El “Gran Hermano” del imperio celeste

  • Mario De Marchis
El Ministerio del Amor (Minimor, en neolengua) se ocupa de administrar los castigos

El Gran Hermano te observa

George Orwell (1903-1950) en 1984

“1984” es una de las novelas que más marcaron la segunda mitad del Siglo XX. Su autor, George Orwell, la publica en 1949 y está situada en el futuro distante, precisamente en el año 1984, donde introduce los conceptos de una sociedad totalmente vigilada por la omnipresencia del “Gran Hermano”, por la ubicua presencia de la “Policía del Pensamiento” y con la aparición de la “neolengua”, que consistía en la desaparición anual del mayor número de palabras posibles, con la finalidad que la mente, sin un vocabulario apropiado, deje de pensar y así los ciudadano no podrán cuestionar ni rebelarse al Gran Hermano.

La sociedad tiene tres ministerios:

El Ministerio del Amor (Minimor, en neolengua) se ocupa de administrar los castigos, la tortura y de reeducar a los miembros del partido inculcándoles el amor férreo al Gran Hermano.

El Ministerio de la Paz (Minipax) se encarga de la guerra y se esfuerza para mantenerla siempre constante. Si hay un enemigo exterior, el pueblo no se rebela internamente.

El Ministerio de la abundancia (Miniplenty o Minidancia) planifica la economía del país y trata de conseguir que la gente viva al límite de la subsistencia, gracias a un duro racionamiento de los bienes.

El Ministerio de la Verdad (Minitrue o Miniver) que manipula los documentos históricos, cambiando fotografías y hechos de la vida para que la historia coincida con la versión oficial del estado, bajo la famosa premisa: “Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro”.

Pues ahora, el sueño distópico orwelliano, se realizará en el año 2020 y será en el imperio celeste, es decir China, que ya tiene su Gran Hermano: es el nuevo emperador de aquel país, el presidente Xi Jinping. El programa se llama Shehui Xinyong o “Crédito Social”: un sistema ya operativo en centenares de ciudades, y que será completado para todo el país, para el 2020. El programa consiste en que cada uno de los 1,400 millones de ciudadanos tengan un registro que al principio consistirá en un puntaje igual para todos, que ganará o perderá puntos a según del comportamiento de la persona. Hoy, gracias a 170 millones de cámaras, que serán 400 millones para el final de la década y debido a las nuevas tecnologías, tanto por reconocimiento de rostros como por la inteligencia artificial, IA, podrá espiar el comportamiento del pueblo para asignar los nuevos puntajes, que premiaran con más puntos a los que tenga un comportamiento ético y castigará a quien se desvíe de lo que el emperador quiere. Por ejemplo, si el puntaje baja a un nivel que llaman de “observación”, la persona no podrá viajar en trenes y aviones, su internet se volverá más lento, y se negará la inscripción a las mejores escuelas para sus hijos, en caso de tenerlos. Ya hoy, a más de 9 millones de chinos, se les negó la compra de boletos de trenes y aviones, y para los casos más graves, sus caras se proyectan en maxi pantallas en las calles, al cinema, en las estaciones y aeropuertos, para que el ciudadano malo sea objeto de la humillación pública. En muchos casos, si alguien marca el numero telefónico del sujeto, entra un mensaje que avisa que tengas cuidado porque estás tratando de establecer comunicación con alguien con bajo crédito social. El sistema recoge miles de millones de informaciones que, gracias a poderosos algoritmos de IA, los cruza y analiza: voz, huellas, ADN, información de bancos, infracciones, problemas con la justicia, no cumplimientos de deberes fiscales, opiniones mandadas por medios sociales y tráfico de internet. En algunas ciudades hay otra vez los “ciudadanos de barrio” que, gracias a una App, son pagados para reportar hecho raros o peligrosos a la policía: más denuncia más aumentan los puntos del Crédito Social. Cada persona es calificada desde AAA, AAB, ABB… hasta la pésima D, justo como hacen las instituciones de rating con los bonos de los países.

Y el 80% de la población está de acuerdo con las medidas del nuevo emperador: están dispuestos a sacrificar la privacidad para que el estado pueda garantizar una “calidad ética” de la población. Así, en este mundo orwelliano, la gente busca puntos para acceder a filas preferenciales en servicios público, descuentos en el costo de la electricidad, poder rentar bicicletas gratis, y obtener tasas preferenciales en préstamos bancarios.

Maduro, el dictador venezolano, contactó a la monstruosa empresa china de telecomunicaciones, la ZTE (Zhong Xing Telecommunication Equipment Company Limited) que emplea 74,000 personas, con un facturado de 108 mil millones de dólares (2017), para copiar el mismo sistema implementado en el imperio celeste. En Venezuela se llamará “El Carnet de la Patria”, desarrollado con la misma finalidad de poder controlar todos los ciudadanos, y ya pagó unos 70 millones de dólares a esa empresa. ZTE ya posee el 15% de la compañía venezolana Vtelca, la “Socialista Venezolana de Telecomunicaciones”. La empresa ZTE está también presente en Etiopia y en Zimbabue, con la misma finalidad de implementar una supervisión total de los habitantes de esos países.

Esperemos que no se le ocurra algo parecido a nuestro nuevo presidente, para establecer su ya famoso “Estado Moral”, libre de corrupción y de delitos, con puros ciudadanos comprometidos con la honestidad, en contra de las “Mafias del Poder”, que obstaculizan el desarrollo del país.

La ficción de ayer es ahora la terrible y obscura realidad de hoy.

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Mario De Marchis

Ingeniero Químico de la UAEM, con maestría en computación del ITESM, Campus Morelos. Posteriormente cursó un Doctorado en Administración en el Programa del ITESM, Campus Ciudad de México y la Universidad de Texas en Austin.

Es profesor del ITESM, desde 1985.

Ha recibido en varias ocasiones la distinción de profesor mejor evaluado en el Campus Morelos, Ciudad de México, Monterrey y Santa Fe y en la Universidad Pontificia Bolivariana en Medellín, Colombia.

Es fundador del Campus Santa Fe, donde fungió como director de la División de Negocios y Posgrado.

Ha sido consultor en diferentes Instituciones, tanto públicas como privadas, tales como  IMTA, GFT, la ONU-Méx, Línea Bancomer, Confitalia, Canacintra, Coparmex, Inophos e Infonavit, entre otras.

Es autor del libro “Yo, el Director” de Editorial Océano y fue reconocido por la revista “America Economía” como el segundo mejor libro de gerencia en español del 2010 y primero en Latinoámerica.

Actualmente es profesor de tiempo completo del Departamento de Administración de Empresas en la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP).