La presiencia municipal capitalina, elección olvidada

  • Guillermo Nares
Desdibujamiento en el diagnóstico de los candidatos. Sin formulación definida.

Las votaciones concurrentes generaron dispersión mediática en la información local. Los comicios federales y estatales juegan en primer plano y las elecciones municipales  apenas ocupan cierta atención.

El seguimiento de los candidatos a la presidencia municipal de la ciudad capital es incluso marginal. Hay razones contextuales para ello: aparte de renovar la cámara local para Puebla el plato fuerte es la gubernatura del estado. El centro de atención de los esfuerzos partidarios no es la presidencia municipal, ni siquiera por ser la capital del estado.

La poca atención contrasta con la real importancia estratégica que tiene el municipio poblano: es núcleo de la acción política dado que concentra los poderes ejecutivo, legislativo y judicial; es la zona económica, social y cultural de mayor importancia, incluso de la región central del país. Además, es punto de encuentro geográfico y demográfico de la cuarta zona metropolitana de la República. Ello, sin embargo, no basta para que sus elecciones sean cobijo de lo que tendría que ser  la gran discusión en torno a problemas, futuro inmediato y vocación de largo plazo.

Es explicable: la política del municipio en los últimos años se hizo dependiente del juego de actores políticos, estos más interesados en posiciones de poder estatal y federal que en atender los procesos de gobernabilidad municipal. Su función quedó al garete, a la lógica de funcionamiento de cualquier oficina administrativa estatal. Las razones se encuentran en la ruptura del ciclo temporal; el gobierno municipal se extendió a cuatro años ocho meses, provocando disfuncionalidad en sus atribuciones. La ampliación del tiempo resulto ser un incentivo de ineficacia y no un recurso para optimizar resultados. No hay elementos de evaluación que nos indiquen que la ampliación de mandato fue positiva para la ciudadanía. Dicha peculiaridad, desafortunadamente, impactó en la disminución de la importancia electoral municipal.

A pesar de ser la capital poblana el espacio de mayor visibilidad respecto a los problemas, los candidatos a la presidencia municipal navegan en una suerte de limbo. No ven, no escuchan no sufren las dificultades sustantivos de la capital. 

Ningún candidato ha hecho un diagnóstico claro, preciso, informado, suficientemente argumentado. La Puebla a la que se refieren dista mucho de ser la Puebla realmente existente. Justamente porque no hay en la presidencia municipal un sujeto responsable derivado de un proceso de elección popular, el señalamiento acerca de los problemas tendría que ser certero.

 Cierto es que las elites administrativas actuales siguen sintiendo aversión a la crítica pública, al debate, a la confrontación de ideas, de proyectos, al señalamiento público de sus incontables y extensas áreas de oportunidad en todos los temas; conectividad urbana metropolitana, violencia de género, violencia delincuencial, agua potable, caos urbano, falta de planeación urbana, mercados, unidades habitacionales, juntas auxiliares, cultura, entre otros muchos; sin embargo y a pesar de ser este el momento para confrontar ideas de sustentabilidad de una ciudad que es patrimonio cultural de la humanidad., todos hacen mutis. El espacio urbano de la ciudad capital tendría que convertirse en este periodo electoral, en una suerte de foro público que hiciera las veces de centro de incubación de formas de participación ciudadana que salgan del restringido marco de segunda en que han sumergido la vida de la cosa pública municipal. El silencio y/o la autocensura es muy obvia.

Realmente los tres principales candidatos provienen de la oposición política pues ninguno de ellos formó parte de la actual elite político administrativa. Justo por dicha situación sus propuestas tendrían que ser botón de muestra de horizonte para la vida municipal.

En la contienda por el ayuntamiento de Puebla se inscribieron siete candidatos: el panista Eduardo Rivera Pérez, la morenista Claudia Rivera Vivanco, Guillermo Deloya Cobián del PRI, así como Paola Migoya Velázquez, Víctor Gabriel Chedraui y Gonzalo Juárez Méndez y Felipe Neri Morán Álvarez, quienes fueron postulados por el PVEM, Pacto Social de Integración, Compromiso por Puebla y Nueva Alianza respectivamente.

De la pléyade de nombre, solo tres son significativos: la abanderada de Morena, el candidato  panista y Deloya Cobián. El resto forma parte del juego político surrealista explicable en relación al cálculo político, a la utilidad como instrumento de presión o chantaje. Eso son las candidaturas restantes. Un engaño para los ciudadanos y la soga al cuello para uno de los candidatos. Sin duda hacen las veces de ser una suerte de espada de Damocles que pende sobre la cabeza de uno de los aspirantes si es que los compromisos hechos para asumir su candidatura hicieran agua. No hay otra explicación a la pregunta que hace la ciudadanía respecto al porque dos membresías partidarias que se encuentran integradas al Frente por México apoyando una candidatura al gobierno del estado, en el municipio promueve cada membrete a un nominado y no a Rivera Pérez.  A contrario de la campaña mayor, los recursos económicos, que son públicos, el tiempo en medios, su representante en la Junta municipal electoral, todo, no suma al panista y por el contrario cada uno de ellos puede potencialmente servir como caballo negro para la presidencia municipal. Son entonces candidatos sustitutos de una misma fuerza que sin duda estarían gustosos de convertirse en titulares.

Dicho comportamiento no enriquece la democracia municipal, por el contrario todo  mundo pierde porque obliga a seguir manteniendo un segmento de la política en el mundo tenebroso, oculto para los ciudadanos. Traducido significa que la discusión pública y las propuestas de solución de los problemas municipales pasan a segundo plano.

El tricolor municipal de la estridencia no pasó en estos tres años. Nunca se significó por  generar una corriente de opinión municipal opositora. Si lo fue, su paradigma se centró en los cánones de lo que durante mucho tiempo fue la denominada “oposición leal”. Hoy su candidato, recoge los efectos de la larga connivencia de disciplina y lealtad con el grupo en el poder.

Morena municipal desafortunadamente muy pronto dejó de ser existente como opción. Para nadie es un secreto que su candidata, mas tardó en pelear la candidatura que en olvidarse de sus orígenes ciudadanos. Como suele ocurrirle a quienes descubren por vez primera el escenario, recién inició el juego de luces acabó por deslumbrarse. Lo que presuntamente tendría que ser una opción de cambio municipal quedó en mucho ruido. Hoy Morena del municipio poblano es una suerte de Frankenstein que no lleva a ninguna parte: una candidata que vive en y del ostracismo, totalmente separada de sus hipotéticas asociaciones no gubernamentales, una estructura electoral municipal realmente inexistente y un comité municipal que parece también competir por el premio a la invisibilidad política.

Así pues el escenario no es el mejor para apuntar liderazgos emergentes, queda el recurso de las redes para empezar a construir comunicación que obliguen a los candidatos a voltear, con seriedad, hacia las dificultades del municipio poblano.

gnares301@hotmail.com

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Guillermo Nares

Doctor en Derecho/Facultad de Derecho y Ciencias Sociales BUAP. Autor de diversos libros. Profesor e investigador de distintas instituciones de educación superior