Un felino sobre el ring: memoria de "Mantequilla " Nápoles

  • Verónica Mastretta
No le daban chance porque todos sus oponentes lo sabían invencible.
Hace diez años escribí acerca de los recuerdos que tenía de "Mantequilla" Nápoles después de ver pelear a Manny Paquiao. Su estilo y su manera de moverse en el ring me recordaron enormemente al boxeador que conocí en mi infancia.
 
Mi abuelo fue un fanático y gozador de muchas cosas, entre ellas de las nuevas tecnologías, de las corridas de toros y  del box. Su cuarto tenía siempre el último tocadiscos, dos televisiones encimadas una sobre la otra  con la finalidad de no perderse nada de lo que pasaba en los dos únicos canales que había entonces,  y una pantalla para cine y transparencias que bajaba del techo. Su espacio era un circo de tres pistas, lleno de música, revistas,  chismes y novedades. 
 
Muchos fines de semana mis abuelos nos invitaban a dormir a su casa a mi hermana  y a mí. Mi abuela tenía su cuarto y mi abuelo el suyo. ¡Sana costumbre de las parejas de ellos dos! Mi abuelo nos prestaba su cuarto, pero  la luz no se apagaba hasta que no hubieran cortado la señal de televisión en Paso de Cortés, crueldad ejercida a las doce de la noche sobre todas las provincias del país, aunque estuvieran a la mitad de una película. Ir con el abuelo era una fiesta, pero había que pagar la cuota de ver con él por la tele las eternas funciones de box de los sábados por la noche. De ahí viene mi relación de amor-odio por el box.  Eramos niñas, así que a  veces nos tapábamos los ojos cuando las moquetizas de un boxeador a otro se volvían carnicerías, pero también, oyendo los comentarios de mi abuelo, aprendimos a valorar  los movimientos, la rapidez, la técnica y las habilidades de algunos boxeadores que fueron su fascinación.
 
Ahí, en su cuarto a obscuras, vi pelear por primera vez a "Mantequilla Napoles", el cubano nacionalizado mexicano nacido en l940 y quien emigrara a México de manera definitiva cuando  Fidel Castro prohibió el boxeo profesional en la isla cuando llegó al poder. Ese boxeador me encantó. Se movía como un felino sobre el ring, sus ojos fijos sobre el oponente , con una suavidad que le  ganó el apodo de "Mantequilla" y  una ferocidad propia del gato que tenía yo entonces en mi casa y que se llamaba "Bola de humo", terror de todos los perros del vecindario, a los que siempre derrotó con contorsiones  y arañazos implacables. Nunca lo vi perder una pelea. Y así era Mantequilla: un punch devastador y  una frialdad y rapidez impresionantes, hacían de él  un peleador perfecto.
 
Su oportunidad le llegó tarde. Mi abuelo decía que no le daban chance porque todos sus oponentes lo sabían invencible. Fue hasta los 29 años y guiado por  George Parnassus, el mejor promotor allá por l969, cuando  Mantequilla se coronó como campeón del mundo en peso welter, el más bonito de los pesos en Box. Los cuerpos son perfectos y equilibrados. En el treceavo round "Mantequilla" noqueó a Curtis Cokes y se coronó Campeón del mundo, título que mantuvo por  casi siete años. Indian Red López, uno de los contricantes a los que venció, confesó a un reportero que ni por todo el oro del mundo se volvería a subir al ring con él.  Su nombre está en el selecto Club de la Fama como  uno de los pocos boxeadores que ha ganado más de 50 peleas por knock out, 54 para ser exacta. 
 
Una noche, después de años de no engancharme con una pelea de box,  recordé al viejo campeón al ver pelear a Manny Pacquiao contra Miguel Cotto. Sus gestos, su entusiasmo, su forma felina de boxear,  me recordaron la entrada triunfal de Mantequilla Nápoles el día en que se coronó campeón del mundo. Al pelear, Pacquiao también mantenía los ojos fijos en su presa, los movimientos rápidos en el momento preciso y unos puños mortales que rompieron la férrea defensa de Cotto una y otra vez hasta derrotarlo. En el último minuto del último round , el árbitro paró la pelea. Y entonces recordé la voz de un cronista saliendo del televisor de mi abuelo en una de las peleas más violentas y triunfales de Mantequilla Nápoles:-"¡Paren esa pelea, paren esa pelea". Y sí, la pararon, para evitar que hubiera un muerto. 
 
Ya no me gusta el box y su violencia, ya perdí el temple para verlo, y sin embargo aún me admira recordar a esos dos boxeadores fuera de serie, Mantequilla y  Pacquiao.
 
Mantequilla Nápoles fue devorado por el alcohol durante muchos años. Eso y las malas amistades lo arruinaron. Luego supe que se había recuperado de la ruina y el alcohol y que llevaba una vida relativamente apacible.  
 
La primera y última vez que lo vi en persona fue en el estadio Cuauhtemoc durante un partido de futbol. Se veía sano y feliz. Llevaba un sombrerito, bromeaba y era amable con todos. 
 
Me emocioné al verlo como me emociona hoy recordar al felino sobre el ring que conocí de niña.

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Verónica Mastretta

Licenciada en Relaciones Internacionales, especializada en temas de comunicación, sustentabilidad, medio ambiente y gestión social