políticas hasta mágico-religiosas o conspirativas. Esto, por supuesto, no tiene nada de malo mientras por sí mismo, los problemas pueden surgir cuando estas ideas se traducen en actos y discursos violentos. Ejemplo de ello fue lo acontecido en el hospital Las Américas, en el municipio mexiquense de Ecatepec, donde un grupo irrumpió de forma violenta argumentando que los médicos estaban matando a los pacientes (NOTIMEX, 2020); o las múltiples cadenas que se difundieron vía WhatsApp donde “una migo”, “un familiar” o “un conocido” con una posición o información privilegiada estaba siendo testigo de cómo alguna fuerza ulterior (gubernamental o empresarial) ordenaba dispersar el virus entre grupos específicos de población, como sucedió en San Antonio de la Cal, Oaxaca, donde pobladores agredieron a empleados del gobierno que iban a realizar labores de desinfección de las calles sosteniendo que el desinfectante en realidad contenía el virus y sería esparcido por el municipio (Rodríguez, 2020); a esto, por supuesto, habría que agregar las Fake News que están a la orden del día, muchas veces impulsadas por intereses políticos que lo único que generan es desinformación.

Curiosamente, estas versiones son en algunas ocasiones mucho más difundidas y consultada que la información científica disponible. Aunque claro, en México no es un fenómeno exclusivo del COVID-19, años atrás un estudio demostró que los mexicanos confían más en la fe, la suerte o la magia que en la ciencia (Olivares Alonso, 2013). Así mismo, las labores gubernamentales de mitigación y sus comunicados informativos también pueden verse eclipsados o entorpecidos por información falsa.

Con esto no se busca desacreditar las creencias populares ni el imaginario social para poner por encima el conocimiento científico, ciertamente todos los tipos de conocimiento son valiosos y útiles en su propio contexto. No obstante, es curioso ver que,  inmersos en la crisis por la pandemia, hay personas que creen (en todo el sentido de la palabra) más en pronunciamientos que carecen de fuentes fidedignas y que son de naturaleza incomprobable, que en los datos científicos u oficiales, lo cual se traduce en un gran reto para los tomadores de decisiones presentes y futuros. 

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Sebastian Torres

Maestro en Antropología Social. Asesor en planeación estratégica, posicionamiento, además de diseño y proyección de investigación aplicada