Sentirnos seguros, Sí, pero…Y a los policías ¿quién los cuida? ¿Superman?

  • Alberto Pacheco Márquez
El sistema policial está “signado por la ineficacia en el cumplimiento de sus funciones”.

La inseguridad es el principal problema en México. El combate al crimen es el tema prioritario para cualquier gobierno y la bandera de campaña de absolutamente todos los que aspiran a un puesto de elección popular.

Y del otro lado, los ciudadanos exclamamos con furia “Más policías, más patrullas, más armamento”, pero acaso, ¿hemos mostrado empatía hacia nuestros hermanos policías, exigiendo a los gobiernos, que de verdad les provean mejores condiciones laborales y de vida?

¿Acaso nos hemos preguntado, si quizá no solo se trata de tener más policías y patrullas, sino policías en buen estado físico, mental, que se sientan bien remunerados, queridos y valorados?

Tristemente, en el marco de las estrategias de seguridad pública que se ponen sobre la agenda, el debate sobre la eficiencia de la actuación de los cuerpos policiales es la constante. No obstante, este debate se centra en los recursos y tecnologías, en la coordinación y el incremento en el número de efectivos, pero poco se discute sobre el perfil y las condiciones laborales de quienes integran las instituciones policiales en el país, como factores que pueden determinar el éxito o fracaso de las estrategias de seguridad.

Diversos estudios realizados, entre ellos el de la Dra.  Elena Azaola con más de 160 entrevistas a policías rasos, mandos medios y superiores, identificó 7 rasgos comunes de incertidumbre laboral: 1) “falta de garantías”, debido entre otras cosas, a la falta de adiestramiento para usar la fuerza y actuar en un contexto de respeto a los derechos humanos; 2) condiciones de trabajo precarias; 3) corrupción y dobles códigos de normas en los jefes y mandos superiores; 4) imagen social deteriorada y pérdida de la autoestima; 5) capacitación insuficiente; 6) ingreso de mujeres policías, y 7) el consumo de alcohol y drogas

Los policías atribuyen la pérdida del prestigio a partir de lo que consideran el reblandecimiento de las normas de actuación, debido a la tendencia de anteponer una doctrina fanática de los derechos humanos y éstos, en consecuencia, relevan las formas éticas, por formas autoritarias y discrecionales de actuación.

Dentro de las corporaciones, la corrupción es la norma, ya que sirve para regular aspectos como la presentación de exámenes, el pase de lista, la asignación de zonas de trabajo e incluso, la protección a delincuentes.

Para tener una patrulla de cargo, los comandantes suelen pedir dinero y si no se les da la cuota, les asignan los horarios y los servicios más pesados a sus subalternos y a pesar de las quejas, todo es inútil, porque tienen sistemas disciplinarios internos clandestinos, que derivan en prácticas ilegales como tortura, sin descontar la coexistencia de un sinnúmero de procedimientos informalizados en el accionar policial, engrosando el catálogo de delitos cometidos por los propios cuerpos policiales que en teoría, están para cuidar a la ciudadanía

Los factores para explicar la persistencia de estas prácticas, son los bajos salarios que complementan con los ingresos “adicionales” que generan para los involucrados y la existencia de grupos que controlan este tráfico de “beneficios” y que son los testaferros de personajes en los niveles más altos del Gobierno que son por decir lo menos, los verdaderos beneficiarios.

Todas estas formas de operar, propician una suerte de violencia institucional fuera de la legalidad, así como una subcultura, es decir, develan la presencia de un “orden de alcantarilla” caracterizado por la presencia de un poder punitivo al margen de cualquier legalidad y control institucional, donde los significados del reconocimiento, la obediencia y el acatamiento no pasan tanto por la interiorización de una deontología de lo que significa ser buen policía, sino por la aceptación de las pautas secretas reconocidas en la institución.

Los análisis sobre las instituciones policiales en México, parten de la premisa de que el sistema policial está “signado por la ineficacia en el cumplimiento de sus funciones” Esta situación ni siquiera es objeto de controversia; se asume.

En tal sentido, no queda la menor duda de que las condiciones sociolaborales de las y los policías mexicanos, lejos de potenciar sus capacidades para cumplir las funciones de seguridad, implican un fuerte obstáculo.

Ser policía no es un “proyecto de vida”, sino más bien, una mera forma de supervivencia y eso implica que, para sobrevivir, hay que dejar hacer y dejar pasar, puesto que, en la práctica, no se reconoce el peligro al que están sometidas y sometidos los policías, ni se valora su desempeño tanto como se valora la seguridad pública en sentido genérico y retórico.

Uno de mis mejores amigos, quien ingresó a la policía por convicción, ya que desde que éramos niños, ser un héroe con uniforme era su gran obsesión, pasó mucho tiempo en depresión después de haber vivido su primer incidente en medio de fuego cruzado,  y no por el hecho de haber asestado un par de balas a un delincuente que los recibió a tiros y que tenía a una señora como rehén, sino por el temor a un castigo de tipo penal por haber cumplido con su trabajo, ya que se abrieron carpetas de investigación por “uso excesivo de la fuerza” y aunado a lo anterior, la corporación también lo dejó a la deriva con el caso.

Por lo que, a partir de ese momento, sencillamente dejó de interesarle proteger a los ciudadanos y pasó a pensar exclusivamente, en poder proveer de la mejor manera a su familia. Sobra decir que, exclusivamente con su salario, sus condiciones familiares, eran ciertamente, de precariedad.

Lo anterior demuestra fehacientemente que la inestabilidad y los bajos salarios, colocan a las y los policías en la tentación de unirse al crimen organizado y estimulan la corrupción como mecanismo alternativo para incrementar los ingresos, facilitar la permanencia e incluso, ascender.

Pero entonces, ¿es lo anterior tan difícil de entender y atender para las autoridades? Por supuesto que no, sencillamente no les importa atender las causas de origen de los constantes fracasos de las estrategias de seguridad, puesto que el fallar y fallar es una forma de mantener un estatus quo de privilegios económicos para unos cuantos, cada error, requieres de hasta 20 veces mas inversión que si se aplicaran estrategias exitosas, creando así, un ecosistema perverso de demanda y proveeduría.

Es mucho muy redituable y atractivo para los Gobernantes, comprar una y otra vez equipo táctico, patrullas, armamento, capacitaciones de dudosa reputación, cámaras, que capacitar de verdad, alimentar adecuadamente, querer, valorar y estimular las capacidades de las y los policías, porque si esto llegase a suceder, en definitiva, muchos crímenes se verían mermados incluso en su totalidad y entonces, dejaría de ser redituable para quienes desde las cúpulas del poder, se benefician de la disfunción.

Por lo tanto, y aunque muy triste, los disque compromisos del Gobernador para con los estudiantes y sociedad en general, maquillados con cientos de nuevas patrullas y otros artilugios como mentirles en la cara firmando sendos compromisos, no solo no disminuirán los flagelos que hoy nos consumen como sociedad, sino que estos, seguirán incrementándose en proporción de que nosotros, la sociedad civil, no exijamos cambios desde lo fundamental.

Porque, tú, amiga o amigo, ¿cuidarías o en dado caso, pondrías en riesgo tu propia vida por la de alguien a quien ni siquiera conoces, a sabiendas de que, a nadie en el gobierno realmente le importas?

Verdad que no…

Nos vemos cuando nos leamos.

Alberto Pacheco

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Alberto Pacheco Márquez

Especialista en Desarrollo Regional y Gestión de Inversión Extranjera y Conferencista. Se desempeñó en el sector público y privado en México como en el extranjero. Dedicado a la vinculación entre México y Polonia