A Yolanda y a todas ellas

Las mayorías frecuentemente se equivocan, señor Andrés Manuel López Obrador. Desde la verdura de las eras –ad ovo–, las mayorías han crucificado profetas y liberado ladrones, por no hablar de hogueras ni desmembramientos en plazas públicas, ni de picas hundidas en las cabezas de los espíritus más libres, ni de… –ya ya, que esto no es un texto sensacionalista–. Eso de la sabiduría popular tiene sus límites, los límites se deslindan en un aforismo inspirado en Benjamín Constant: la libertad propia termina donde inicia la libertad del otro; si hace suyo este teorema marcará distancia con aquellas izquierdas que practican la tiranía del “pueblo”.

Si usted, señor candidato, como lo dijo en una entrevista reciente, pregunta a la mayoría sobre una cuestión del fuero individual, como el caso del derecho al aborto que compete a una minoría de mujeres embarazadas, me parece que comete una tiranía: La tiranía de la mayoría; y convertiría al pueblo mexicano en tirañuelos de asamblea.

La tiranía de la mayoría es un escenario posible en las democracias, Alexis de Tocqueville reflexionó sobre este fenómeno al analizar la democracia en norteamerica. La manera en que las minorías se defienden de las mayorías, es respetando las libertades individuales –de asociación, de expresión, de autonomía, etc.–; y en este caso: la libertad que tiene cada individuo sobre su cuerpo.

Los tirañuelos, se sabe, son carne de caricatura: preguntarle a un señor sesentón o cuarentón como yo, si una mujer tiene o no el derecho a abortar, ya lleva en sí la imagen de lo grotesco, no dudo que avisados caricaturistas trazarán hipérboles tales como dibujar una asamblea donde se delibera si las masturbaciones son una forma adelantada del aborto –caricatura que podría aderezarse con la tira cómica titulada: La mano siniestra–.

Sí, me declaro liberal; y también de izquierda: pero no de aquella izquierda homofóbica que el siglo pasado persiguió en México a las minorías, sino de una izquierda que  estando a favor de la igualdad de oportunidades –donde origen no tiene por qué ser destino, como diría Gerald Cohen–  hace suyas las libertades individuales. En breve, me declaro de izquierda liberal, lo que es lo mismo: contra la tiranía de la mayoría; contra esa tiranía que en el nombre del pueblo ha organizado la quema de libros, ha perseguido sin tregua a los libérrimos, y ha… –ya ya, que esto no puede ser un texto amarillista (que el amarillo hace tiempo que dejó de ser el new black), quisiera más bien que fuera una declaración, sin reparar en formas tales. A Yolanda y a todas ellas.